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Si te escondes, nunca serás libre. El autoestigma en las adicciones

Superar una adicción es un trabajo arduo, pero es posible. La conducta no es reversible a un inicio del control sobre el consumo o su comportamiento, pero sí puedes eliminarla completamente. Vivir una vida libre de adicciones es una realidad.

Todas las personas que deciden recuperarse de un trastorno adictivo se van a enfrentar una serie de fases hasta que se sientan en paz consigo mismos y con los demás. En un primer estadio tendrán que superar el síndrome de abstinencia (fase física), para conseguir desintoxicarse de la sustancia o del comportamiento adictivo. En la segunda (fase mental), tendrán que regular pensamientos, sentimientos, emociones y conductas. Esta última fase es la más larga y complicada. Es un largo trayecto que va desde el reconocimiento de la enfermedad hasta su aceptación final.

Es en esta segunda fase donde, entre otros muchos pensamientos y emociones que han de regular, se van a enfrentar a innumerables consideraciones sobre sí mismos. Dos conceptos, dos emociones fuertemente arraigadas aparecen en ese camino de la recuperación, y son la culpa y la vergüenza.

Estas dos emociones suelen ir de la mano y, a veces, se confunden entre sí o se solapan la una sobre la otra. De hecho, tienen sus similitudes, pero, también, tienen características únicas y diferenciadoras entre sí. Ambas comportan sentimientos sociales y se sitúan en la mirada del otro, o, mejor dicho, en el poder que concedemos a la mirada (real o simbólica) del otro. Pero mientras la culpa suele remitir a un daño infligido a los demás, en la vergüenza se remite a la conciencia de sí y a la percepción que los demás puedan tener de uno mismo, de su reputación o del sentimiento de pérdida de la propia dignidad. Como podemos apreciar, todo tiene que ver con la construcción de nuestra autoimagen (desde que nacemos) mirándonos en el espejo de lo social, en las reacciones de los demás.

Escribir sobre la culpa y la vergüenza merecería un artículo exclusivo para estos dos conceptos. Así que, lo dejaré para otro momento en el que os amplíe estas dos emociones y la importancia que tiene su abordaje en el proceso de recuperación de la persona.

Como sabemos el poder de la adicción es tan grande que, a pesar de las consecuencias negativas que tenga sobre la persona o sobre las demás, ésta se abre paso inexorablemente hasta conseguir su dosis. Es un acto lleno de puro egoísmo. Es una enfermedad tremendamente egoísta.

Hemos comentado arriba sobre el concepto de la vergüenza la influencia que ejerce sobre la conciencia del sí, es decir, sobre ella misma. Por otro, hemos aludido a la percepción de los demás sobre la persona. Esa confluencia, esas dos percepciones, desembocan en un mismo sentimiento interno. Es decir, en una mirada lesiva y negativa que la persona tiene de sí misma.

Desde ese sentimiento interno de negatividad, desde esa mirada de sí misma hacia lo social y que vuelve a revertir sobre ella, le lleva, durante un largo trayecto de su recuperación, a esconderse de nuevo. Podríamos decir que es casi igual que como cuando la persona estaba en activo, pero ahora sin el comportamiento adictivo. Lo que en realidad ocurre, no es que se esconda de los demás, sino que lo hace de sí misma o sí mismo. Hablamos del autoestigma. Una piedra de gran tamaño que pesa demasiado en estas personas.

Este autoestigma, esa vergüenza que la persona siente sobre sí misma es producto de muchas recaídas, abandonos, y, en algunas de ellas, de años de una sobriedad mal llevada que mejor, en este último caso, sería definirla como una abstinencia prolongada que cierra las puertas a toda felicidad.

Sobre todas estas cuestiones también os hablaré en otro próximo artículo. De momento, me gustaría plantear varias reflexiones a toda persona adicta que esté en recuperación y se esté debatiendo entre estas emociones. Y son estas:

– Si antes te escondías cuando estaba en activo… ¿Por qué lo sigues haciendo ahora que estás recuperándote?
– Si antes tenías un consumo y un comportamiento tóxico… ¿Por qué te escondes ahora que tienes un hábito saludable y un comportamiento responsable?
– Si antes el egoísmo estaba pegado a tu piel… ¿Vas a dejar ahora que se siga apoderando de ti?

La madurez personal viene del ejercicio de la responsabilidad, y de este ejercicio se llega a la madurez. Ser responsable y maduro conlleva no esconderse de sí mismo ni en la personal ni en lo social. Recuerda que el ejercicio responsable de tu libertad está en ti. No te escondas.

Los inteligentes desean el dominio de sí mismos,
los niños desean caramelos.
Rumi

Salud y Sobriedad.
¡¡Abrazos!!

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Luis C Vertedor

Psicólogo. Máster en Investigación en Psicología y Experto en adicciones.

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