15 de noviembre, Día Sin Alcohol: Testimonios de superación de una adicción
Desconcertante, apabullante, terrible, arrolladora, fascinante y siempre bella: la vida, a la que llegamos sin manual de instrucciones, casi de sorpresa y sin ni siquiera haberlo deseado, a veces nos supera y nos sobrepasa. Pasamos como los siglos. Entendemos mal y poco. Y, en ocasiones, nos perdemos. Y tras todo el ruido que envuelve la cotidianidad descansa una pregunta: ¿Quién soy yo?
“¿Qué es, en realidad, el hombre?”, escribe Viktor Frankl. “Es el ser que siempre decide lo que es. Es el ser que ha inventado las cámaras de gas, pero asimismo es el ser que ha entrado en ellas con paso firme musitando una oración”. Así, el ser humano se reinventa cada día. En cada momento decide ser quién es o transformarse. Y sobre ese cambio queremos hablar en este 15 de noviembre, Día sin Alcohol. Hoy, más que nunca, es el momento para hablar de todas aquellas personas que, padeciendo una adicción, un día decidieron dejar de ser quienes eran para mejorar y superarse y para recuperar todo aquello que habían perdido. Dar un gran sí a la vida, a todo lo que hay de maravilloso en ella y dejar de consumirla al ritmo en que se acaba una copa. Hoy más que nunca queremos hablar de esos exploradores que se atrevieron a hacer el viaje de ida y vuelta desde su adicción hasta su rehabilitación. Por eso, a continuación, traemos tres relatos de vida con la intención de que ellos puedan servir a otras personas que todavía no se han atrevido a dar el paso. Porque, como dijo Sófocles, “la obra más bella del ser humano es la de ser útil al prójimo”.
El viaje de Francisco Sánchez, usuario de la Asociación Alcohólicos Liberados de Jaén y Mágina (ALJAMA), con el alcohol comienza a muy temprana edad: “Todo empezó cuando tenía 7 u 8 años. Era la edad que recuerdo la primera vez que bebí. Poco a poco iba creciendo e iba bebiendo. Me relacionaba con gente con más años que yo. Mis padres tenían un negocio de bebida y, claro, eso también me ayudaba a hundirme más en el alcohol”. Francisco fue creciendo y asumiendo las responsabilidades de la vida adulta, pero ni su matrimonio ni el nacimiento de sus hijos le apartaron de alcohol: “Me tenía tan enganchado que no me dejó ni ver el nacimiento de mi hijo”.
Le doy gracias a la vida por levantarme todos los días sereno y sin miedos
Le doy gracias a la vida por levantarme todos los días sereno y sin miedos
Hasta que un día se plantó: “Un buen día como otro cualquiera me voy al trabajo y al pasar por la gasolinera en la que paraba todos los días a comprar para consumir, ese día le pisé al coche y no paré. Creo que eso me motivó un poco para seguir el día sin querer beber. Al mediodía sin beber aún, fui a comer a casa y se lo dije a mi mujer lo que me estaba pasando porque lo estaba pasando muy mal. Claro, ella no me creía, normal si yo había sido el jefe de los embusteros de España. Por la tarde me fui a trabajar. Mi mujer me decía que me quedara porque me veía muy nervioso pero tuve que irme. A las seis de la tarde el síndrome de abstinencia que tenía era brutal. Me tiraba de los pelos e hice lo que tenía que haber hecho hacía años. Eché mano a mi mochila e hice lo que tantísimas veces me habían dicho. Me fui a buscar ayuda a mis compañeros y les dije: “AYUDADME QUE NO QUIERO BEBER”. Hasta el día de hoy”. Y, desde entonces, la vida le ha dado mucho a Francisco: “He recuperado mi vida. He recuperado mi dignidad. Mi familia. Empecé a quererme. Cuando llegué a mi casa me encontré dos hijos maravillosos con los ojos azules. Una mujer fuerte y valiente que se había dejado el pellejo por su casa, por los niños, estaba trabajando y encima, con todo lo que le había hecho sufrir, me quería. Valoro lo poquito que tengo. Le doy gracias a la vida por levantarme todos los días sereno y sin miedos. Me valoro y valoro a mi familia mucho más, soy feliz y creo que los que están a mi lado también y sobre todo soy libre. Tengo la capacidad de decidir por mí solo. Se lo que está bien y está mal. ¿Os parece poco? Por todo esto y mucho más merece la pena dejar de beber” (Para leer el testimonio completo, pinche aquí).
La oscuridad en mi mente se ha disipado y asoma una luz tenue, pero cálida
La oscuridad en mi mente se ha disipado y asoma una luz tenue, pero cálida
Pedro (nombre ficticio), también usuario de la Asociación Alcohólicos Liberados de Jaén y Mágina (ALJAMA), hace poco tiempo que empezó el viaje hacia la rehabilitación: “Aún no soy nada. Solo llevo unos meses sin beber y aún no asimilo mi realidad. La verdad es que ahora la oscuridad en mi mente se ha disipado y asoma una luz tenue, pero cálida. Quizás ésta sea la respuesta que estoy intentando encontrar”, nos cuenta con un cierto desgarro, pero comenzando a ser más consciente del cambio que está experimentando. Por eso, aún tiene la mirada puesta en todo aquello que la adicción le quitó: “Perdí el amor de mi familia. Era incapaz de sentir la cálida sensación de un beso o un abrazo de mis hijas. Perdí el amor y el respeto de mi mujer, la persona que me ha entregado casi toda una vida. Perdí mi dignidad, perdí mi hombría, perdí la vergüenza, perdí el honor de mi palabra, perdí el respeto de mis familiares y amigos, respeto que creé año tras año con esfuerzo y cariño. Por perder, perdí lo que soy, un hombre, un hombre educado con ciertos valores y que siempre había olvidado en lo que se había convertido y buscada otra cosa para su vida y su familia. Me daba pena a mí mismo. No tenía autoestima, ni autoridad, ni capacidad para decidir sobre mi vida. Era un simple peón en manos de las adicciones. Prisionero siendo libre, odiado y a veces, hasta maldeado por mi propia sangre. En el camino perdido durante las frías noches de mi mente en las que solo existía oscuridad”.
No obstante, a pesar de que lleva poco tiempo en rehabilitación, Pedro, ya es capaz de vislumbrar algunas de las cosas que está ganando y de apreciar el esfuerzo que realizan las asociaciones dedicadas a la rehabilitación de las personas con alguna adicción: “Ahora me paro y pienso, pienso que un solo hombre salvado por esta asociación [Asociación Alcohólicos Liberados de Jaén y Mágina (ALJAMA)], por esta gran familia, es una gran victoria para todos. Eso nos da fuerza al resto para el día de mañana ser como vosotros, altruistas y samaritanos, personas a las que no les importa tender la mano a quienes lo necesitan sin pedir nada a cambio. Luchar contra la injusta sociedad que nos ve como deshechos sociales. Vosotros, amigos, hacéis hombres y mujeres de la nada. Ya sabéis lo que he ganado: os he ganado a vosotros, a vuestra amistad, a esta gran familia, pues a mi familia, en realidad, nunca la perdí. Solo olvidé que la tenía” (Para leer el testimonio completo, pinche aquí).
Mi vida me ha dado todo lo que antes me lo negaba mi adicción
Mi vida me ha dado todo lo que antes me lo negaba mi adicción
Por su parte, Antonio Ibáñez también recuerda los duros momentos de su adicción: “Cuando eres adicto, dependes de esa sustancia. Estás totalmente encadenado a ella. Vives, sientes y manipulas por tu dosis diaria. Yo, personalmente, en mi mundo, en este mundo solo estábamos los dos: mi adicción y yo. Era mi único «amigo», mi único pasatiempo, mi única manera de ver y vivir la vida. Mi adición llegaba hasta tal punto que entre sueño me desvelaba para que mi cuerpo ingiriera esa sustancia, ya que me la pedía y volvía a seguir durmiendo. Y se puede decir que mi adición era las 24 horas del día los 365 días al año”. En cambio, en estos momentos, ya está de vuelta de su adicción: “¿Ahora? Después de centros de rehabilitación, estar en lo hondo del pozo y mucha fuerza de voluntad de querer salir de ese mundo oscuro y tenebroso, por fin salí de ese infierno. Y ¿qué me ha dado la vida desde que deje mi adicción? Pues me ha dado libertad (no estoy pegado a una sustancia), me ha dado decisión (hago las cosas al cien por cien conscientemente), me ha dado el amor de mis tres hijos (antes no es que no los tuviera, sino que no los aprovechaba), veo la vida tal cual, con sus alegrías y sus penas, cada mañana cuando despierto tengo mis metas y mi lucha. Mi vida giró al cien por cien, pero para bien. Mi vida cambió para ser un ser mejor, un ser normal, un ser que ama y es amado. Mi vida me ha dado todo lo que antes me lo negaba mi adicción” (Para leer el testimonio completo, pinche aquí).
Historias de superación que contienen la promesa de haber vuelto del viaje de la adicción puedo que no ilesos, pero si con más experiencia y más armas para encarar el futuro. Porque eso es lo que han hecho Pedro, Antonio y Francisco: hacer del futuro algo suyo y compartido con aquellos que les aman y que no dudaron en ayudarlos. Porque, como nos escribió hace unos días el Grupo de Exalcohólicos de Valencia:
Para leer/ver más testimonios de superación, pinche en los siguientes enlaces:
Adicciónate a la vida. Mi lucha contra la cocaína. Crónica de una victoria
Entrevista a Juan Carlos, familiar de alcohólico rehabilitado
Entrevista a Francis López, miembro de ALAC
Testimonio de Sebastián, rehabilitado: “Mi expectativa ahora es simplemente ser feliz cada día”
Testimonio de Casimiro, rehabilitado: “Ahora sonrío, entonces no, así era mi vida, un infierno”
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