Adicción y emoción ¿Una perfecta pareja de baile?
Tómate unos segundos para cerrar los ojos y meditar sobre estas preguntas: ¿qué es lo que nos mueve? ¿Qué es lo que mueve el mundo?
¿Ya los has hecho? Si es así, ¿qué te ha venido a la mente?
Yo me hago esa pregunta en múltiples ocasiones y, a mi parecer, lo que mueve el mundo con las emociones.
Quienes hayáis contestado otra cosa es posible que también tengáis argumentos para que vuestra respuesta o respuestas sean igualmente válidas. No hay una verdad al respecto.
Pero desde la perspectiva de que las emociones mueven el mundo, pueden entenderse muchas claves actuales como el hecho de que todo el mundo quiera disfrutar de un aparente lujo material a toda costa, de que viajar sea una práctica común para la mayoría de nosotr@s, o de que nos guste disfrutar saliendo a comer o a cenar dando lugar a ese comentario tan extendido de: “habrá crisis, pero los restaurantes están llenos”.
La cuestión es que todas esas acciones o posesiones nos proporcionan placer, un placer transitorio, desde luego, pero placer al fin y al cabo. Y el placer es una de las emociones más potentes, que facilita el hecho de que quien lo experimenta trate de repetir la situación donde lo ha experimentado.
Desde luego, las emociones que proporcionan, y entre ellas el placer, son transitorios, como todas las emociones, pero sobre eso no nos habla nadie. Tampoco nos habla nadie de las consecuencias negativas del materialismo, tales como deudas insalvables o insatisfacción permanente. Se nos presentan múltiples ofertas de todo tipo de productos, al parecer muchos de ellos indispensables, que much@s de nosotros adquirimos sin un proceso claro de reflexión al respecto.
Reflexionando sobre ello, pienso también en el trabajo que a diario realizamos quienes hemos decidido ayudar a aquellas personas que presentan problemas adictivos. Y encuentro ciertas similitudes: la emoción mueve el mundo, la emoción mueve a alguien a consumir sustancias psicoactivas.
Como sabemos, el circuito cerebral de recompensa y placer percibe los efectos de las drogas en el cerebro y mantiene el hábito adictivo en base a las modificaciones que sufre cuando la exposición a la sustancia es prolongada.
No vamos a detenernos en esto ya que hay otros post en esta y otras muchas revistas que nos hablan de ello.
Pero la evidencia científica está ahí, y nos puede ayudar a completar la respuesta a las preguntas sobre las que estábamos meditado: ¿qué es lo que nos mueve? ¿Qué es lo que mueve el mundo?, darle una vuelta de tuerca más y preguntarnos, como tantas veces se hace en este foro: ¿qué es lo que nos lleva a consumir drogas?
La emoción mueve el mundo, la emoción mueve a alguien a consumir sustancias psicoactivas
La emoción mueve el mundo, la emoción mueve a alguien a consumir sustancias psicoactivas
Desde la “lupa” emocional, podemos ver el consumo de sustancias psicoactivas como la vía para conseguir emociones rápidas, con efectos, como no, pasajeros, lo que provocará que se busquen nuevamente estos efectos para sentir el “placer” que el uso de las mismas proporciona.
Más allá de las cuestiones orgánicas que hacen que se mantenga el consumo de sustancias psicoactivas a pesar de los posibles, y muchas ocasiones no tan posibles sino reales, efectos perjudiciales de las mismas, los efectos emocionales son altamente potentes.
Por tanto, la persona que decide consumir una u otra sustancia psicoactiva, está implantando en sus sistema emocional una montaña rusa” por la que sus sensaciones y emociones van a subir y bajar de forma más rápida a como es habitual sin drogas, y dependiendo de la dosis, pureza y otras variables relacionadas, puede que ese sube-baja se dé de forma vertiginosa.
¿Puede esto desajustar nuestro sistema emocional? La emoción se ha definido como “conjunto de respuestas químicas, neuronales, viscerales y hormonales que se producen cuando se detecta un estímulo emocionalmente competente, siendo un elemento previo al sentimiento” (Pérez García, 2013; y en cierto sentido: Damasio, 2010). Es decir, una emoción es la respuesta de nuestro organismo a una situación que genera una reacción en él.
¿Qué sucede cuando tratamos de provocar esa emoción con el uso de tóxicos? ¿Es previsible que la respuesta sea la misma que la obtenida de forma natural? Pues la respuesta es no.
Las emociones se han clasificado tradicionalmente en positivas, negativas o neutras, aunque personalmente me gusta hablar más de agradables, desagradables o neutras, ya que una emoción desagradables (sentir miedo) puede ser positiva (sentir miedo ante el ataque de un animal y salir corriendo).
En una revisión de los modelos tradicionales, se habla de tres dimensiones de las emociones: activación (es decir, la relacionada con el estado de la persona en cuanto al nivel de activación), dominancia (en cuanto al grado de poder o control que la emoción ejerce sobre la situación) y valencia (en qué grado la emoción se considera agradable o desagradable).
Teniendo en cuenta esto, podemos afirmar que las sustancias psicoactivas generan estados alterados de conciencia que están relacionados con: alegría, pudiéndose está convertir en euforia; calma, cuyas polaridades pueden ser la apatía o la anhedonia (siendo esta la incapacidad de sentir placer), y en definitiva la búsqueda de efectos “hedónicos”, o lo que es lo mismo, relacionados con el placer.
A esto hay que añadir que las emociones, como tod@s sabemos, no siempre son esperadas, es más, en la mayoría de las ocasiones aparecen de forma súbita e inesperada, por tanto, la respuesta de nuestro organismo dependerá del grado de conocimiento que tengamos sobre nuestras emociones.
Pero cuando la emoción es buscada a través del empleo de una droga, puede que los efectos no sean siempre los deseados, ni en magnitud ni en valencia.
¿Cuánto de alegre me puedo poner al consumir una determinada sustancia? ¿Cuánto durarán sus efectos? ¿Qué otros efectos secundarios puede provocar en mí?
Las sustancias psicoactivas generan estados alterados de conciencia
Las sustancias psicoactivas generan estados alterados de conciencia
A esto hay que sumar el efecto que se genera cuando la sustancia abandona nuestro organismo, suponiendo en muchos caso un efecto rebote, y donde había euforia ahora hay tristeza, malestar, desasosiego o ansiedad (NIDA, 2010).
Y esas “emociones” no se presentan exclusivamente asociadas a la abstinencia, también lo hacen durante el consumo, así lo afirman personas que informan de problemas con las sustancias, refiriendo apatía (C., lasdrogas.info) o ansiedad (Mª José C., lasdrogas .info).
Parece claro, por tanto, que el sistema emocional se desregula en algún modo frente al consumo prolongado de sustancias psicoactivas (Koob y Volkow, 2010).
Por tanto, en la intervención con personas que presentan consumo problemático de drogas o adicción (tóxica o no tóxica) es absolutamente necesario el tratamiento del sistema emocional como un factor esencial para la mejora de dichas personas.
Para ello, el primer paso es el aprendizaje del funcionamiento del sistema emocional, mediante técnicas sencillas que puedan ser practicadas en la vida diaria.
En el artículo del próximo mes ahondaremos en los métodos para trabajar el sistema emocional que sufren desajustes en el mismo como efecto no deseado del uso de sustancias tóxicas.
PARA SABER MÁS:
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