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Las dependencias relacionales: cuando los vínculos afectivos se convierten en una adicción. Primera parte

A pesar de que no aparecen como trastornos reconocidos en los manuales diagnósticos al uso (CIE-10 y DSM-5), las dependencias relacionales poseen entidad propia tanto en los análisis teóricos como en la práctica psicoterapéutica. En este sentido, se hace indispensable poder conceptualizar en qué consiste este trastorno. De acuerdo con la  investigación “Dependencias sentimentales o afectivas; etiología, clasificación y evaluación”, desarrollada por María de la Villa Moral, doctora en Psicología, profesora  de la Universidad de Oviedo en Psicóloga Social y experta en adicciones químicas y psicológicas, y Carlos Sirvent, psiquiatra y director de la Fundación Instituto Spiral, las dependencias relacionales se definen por ser “trastornos caracterizados por la manifestación de comportamientos adictivos en la relación interpersonal basados en una asimetría de rol y en una actitud dependiente en relación al sujeto del que se depende”.

Las dependencias relacionales provocan distorsiones a nivel cognitivo y emocional

En este sentido, como estos mismos autores han señalado en su investigación “Dependencia afectiva y género: perfil sintomático diferencial en dependientes afectivos españoles” y como nos indica de la Villa Moral en una entrevista a este medio las dependencias relacionales se caracterizan por tener como principales descriptores sintomáticos los siguientes factores:  “el patrón crónico de demandas afectivas frustradas, la disfuncionalidad de los vínculos, la desadaptación de las relaciones, la intensidad de los afectos, la asimetría de la relación o la necesidad cronificada del otro” (para leer la entrevista completa, pinche en este enlace). A nivel cognitivo, se puede dar una mistificación, autoengaño o mecanismos de negación que distorsionan la percepción de las relaciones. A nivel emocional, se produce tanto una manifestación de sentimientos negativos como una inescapabilidad emocional que van a perpetuar este vínculo patológico. El miedo a perder a la persona con la que se ha establecido el vínculo dependiente, a la soledad y al abandono están presentes en esta relación disfuncional, pero adaptativa para quien la sufre. Igualmente, no se debe pasar por alto las representaciones sociales, mitos y creencias que existen en torno al amor en nuestra sociedad, puesto que también influyen en una determinada manera de entender las relaciones de pareja.

Existen distintos tipos de dependencias relacionales en las que puede, además, mediar una sustancia adictiva, como son los casos de la codependencia y la bidependencia. En la siguiente infografía exponemos una clasificación de las distintas dependencias relacionales:

Tipos de dependencias relacionales

Tipos de dependencias relacionales/InD

De esta forma, tal y como explica de la Villa Moral, ante la emergencia, en los últimos tiempos, de adicciones sin sustancia como, por ejemplo, la adicción al trabajo o las ciberdependencias, la incidencia recae, ya no tanto en el modelo químico sino en la entidad de los trastornos sin drogas. “De este modo, los criterios diagnóstico son similares a los especificados desde agencias internacionales como la OMS o la APA: dependencia pura (necesitar al otro/a de manera imperiosa y acuciante, subordinándose volitivamente, de forma parecida a como precisa un adicto la droga), acomodación (acomodarse sería adaptarse pasivamente, dejando que sea la otra persona quien conduzca la relación, falta de iniciativa quizá con indiferencia e inedia ante una situación relacional que requeriría de un posicionamiento activo), deseo persistente o esfuerzos infructuosos de abandonar la relación, empleo de mucho tiempo en actividades relacionadas con la planificación y mantenimiento de la relación con la persona de la que se depende, reducción de las actividades cotidianas del sujeto o mantenimiento a toda costa de la relación a pesar de tener cierta conciencia de sus potenciales riesgos”, concluye de la Villa Moral.

Sin embargo, las dependencias relacionales, en ocasiones, suelen pasar desapercibidas para quienes la padecen. “Muchas personas piden ayuda, no por la dependencia emocional sino por los problemas emergentes como es la ansiedad, los miedos, la tristeza, la soledad o un pobre autoconcepto, por citar algunos”, indica Pilar Blanco, médico psicoterapeuta en la Fundación Instituto Spiral.  De este modo, la ansiedad, la depresión, los malos tratos, las adicciones, la obsesividad y el duelo no resuelto son algunos de los problemas emergentes por los que el/la paciente acude a consulta y que pueden llegar a enmascarar la dependencia relacional. Por tanto, tal y como explica Blanco, ésta se deberá detectar  “explorando las relaciones afectivas significativas y el tipo de vinculación que ha establecido con ellas. Por lo general el patrón de relación se ha repetido en más de una ocasión a lo largo de su historia. El vínculo afectivo que establece en sus relaciones de pareja es ambivalente, caracterizado por una gran inseguridad y ansiedad ante la separación” (Para leer la entrevista completa, pinche en este enlace).

Definiendo la personalidad del/la dependiente relacional

La dependencia relacional, al igual que las dependencias a sustancias, también tiene factores de riesgo que pueden hacer que una persona sea más vulnerable frente a ella. De esta manera, Jorge Castelló, psicólogo especialista en trastornos de la personalidad y autor de obras relacionadas con este trastorno como, por ejemplo, “Dependencia emocional: características y tratamiento”  y “La superación de la dependencia emocional”, que ha estudiado la dependencia relacional como un trastorno de personalidad explica: “Existen personas con propensión a padecer dependencia emocional, aquellas que cumplen con los patrones más habituales que ocasionan este trastorno, como son las carencias afectivas en etapas tempranas de la vida u otras pautas como un excesivo y patológico apego a una figura parental, o determinado tipo de sobreprotección (distinto al que todos conocemos y que, de por sí, produce dependencia pero no de tipo emocional)” (Para leer la entrevista completa, pinche en este enlace). Las personas que padecen una trastorno límite de la personalidad tienen una alta probabilidad de padecer, además, una dependencia emocional.

Problemas durante la infancia y la adolescencia son factores de riesgo de las dependencias relacionales

El patrón de parejas que sigue el/la dependiente emocional suele ser recurrente, puesto que, normalmente, escoge a personas que a) son narcisistas: sujetos que desean a toda costa estar por encima de los demás; b) ”rechazantes”: se trata de aquellas personas que comienzan una relación aunque expresan de manera reiterada que no desean hacerlo; o c) personas con problemas a las que poder ayudar o “salvar”.

El origen de la dependencia relacional suele hallarse en la infancia y la adolescencia. En este sentido, este trastorno puede surgir en dos ambientes familiares opuestos entre sí. En el primero de ellos nos encontraríamos con una ambiente familiar negativo donde imperan las discusiones, la violencia y la frialdad. No obstante, un vínculo con los progenitores o figuras adultas de referencia de carácter simbiótico también es proclive a generar sujetos con dependencia relacional.  Como explica de la Villa Moral: “Si el niño o la niña se percibe poco querido, poco valorado, o que está cumpliendo una función de sostén emocional para un adulto sin que él como persona tenga importancia (lo que sucede con alguna relación simbiótica que se produce entre padres e hijos), se está produciendo un germen de dependencia emocional”.

Por tanto, el ambiente familiar donde transcurren los primeros años de vida es tanto un factor de riesgo como puede llegar a serlo de protección. Así, para Castelló, estos factores de protección se resumirían del siguiente modo: “Familias en las que hay buen ambiente, en las que el niño se siente valorado, querido y protegido, donde reina la armonía, la diversión, la responsabilidad, y donde entre sus miembros hay buenos sentimientos y una promoción adecuada de la autonomía emocional. Obviamente, no nos podemos olvidar de lo importante que es una adecuada integración escolar para evitar marginaciones, rechazos, acoso, etc.”.

Si quiere leer la segunda parte de este reportaje, pinche en este enlace

Si quiere saber más sobre la codependencia, puede consultar estas informaciones:

La familia y la codependencia en los trastornos adictivos

Entrevista a Azucena Martí, psicóloga UCA Vall d’Uixó: “La codependencia funciona igual que cualquier otra adicción a tóxicos”

Terapias para la codependencia

Lola de Al otro lado de la adicción: “Cuando tu codependencia se manifiesta abiertamente generando un gradual malestar en tu bienestar personal hay que tomar medidas inmediatamente”

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