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La dependencia afectiva, cuando los miedos dirigen nuestras emociones

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“El amor no reclama posesiones sino que da libertad” (Rabindranath Tagore).

Empecemos hablando claro, la dependencia afectiva es una ADICCIÓN.

Comparemos los síntomas  presentes en cualquier adicción con los de la dependencia emocional para tener claro la afirmación de arriba:

CONTROL DEFICITARIO.

  • Pérdida de control, inversión desproporcionada de tiempo y energía en la relación afectiva.
  • Deseos insistentes de dejar o regular la relación que provocan baja autoeficacia y baja autoestima.
  • Deseos intensos automáticos de retomar la relación afectiva, provocados por recuerdos, situaciones, lugares o personas asociados con esa relación.

DETERIORO SOCIAL.

  • Los comportamientos obsesivos, derivados de la relación, puede llevar al incumplimiento de deberes en los ámbitos académicos, laborales o domésticos.
  • Puede seguir en esa relación a pesar de los problemas recurrentes o persistentes en la esfera social o interpersonal causados o exacerbados por los efectos de dicha relación afectiva.
  • Se reducen o abandonan importantes actividades sociales, ocupacionales o recreativas debido la relación afectiva.

CONSUMO DE RIESGO.

  • Negación o Autoengaño: se evita en todo momento ser consciente de las consecuencias tan negativas que la relación afectiva está teniendo en su vida (“Yo no tengo ningún problema”).
  • Ideas irracionales, rígidas que perpetúan la relación afectiva y que someten. Estos pensamientos idealizan y magnifican la relación.
  • Memoria selectiva mediante la cual se recuerda constantemente los momentos buenos (que generalmente son muy pocos pero magnificados), mientras que se olvida y minimiza todo el sufrimiento, dolor o consecuencias negativas vividas.
  • Dificultad para identificar, manejar e interpretar los sentimientos, negando algunas emociones negativas.

Así pues, la Dependencia Afectiva es una ADICCIÓN muy aceptada socialmente.

Esta aceptación, similar a la del alcoholismo en sus inicios, es un problema añadido, sin embargo, el mayor problema no es solo que se acepte, sino que se convierte  en el objetivo máximo para muchas personas, apoyadas por letras de canciones, argumentos literarios y de películas…

Está tan integrada en la sociedad que pocas personas se plantean lo destructiva que puede llegar a ser.

Esto es debido, entre otras cosas, a los años y años en los que nos han educado en la idea de que el amor y la dependencia van de la mano, el mal llamado amor romántico.

El amor romántico establece cómo deben ser las condiciones de una relación afectiva óptima: el amor debe ser intenso (te amo con locura), para toda la vida (te querré para siempre), exclusivo (no podré amar a nadie más que a ti), incondicional (te querré pase lo que pase), con un elevado grado de apego (te quiero más que a mi vida).

Mitos en torno al amor romantico

Las consecuencias psicológicas de esta forma de entender las relaciones afectivas, de este ideal de amor romántico, son: miedo a la soledad, dependencia afectiva, infelicidad en las relaciones, procesos de desamor durísimos, frustración, relaciones que se alargan inadecuadamente, violencia de género, sexismo…

La diferencia entre amar y depender es clara:

  • Amar es estar con alguien por lo que te da en positivo: cariño, proyecto de vida, risas, relajación, confianza, respeto, atracción, respeto, apoyo…
  • Depender emocionalmente de alguien significa estar con alguien significa estar con alguien para evitar aspectos negativos: miedo a la soledad, miedo a pasarlo mal si lo dejamos, miedo a no encontrar a nadie igual, miedo al fracaso, miedo al qué dirán…

Es cierto que muchos, en una relación sana, tenemos algún miedo o atisbo de  miedo, pero el problema viene cuando esos miedos nos bloquean en la vida y la relación se convierte en una fuente de malestar e infelicidad.

La dependencia emocional es una necesidad afectiva extrema y continua, que obliga a las personas que la padecen a satisfacerla en el ámbito de las relaciones de pareja; en consecuencia, gran parte de la vida de estas personas gira en torno al amor. Aunque este fenómeno puede aparecer puntualmente en la vida de un individuo (es decir, sólo en una de sus relaciones), lo más normal es que sea una constante en él; por lo tanto, la mayor parte de sus relaciones de pareja presentarán un patrón característico regido por la mencionada necesidad afectiva extrema.

Es importante destacar que esta dependencia o necesidad no debe ser de tipo material, económico o fundamentada en una minusvalía o indefensión personal del sujeto, sino que tiene que ser específicamente emocional para que podamos hablar de este fenómeno psicopatológico.

En principio, puede parecer que, aunque haya una necesidad amorosa mucho más fuerte de lo normal, la dependencia emocional no debería ser motivo de desadaptación, sufrimiento o insatisfacción. Nada más lejos de la realidad. Los dependientes emocionales no dirigen sus demandas hacia cualquier persona, sino que se fijan en determinadas características que les resultan atractivas. En concreto, buscan personas egocéntricas, peculiares, seguras de sí mismas, dominantes y poco afectuosas para emparejarse con ellas. Puede llamar la atención que este tipo de individuos sean los predilectos para unas personas que tienen unas demandas afectivas descomunales, pero es que precisamente se fijan en ellos porque los idealizan, los encumbran hasta extremos difíciles de imaginar, viendo prácticamente dioses o seres excepcionales donde sólo hay sujetos que, muchas veces, hacen la vida imposible a sus parejas. Estos individuos son todo lo contrario que los dependientes emocionales, al menos en lo que a autoestima y valoración de sí mismos se refiere, de ahí la idealización incondicional que efectúan las personas con dependencia emocional. Y todo esto se relaciona con una de las características fundamentales de las personas que padecen este problema, y es que no sólo no se quieren prácticamente nada, sino que se critican, atacan y desprecian.

Los dependientes emocionales, en consecuencia, viven por y para su pareja, que, como ya hemos expuesto, acepta esta entrega y sumisión incondicionales de muy buen grado. Ambos miembros de la relación convendrán en que la persona importante de la pareja es el compañero del dependiente emocional. Lo negativo de esta situación es que este desequilibrio aumentará a pasos agigantados, hasta el punto de que el dependiente emocional será prácticamente un súbdito de su pareja. Ésta aprovechará la circunstancia para explotar y dominar a su antojo en el seno de la relación, tanto por su propia personalidad como por la sumisión y admiración con la que se encontrará por parte del mismo dependiente.

Si la persona tiene una dependencia emocional grave, aceptará agresiones, humillaciones, infidelidades continuas, burlas, menosprecios, etc., con tal de no romper su relación de pareja. Es más, si por cualquier motivo se rompe la relación, la echará de menos intentando reanudarla (por el síndrome de abstinencia que sufrirá el dependiente, similar al de las adicciones) o bien comenzará otra para evitar el miedo y la angustia de la soledad.

Sobre la dependencia emocional se han estudiado sobre todo los posibles factores causales que están detrás de su aparición, sin embargo, resultaría interesante el trabajo en líneas de prevención. Fomentar desde la infancia la formación de una identidad sólida, educar en estilos parentales saludables que ayuden a ello, ofrecer psicoeducación sobre el amor y las relaciones de pareja sanas son algunas pautas preventivas que deberían aplicarse.

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Cristina Prados

Psicóloga de la asociación AARIF de Illescas y coordinadora del comité asesor técnico de CAARFE

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