Expertos

Sagrada Familia, wine, cava y marihuana

Jordi Pascual | Estudiante de periodismo colaborador en InDependientes

Un autobús lleno de turistas atraviesa Cataluña. En su interior una voz monotona explica historias más o menos literalizadas para dejar que corra el tiempo antes de hacer la siguiente parada en un lugar abarrotado de más turistas y más voces monotonas que explicaran, como cada día, la misma historia de un lugar que ya ha perdido el sentido en sus mentes.

En el exterior del autobús los carteles dejan claro de qué va la cosa. Dispuestos de forma estética y colorida se pueden leer todo tipo de monumentos característicos: Sagrada Familia, Parc Güell, Museu Dalí… Y, como si de otro moumento se tratase, se deja leer «wine» (vino) y «cava». Ninguna otra muestra de gatronomía típica catalana; ni pà amb tomàquet, ni escudella i carn d’olla, ni calçots ni panellets. Para cuántos de los turistas que llenan el autobús estas dos palabras son el motivo de su viaje, no se sabe; lo que está claro es que para alguno lo es y que muchos de ellos abusarán peligrosamente.

Cuando lleguen a Barcelona empezarán a deambular por la Rambla hasta ir a parar a un bar para comerse una paella congelada a las ocho de la tarde y acompañarla con eso, wine y cava. Pasadas las diez, las Ramblas empezarán a coger un extraño aspecto de degradación, de cartereros intentando sacar provecho de los turistas ebrios y desorientados y de reminiscencias del Raval de los años ochenta. Esto sumado al turismo de borrachera más estacional caracterizado por la playa y la cerveza.

Puestos a sumar, le sumaremos también el turismo cannábico, si es que no es el mismo. Desde hace unos años Barcelona aparece como un buen destino para ir a consumir marihuana. Gente permisiva y fácil acceso. La nueva Ámsterdam. La capital catalana tiene alrededor de 200 clubs de cannabis, la mitad del conjunto del Estado Español. Supuestamente solo los socios tienen acceso a los clubs con la posibilidad de invitar a una persona. Pero los turistas se cuelan, los menores de 21 años, también. Los clubs, organizados en la Federació d’Associacions del Cànnabis de Catalunya (CATFac), dicen que el control es muy difícil. Algunos de sus socios ofrecen a los turistas que entren con ellos a cambio de dinero.

 La capital catalana tiene alrededor de 200 clubs de cannabis, la mitad del conjunto del Estado Español

Incluso aquellas asociaciones más modélicas tienen problemas. En Sant Cugat del Vallès, localidad vecina de Barcelona, existe un club de cannabis que además realiza actividades culturales (para socios y abiertas en el exterior en fiestas) y guarda parte de la marihuana para uso medicinal. Ahora está cerrado porque parte de sus socios empezaron a vender la droga.

Parece claro que hace falta una regulación pero no solo para el cannabis. Los vecinos de zonas turísticas (los barrios del Raval, el Gòtic y la Barceloneta en Barcelona principalmente) exigen su derecho a descansar pero, también, a llevar una vida normal, pues salir de casa es a veces una odisea por el turismo cannabico/de borrachera y las constantes peleas y enfrentamientos que provoca. Por eso proponen medidas para que el turismo masivo no sea un problema para los allí residentes.

Los medios de comunicación ya han situado sobre la mesa el problema del «modelo turístico». Xavier Trias, alcalde de la ciudad, acepta (según publicaba el diario Ara en su edición del 15 de enero del 2015) que se «tiene que hacer más» para «revertir directamente en el bienestar de la gente». Para estas declaraciones ha sido necesaria la mobilización del barrio de la Barceloneta contra este modelo turítico y contra la elitización de la zona con la construcción de una marina de lujo.

Al otro lado de la balanza, como siempre, el negocio. Barcelona es la quinta opción del turismo europeo con más de siete millones de turistas anuales. Estos se gastan una media de 654€ si es turismo vacacional y de 732€ si es de negocios. En total unos 37 millones de euros al día (datos de El Periódico del 7 de noviembre del 2014). Pero esta es la misma Barcelona que sitúa el modelo turístico como el séptimo problema más importante de la ciudad y como primero o segundo en las zonas más masificadas.

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