Entrevista a Alejandro Matos, presidente de Oxfam Intermón en Colombia. Segunda parte
Continuamos con la segunda parte de la entrevista a Alejandro Matos, presidente de Oxfam Intermón en Colombia, que no relata qué papel juega el narcotráfico en el conflicto armado colombiano.
P: ¿Cómo el consumo de drogas desde Occidente puede contribuir a alimentar el conflicto armado en Colombia?
R: No sé si serviría de algo, pero si los consumidores en Europa y en Estados Unidos supiesen la cantidad de muertes, de injusticias, de sangre que genera todo el negocio del narcotráfico… Claro, siempre un consumidor en Europa puede decir: “Si estoy a favor de la legalización. Legalicémosla y entonces no hay todo ese reguero de muerte. La culpa no es mía”. Nos lo podrían decir, pero a lo mejor si lo viesen… A finales de los años 90 yo vivía en zonas de producción cocalera. Entonces uno veía que a un campesino en aquella época, a grosso modo, le pagaban cada kilo de base de coca algo así como unos 700 euros. El que se la compraba, fuese el narcotraficante que llegaba de Bogotá, de Medellín o de donde sea, la guerrilla o los paramilitares se la compraban a este precio. Éstos se la vendían después al gran narcotraficante más o menos por el doble, por unos 1.600 dólares. Aquí está el tema de por qué es tan delicado el narcotráfico. Un kilo de cocaína pura que te valía 1.600 dólares en Colombia cuando tú lo llevabas a Estados Unidos, lo adulterabas, lo dividías en dosis y lo convertías, ese kilo, en aquella época, podía estar entre los 15 mil y los 20 mil euros. Entre el campesino que es el que corre los riesgos y solo cobró 600 o 700 euros por ese kilo y el narcotráfico y la distribución en Estados Unidos o en Europa que son entre 15, 18, 20 mil euros, el negocio, la ganancia es absolutamente abismal. Es simpático que en Colombia y en Perú se combate la producción, pero no mucho. Lo que realmente se combate es el narcotráfico, pero la droga sigue llegando. Entonces uno dice: “¿No será que hay alguien que se queda con la plata, con todas esas inmensas ganancias?”. Porque ni se legaliza ni se combate fuertemente la producción y lo que se combate siempre constantemente y con los mejores medios es el narcotráfico y la droga sigue llegando. Entonces uno empieza a sospechar que aquí hay demasiados intereses porque el negocio es absolutamente beneficioso.
El narcotráfico tiene un puntito de mafia que resulta atractivo
El narcotráfico tiene un puntito de mafia que resulta atractivo
P: ¿Cuál es la posición que ha adoptado el Estado colombiano ante esta situación?
R: El Estado colombiano tiene una posición, por un lado, cómoda, porque dice: “El narcotráfico nos ha producido tanto daño. Combatámoslo”. Y ese “combatámoslo” son muchos muertos, aunque sabe al final que hay una parte de gente del establishment que se enriquece también con todo eso. Entonces es un “combatámoslo” pero no mucho porque tenemos que seguir. Además, en las grandes ciudades se ve dónde está lavado el dinero. Pero después también hay que decir que hay una parte diferente. El presidente Santos se ha pronunciado ya un par de veces sobre que el mundo tiene que pensarse el tema de la legalización por lo que está sufriendo el país. Ha salido a hablar ya un par de veces no diciendo que hay que legalizarla pero sí que hay que discutirlo. No digo que sea mejor o peor, pero sí es una postura diferente empezar a decir que no podemos seguir desangrándonos por el tema del narcotráfico. Hay que ver cómo por lo menos podemos discutirlo. No podemos seguir una postura un poco bruta, bruta en el sentido de cerrada de decir: “La política es no” sin tener en cuenta las consecuencias.
P: ¿Por qué, desde la prensa internacional, el conflicto en Colombia se reduce la mayoría de las veces a la droga?
R: Si los periódicos publican estas informaciones es porque nosotros las leemos. El narcotráfico tiene un puntito de mafia que resulta atractivo igual que El Padrino es atractivo y hay primera, segunda y tercera parte. Porque, por ejemplo, ese puntito de mafia no lo tiene el tráfico de armas y por eso no hay tantas noticias. La manera de vivir de los narcotraficantes, en concreto los colombianos o los mexicanos, tiene un punto mafioso, naif, freak en cómo se montan unas cosas: las pistolas de oro, los baños, muchas mujeres, todas operadas, grandes carrazos, etc. Al mismo tiempo casi siempre trata de la historia del niño pobre que ascendió y se hizo multimillonario. El mundo de la droga y del narcotráfico en general, tiene un poquito eso que yo creo que en el fondo a nosotros, lectores, clase media normal, algo debemos tener en nuestro inconsciente que nos hace que nos atrae ese tipo de historias. Yo creo que el único caso que tiene todo eso pero con un valor agregado es el caso de Pablo Escobar.
P: ¿En qué se diferencia el caso de Pablo Escobar del resto?
R: Esa pregunta me la hice yo estando una vez en Brasil. Estaba con unos amigos que trabajaban con niños de la calle y un niño de unos 8 o 9 años, es decir, el niño no había nacido o había nacido recién cuando mataron a Pablo Escobar, dijo “Eu sou Pablo Escobar”, es decir “yo soy Pablo Escobar”. Pero un niño de la calle, en Belo Horizonte ¿cómo carajo sabe quién es Pablo Escobar? También decía:
“Yo cuando sea grande quiero ser como Pablo Escobar”. ¿Cómo que como Pablo Escobar?, ¿quién te ha hablado a ti de Pablo Escobar?, ¿cuál es el mito o la imagen de Pablo Escobar que tiene la gente marginal, que vive en la calle? El niño no me lo respondió, pero yo me he ido haciendo una hipótesis: la imagen que yo tengo en la mente es que Pablo Escobar respecto a los otros narcotraficantes tiene el valor agregado de que, aparte de toda esa sinvergonzonería, él se enfrentó al Estado y perdió pero le dio durísimo. Él tenía todas las cosas que he dicho, pero tuvo un puntito de enfrentarse al Estado, de yo contra el Estado. Los otros narcos intentaban torear al Estado, comprar al Estado. Así funcionaba también en Colombia el cártel de Cali. Éste nunca se contentó a la parte honesta del Estado sino que intentaba comprarla y al final lo compró todo. En cambio Pablo Escobar tenía un choque. Él asumió una lucha personal con el Estado de locos porque eso era poner bombas que mataban a 80 o a 100 personas, tumbar aviones con bombas, etc. La gente olvida toda esa locura y se queda con que este tipo era un bandido, pero que se enfrentaba con el Estado. Él lo sabía y, por eso, a veces decía que él era Robin Hood, que él era Al Capone. Él sabía que tenía un puntito de yo no soy solo un mero narcotraficante, yo soy un político.
Pablo Escobar tiene el punto agregado de que se enfrentó al Estado
Pablo Escobar tiene el punto agregado de que se enfrentó al Estado
P: ¿Dónde están las mujeres en este mundo que se suele retratar con rostro masculino?
R: Las mujeres suelen ser, por lo general, casi todas misses y suelen estar acompañando a sus capos. Eso lo ha usado también la policía. De los quince últimos grandes capos que ha agarrado la policía en Colombia, que la mayoría no los ha agarrado en Colombia sino en Venezuela, en Brasil o en Ecuador, lo han hecho haciendo seguimiento a sus mujeres. Cuando veían que llegaban al aeropuerto, entonces les hacían seguimiento. Al final hacían viajes extraños como, por ejemplo, de Bogotá a Panamá, de allí a Lima y de este lugar hasta Caracas para ir a la frontera de Venezuela con Colombia y allí estaba el narco. Las mujeres están en un supuesto segundo plano porque es un mundo 100% de hombres. Ellas no deciden y siempre tienen un claro perfil: son misses, modelos, etc. Obviamente ellas saben que no son las únicas. Ese capo puede tener 10, 15, 20 mujeres, todas las que quiera, pero con tal de que le dé para todos sus gustos, caprichos, viajes, carros y demás. Es un papel muy funcional.
Después no hay que olvidar que también en algunos casos ha estado muy presente el tema de la madre del narcotraficante, del gran capo. Cuando llegué a Colombia ya habían matado a Pablo Escobar, pero una de las cosas que más me sorprendió fue unas conversaciones que publicó la DEA [Drug Enforcement Administration] de Pablo Escobar con su madre. En ellas trataba a la madre con un gran respeto. Al final le decía algo muy típico en Colombia “Madre, deme su bendición” y él podía colgar y mandar matar a 10. Y podemos decir que esta clase de madres no saben lo que hacen sus hijos. Claro que saben, pero hay un tipo de mujer también que tiene que ver con la madre que ya empieza a ser retratada que es que parecería que detrás de cada gran capo o de cada gran sinvergüenza hay una mamá que consiente al hijo.
Si quiere leer la primera parte de esta entrevista, pinche aquí
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