Expertos

Serenidad, Valor y Sabiduría

Hace un rato que he terminado de dar un par de terapias de grupo. Una detrás de otra.

La primera era una terapia de mantenimiento, y está compuesta por personas que llevan mucho tiempo -años- en sobriedad, o bien acaban de finalizar su programa y pasan a este grupo. Y la segunda terapia iba dirigida a los familiares de las personas que padecen el trastorno adictivo. En este último caso, también a personas veteranas, pero sobre todo, a las que no llevan tanto tiempo y recién llegadas.

Una misma enfermedad, dos mundos. Dos mundos paralelos, un universo de emociones. Un caos, un equilibrio.

Cuando estas personas, unas u otras, piden ayuda, vienen y provienen de ese caos que es el mundo adictivo, y mantienen entre sí una relación de “equilibrio” homeostático en el que sus vidas han quedado totalmente desequilibradas a causa de esta enfermedad. Recomponer estos dos mundos no es nada fácil. Recuperarse es una tarea ardua y dura por parte de todas y de todos.

Comprobar que unas personas que llevan años en sobriedad llenan totalmente una sala de terapia para seguir compartiendo y, además, con la ilusión de seguir creciendo, eso, eso sí que no tiene precio. En ocasiones comparten experiencias de su día a día, como en otras trabajamos propuestas que dispongo de crecimiento personal. Pues tanto en una como en la otra van a una. Y es que este grupo son un verdadero grupo, porque el afecto y el cariño son el pegamento que los mantiene unidos.

Observar, bajo sus testimonios, el bienestar y la tranquilidad alcanzada en sus casas da una idea de cómo ha sido el trabajo que han desarrollado sobre sí mismos. Un trabajo encomiable y super importante. Ver también como otras y otros compañeros siguen su estela, es magnífico. Pero, ser testigo de cómo los valores forman parte ya de su piel es un privilegio.

Estas personas, con años de sobriedad, siguen yendo a su terapia no ya porque sea una necesidad para ellas y ellos, sino porque han convertido ese encuentro en parte de su felicidad. Y eso si que es un cambio, un verdadero cambio.

En la terapia de familiares nos encontramos con vidas hecha jirones. Personas que vienen sumidas en un caos. Personas que intentan entender a la enfermedad. Personas que intentan comprender a la persona que odian y quieren a la vez y, sobre todo, intentan comprenderse a sí mismas, porque ni ellas ni ellos al principio se entienden.

Y aquí empieza el trabajo, y empieza su trabajo. Entre otras muchas cosas, lo primero es enseñarles y educarles para que aprendan que ni ellas ni ellos son la solución.

Después, ayudarles a que, con todas sus fuerzas, salgan de las garras en la que les mantiene el universo enfermo de la enfermedad. Y, una vez alejadas de ahí, como un verdadero planeta aprendan de nuevo a girar sobre sí mismas o si mismos. Hablamos del autocuidado. De centrarse de una vez por todas en sí mismas, de verse bellas y bellos de nuevo. De aprender a poner límites a la enfermedad para, por fin, hacerse valer como persona desde el autocuidado psicoemocional.

Ahora sí. Desde esa nueva posición y desde ese nuevo lugar, se pueda establecer un nuevo equilibrio. Y si la persona que padece la enfermedad desea sumarse a la salud y al bienestar que promueve el familiar, entonces sí, todas y todos juntos alcancen lo que más desean, una vida tranquila y en paz.

Si os he hablado hoy de esos dos grupos a los que he dado terapia, es para mostraros esos pequeños/grandes matices que existen entre uno y otro. Es la distancia psicoemocional que existe entre unas personas y otras debido al tiempo que llevan cada una ellas en su tratamiento. Lógico, me diríais, y es cierto. 

Lo que deseo mostraros es que las personas del primero grupo -personas con años en sobriedad- ya viven con sus familias una vida tranquila y serena. Y los del segundo grupo o familiares recién llegados, dentro de un tiempo estarán gozando de la misma vida serena.

Primero, porque las personas de los familiares que he tenido hoy habrán hecho un buen trabajo y con el tiempo los tendré enfrente mío en la terapia de mantenimiento contándome lo bien que les va junto a sus familias. Y segundo, porque las familias que he tenido hoy, desde el aprendizaje y puesta en práctica de su autocuidado personal, junto al trabajo de los suyos, gozarán de esa tranquilidad tan deseada y merecida.

Os voy a contar un secretillo… ¿sabéis cómo consiguen alcanzar su bienestar? Pues, porque perseveran y no cejan en su empeño por alcanzarla y porque, ya puedan caer chuzos de punta, allí los tengo yendo a sus terapias.

Ahora quiero dirigirme a todas las personas y familias que estáis en este proceso de cambio para desearos, con todas mis ganas que, por favor, no dejéis de confiar en vosotras y vosotros mismos para alcanzar un verdadero equilibrio.

 

Serenidad para aceptar las cosas que no puedo cambiar. 

Valor para cambiar las que sí puedo, 

Y Sabiduría para distinguir la diferencia.

 

Con todo mi afecto os deseo,

Salud y Sobriedad.

Un abrazo

 

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Luis C Vertedor

Psicólogo. Máster en Investigación en Psicología y Experto en adicciones.

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