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La familia: Construir un puente entre las dos orillas

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Las aguas de un río sano, limpio y cristalino cuando tocan las dos orillas convierten a éstas en un vergel de vida. Sin embargo, cuando las aguas están contaminadas, ni la más bella de las flores resiste su esplendor por mucho tiempo.

En una familia en la que uno de sus miembros padece un trastorno adictivo, podría asemejarse a esa metáfora en la que el río está contaminado. Y es que cuando la sustancia adictiva es consumida por uno de ellos, “el agua se contamina” y termina afectando indirectamente a la otra orilla, es decir, al resto de la familia. Así que, lo paradójico es que la toxicidad de esa sustancia les une y les separa a la vez.

Cuando una familia llega pidiendo ayuda ante esta problemática, se hace más que necesario dotarlas de herramientas útiles para construir un puente entre las dos orillas. Un puente sólido que las vuelva a unir.

En este proceso de recuperación, cada una de las partes tendrán que eliminar conductas que les mantenían en un círculo vicioso. Por una parte, la persona con el trastorno adictivo deberá abandonar todo consumo de la sustancia y, por la otra, la familia desistirá de reproducir conductas que favorecían, sin ser conscientes, el mantenimiento de la conducta adictiva.

Primero, todos han de construir una base sólida que mantengan firmes los ladrillos de ese puente, y éste ha de ser su compromiso terapéutico en la asistencia a su centro o asociación. A continuación, y desde la psicoeducación, los profesionales les explicarán los mecanismos biológicos, psicológicos y sociales que comporta el trastorno por uso de sustancias o trastorno adictivo. Así, es esencial que estas personas comprendan desde una perspectiva científica el desarrollo de una adicción, ya que de esta forma se destierra el estigma que conlleva dicha conducta, tanto en lo personal como en el ámbito de sus relaciones sociales y familiares.

Independientemente del modelo que se siga en cuanto a las terapias en cada centro o asociación (grupales por separado -adictos y familiares-, terapias conjuntas y de pareja, o una combinación de todas ellas), es imprescindible en los primeros estadios facilitarles la expresión de sus sentimientos y emociones. De esta manera se trabajará paulatinamente en la desculpabilización, la negación y represión de sentimientos (ira, rencor, venganza, tristeza, miedos y resentimientos), así como en conductas de focalización en el otro, asunción o dejación de las responsabilidades, estilos de afrontamiento y prevención de recaídas.

En la medida en que la abstinencia y la sobriedad va avanzando, es muy importante dotar o restablecer las habilidades sociales que en estas familias se ha ido perdiendo, poco a poco, por culpa de la adicción. Comenzar por la empatía es lo más adecuado, pues en esa deriva emocional que produce la conducta adictiva, la comprensión del otro, de sí mismo y de las conductas de ambos, es imprescindible en la construcción de ese puente que los una de nuevo. La asertividad y las habilidades comunicativas son más que necesarias, sobre todo después del diálogo disfuncional o la incomunicación que impera mientras la adicción ha estado presente. Establecer un nuevo diálogo equilibrado, asertivo, eficaz y comprehensivo en toda la familia es imprescindible para la sana interacción de todos sus miembros.

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Desde la regulación emocional, el entrenamiento en habilidades sociales, la eliminación y asunción de nuevas conductas, así como el ejercicio de la responsabilidad por parte de todos, quedan comprometidas las dos orillas a restablecer lo que la adicción se llevó.

Es importante que comprendan, tanto unos como otros, que deben asumir su propia responsabilidad en su recuperación. Nadie va a salvar a nadie. Desde el momento que tienen una información precisa y un compromiso adquirido, cada uno es responsable de su propia conducta.

En demasiadas ocasiones desde el movimiento asociativo se focaliza la recuperación de la persona adicta en la familia, con lo que, de alguna forma, se la dota de una nueva responsabilidad; cuando es evidente que llegan más que sobrecargada de ellas. No dejando de ser cierta dicha afirmación, también sería correcta si invirtiésemos los términos. En cualquier caso, lo importante es transmitir a las personas adictas que son igualmente significativas en la recuperación de su familia, que, dicho sea de paso, no es lo mismo que recuperarlas. Así que, si transmitimos el mensaje, éste ha de ser bidireccional y con una responsabilidad compartida.

En este sentido hemos de observar que, mientras el adicto se va recuperando poco a poco y suma días en sobriedad, su recompensa aumenta en la medida que va consiguiendo sus objetivos. Por el contrario, en el familiar, teniendo la misma temporalidad que la persona adicta, emocionalmente su tiempo es diferente y va un poco por detrás, a pesar de estar contenta o contento con la evolución de su ser querido. Entonces… ¿a qué se debe esto?, pues precisamente al producto de la precisa información que ahora posee, y es que conoce el concepto recaída y lo que podría originar en el seno familiar si esto se produjera.

Por esta razón, es conveniente entrenar a los familiares en la prevención de recaídas, y en la gestión de los miedos anticipatorios. Y, por otro lado, a la persona adicta hacerle comprender de la importancia de su participación en la recuperación de su familiar, es decir, de la persona que estuvo a su lado en los peores momentos cuando la adicción campaba a sus anchas. Así, desde el libre ejercicio de su responsabilidad, ha de tenderle la mano y ayudarla con su sobriedad a caminar juntos y a la par.

En la medida que cada uno va ejerciendo libremente las responsabilidades en su recuperación, el río se va descontaminando y aclarándose, dando lugar a aguas más cristalinas. Es importante no olvidar que, en el fondo de ese río siempre permanecerá el sedimento de la adicción, aunque éste con el paso del tiempo no parezca perceptible. Teniendo todo esto en cuenta, ese puente irá emergiendo y se construirá más sólido, sano y equilibrado, conectando por fin, las dos orillas. Desde esa nueva perspectiva que da la sobriedad, la serenidad y el respeto mutuo, toda la familia, unidas de la mano, contemplarán desde ese puente los más hermosos y bellos paisajes.

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Luis C Vertedor

Psicólogo. Máster en Investigación en Psicología y Experto en adicciones.

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