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Los aún más desamparados: La ansiedad

ansiedad

Continuación del artículo: La pendiente resbaladiza del contacto con las drogas

Cerrando el círculo de terapias y su relevancia en el ámbito del tratamiento y la prevención de nuestros jóvenes, me gustaría desmitificar el trabajo psicológico de la última vertiente, las terapias de conducta de tercera generación. Pero no sin antes relacionar lo que ya llevamos hablado con un nuevo concepto, la ansiedad. Así que me permitirán que concluya esta serie en el próximo artículo, hoy hay que hablar de números.

Hemos hablado largo y tendido de cómo nuestros jóvenes se introducen en las drogas. Cómo puede que un amigo, un grupo de ellos o una persona respetada o querida les ponga en la tesitura de consumir o enfrentarse al grupo. No creo que ninguno de nosotros dude de que a un joven de, pongámonos, 14 años, le resulte difícil rechazar una sustancia cuando todo su grupo está presente. Negarlo supondría, a su parecer, rechazo y marginación y a quién no le invade una fuerte ansiedad al imaginarse en la época más social de su vida, solo.

Según datos recabados por Haro et al. (2006) nos encontramos con que, como mínimo, el 8’1% de la población española presenta algún trastorno de ansiedad relativo a la relación social. Y valiéndonos del Instituto Nacional de Estadística aplicamos ese porcentaje a la franja de edad entre los 10 y los 24 años y obtenemos que 558.361 jóvenes poseen ya un trastorno de ansiedad y si utilizamos los datos (sesgados debido a que han sido recabados por los asistentes a una clínica psicológica) de la Guía de Práctica Clínica para el Manejo de Pacientes con Trastornos de Ansiedad en Atención Primaria (2008), este porcentaje puede llegar a ser del 40%, representando que, a día de hoy, podría haber 1.929.338 jóvenes entre 10 y 24 años con un trastorno de ansiedad.

Ya hemos hablado de lo difícil que es resistir a la presión del grupo, de lo poco entrenados que están nuestros jóvenes en decir “no” a aquellos que quieren pese a todo lo negativo que sepan de las drogas, pero ahora pongámonos en el peor de los casos; el 40% de ellos todavía lo tiene más difícil debido a que la ansiedad (con su consecuente pérdida de calidad de vida) juega un papel importante en esa decisión. En la situación más adversa, uno de cada cuatro jóvenes que vea usted hoy tiene un problema de ansiedad, recuerde que sólo les informamos de lo perjudiciales que son las drogas y que no les formamos en inteligencia emocional, un grupo de gente que aleja la ansiedad de sí mismo le ofrece consumir y sabe que debe decir que no pero le es difícil, ahora, ¿le añadiría la carga mental de verse solo?

Perdónenme la vertiente catastrofista, pero pese a que es muy ambicioso el tener en cuenta ese 40% de ansiedad poblacional, no se puede negar que es un dato real y que en el menor de los casos estamos hablando de 558.361 jóvenes de los 6’7 millones que hay actualmente como mínimo en nuestro país.

Sólo les damos un libro de ruta que a grandes rasgos dice “la droga es mala” y les dejamos solos frente al miedo a la soledad y encima sabemos que puede que 2 de cada 5 de esos jóvenes esté pasando un trastorno de ansiedad que repercute en su vida personal y social. ¿No es más que suficiente para tomar medidas?

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Miguel Martinez Notivol

Licenciado en Magisterio de Educación Primaria por la Universidad de Zaragoza y Graduado en Psicología por el itinerario de Psicología Educativa

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