Entrevistas

Entrevista a Sarah David, Coordinadora del Subcomponente de «Desarrollo Alternativo» dentro del programa COPOLAD III

«Todas las mujeres con quienes me he encontrado en el terreno han tenido las siguientes características: resiliencia, perseverancia y un gran talento para innovar»

Sarah David trabaja como asesora en la Deutsche Gesellschaft für Internationale Zusammenarbeit (GIZ) desde 2016, centrándose en las políticas de drogas orientadas al desarrollo y la salud y en la política de desarrollo feminista en América Latina, el Caribe, así como en Asia Central y el Sudeste Asiático. Es Coordinadora del Subcomponente de «Desarrollo Alternativo» dentro del programa COPOLAD III financiado por la UE. Posee un Máster en Estudios Latinoamericanos por la Universidad de Hamburgo y es licenciada por la Universidad Ludwig Maximilian de Munich, incluyendo intercambios académicos en México y Colombia. Antes de incorporarse a la GIZ, también ha trabajado con una ONG y con la Fundación Friedrich Ebert en México, así como con la Oficina de las Naciones Unidas contra la Droga y el Delito (ONUDD) en Viena. 

David ha estado sobre terreno y ha presenciado el trinomio vulnerabilidad-mujeres y cultivos de uso ilícito del que hablamos hoy con motivo del 8 de marzo, Día de la Mujer.

Pregunta. ¿Qué relación hay entre ser mujer, sufrir violencia y trabajar en cultivos de uso ilícito? 

Respuesta. De acuerdo con varios testimonios que hemos recogido en los últimos años durante visitas de campo y varios encuentros con mujeres, la presencia de grupos delictivos y conflictos armados en sus territorios ha resultado en un elevado nivel de inseguridad. Las mujeres que viven en estas zonas sufren de una triple discriminación: por ser mujer, por ser agricultora y por el estigma que conlleva la actividad de cultivar coca, amapola o cannabis, una actividad que es considerada ilícita en la mayoría de los casos. Mientras no se puede generalizar, la violencia doméstica, patrones de machismo y violencia sexual suelen ser comunes en algunas regiones. Con la ausencia del Estado en estas regiones y la falta de confianza en las autoridades, las mujeres no tienen a donde acudir por protección y recursos para salir de situaciones de riesgo. Trabajar en los cultivos de uso ilícito permite a las mujeres tener ganancias propias y por ende más poder decisivo – un factor clave que hay que tener en cuenta.

P. ¿Qué ha observado en el terreno cuando se ha movido en estas comunidades? ¿Pueden las mujeres decidir salir de ese tipo de agricultura?

R. Todas las mujeres con quienes me he encontrado en el terreno han tenido las siguientes características: resiliencia, perseverancia y un gran talento para innovar. Muchas veces, las ideas para los proyectos productivos ya se estaban trabajando desde antes de la llegada del Desarrollo Alternativo y hemos observado que mayoritariamente son las mujeres que quieren impulsar un cambio en su comunidad. Además, observamos un alto compromiso con organizaciones comunales, muchas mujeres desempeñan cargos políticos o administrativos en las cooperativas además de trabajar en el campo y tener la carga de los cuidados – muchas veces sin recibir ningún pago. Para conocer estas realidades hay que crear espacios de escucha para las mujeres, fomentar medidas con perspectivas de género y debemos usar más su competencia.

No obstante, para tener éxito y lograr una transformación sustentable – no solamente en el sentido socioeconómico, sino también mirando las relaciones de género y poder en las comunidades – se requiere capacitación técnica y el involucramiento de toda la comunidad, incluyendo sobre todo los hombres. 

P. ¿Qué las ata a no poder dejar el cultivo ilícito?

R. Muchas veces son factores externos, pero obviamente la influencia del crimen organizado en estas zonas juega un rol importante. Por ello, las causas raíz que prevalezcan en estas regiones también deben ser abordados en una estrategia o proyecto de Desarrollo Alternativo. Me refiero a que se necesita un enfoque holístico que combine medidas del desarrollo rural, la garantía de servicios básicos, el fomento del acceso a la tierra, la protección del medio ambiente y el cambio climático, la seguridad y el buen gobierno, entre otros. Por esto la Unión Europea y Alemania no apuntan a la antigua “sustitución de cultivos” en sus proyectos de cooperación, sino a un enfoque integral.

P. ¿Se puede trabajar por cambiar el cultivo ilícito por otro tipo de cultivo sin que esto afecte económicamente a su supervivencia? 

R. Políticas de drogas orientadas al desarrollo – un aspecto que se ha convertido en un eje central de un enfoque equilibrado e integral de la reducción de la oferta – enmarcan medidas que van más allá de cambiar un cultivo por otro. Las alternativas económicas también se pueden encontrar fuera del sector agrícola, por ejemplo, en el ecoturismo, artesanías, apicultura, etc. Además, se están usando instrumentos de financiación climática, como créditos de carbono, para proteger el medio ambiente y generar ingresos en parques nacionales, donde no esta permitido hacer agricultura convencional. Pero no hay una solución universal, por lo cual es indispensable hacer consultas a las comunidades y análisis de viabilidad antes de empezar con un proyecto. Además, importante es tener un enfoque integral que aborda también las deficiencias estructurales y de gobernanza en la región. 

P. En Afganistán este cambio ha sucedido de manera repentina, ¿Qué ocurre cuando esto sucede de esta manera y sin transitoriedad?

R. Siempre hay que tener en cuenta que el cultivo de amapola, coca o cannabis constituye una fuente de ingreso para las mujeres. A pesar de que esta actividad es considerada ilícita en la mayoría de los países, muchas veces es la única opción de obtener un empleo en estas zonas marginalizadas. Las mujeres tienden a gastar esas ganancias en el bienestar de su familias y comunidades, pero también les permite independizarse económicamente. Por ello necesitamos medidas con enfoque de género en los proyectos y de esta manera se pueden transformar las relaciones de género al largo plazo. No obstante, si no hay una secuencia adecuada a la hora de cambiar de un cultivo ilícito a una actividad económica legal, lo que significa asegurar la seguridad alimentaria y económica antes de abandonar los cultivos, la situación se agrava – no solamente para las mujeres sino para sus familias. En este caso, la probabilidad de que vuelvan a cultivar o recurran a otras activadas ilegales es muy alta.

P. Estamos en 8M, ¿Qué debemos reivindicar en este día hacia las mujeres que sufren este trinomio vulnerabilidad, mujeres y cultivos de uso ilícito?

R. Pienso firmemente que la nueva “Política de desarrollo feminista” del Ministerio Federal de Cooperación Económica y Desarrollo de Alemania brinda los ejes centrales de lo que se debe hacer: el fortalecimiento de los derechos, fomentar el acceso equitativo a recursos, así como la representación equitativa. Para trasladar esto al contexto de las mujeres que viven en zonas de cultivos de uso ilícito, faltaría un primer paso: hacerlas visibles. Esto significa incluirlas en las todas las etapas de un ciclo de proyecto, crear espacios seguros para escuchar sus ideas y necesidades y asegurar de que estén consideradas como individuos y no solamente como parte de la familia.

Además, mientras en el 8M se suele dar espacios específicos para mujeres en muchos ámbitos, tenemos una deficiencia grande en el resto del año. Hablando del nivel nacional e internacional, aún no hemos logrado una representación adecuada ni en conferencias ni al nivel intergubernamental. Todas y todos debemos sentirnos responsables de cambiar esto, ya sea por cuotas o por ceder nuestros espacios a representantes de comunidades afectadas. Todas estas mujeres son expertas y deberían tener voz en espacios de toma de decisiones que afectan sus vidas.

 

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Editora de la Revista InDependientes. Además periodista en gabinete de prensa de Socidrogalcohol y CAARFE. Monitora y periodista en GARA Alcoy. Colaboradora en Ara Multimèdia y columnista en Radio Alcoy-Cadena Ser. Miembro del Instituto de Investigación en Drogodependencias de la UMH y secretaria técnica de la publicación Health and Addictions. Miembro de la Asociación Nacional de Informadores de Salud.

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Mireia Pascual Mollá
Editora de la Revista InDependientes. Además periodista en gabinete de prensa de Socidrogalcohol y CAARFE. Monitora y periodista en GARA Alcoy. Colaboradora en Ara Multimèdia y columnista en Radio Alcoy-Cadena Ser. Miembro del Instituto de Investigación en Drogodependencias de la UMH y secretaria técnica de la publicación Health and Addictions. Miembro de la Asociación Nacional de Informadores de Salud.
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