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Mujeres domadas por el miedo a la libertad

enero 25, 20212147 views0

Susurran entre llanto y temor el dolor que desgarra su alma y su corazón. Queriendo escapar de ese embrollo que en apenas un abrir y cerrar de ojos las abrumó. Tal vez el silencio es una salida, que genera algo de alivio a esa ardua situación.

Las circunstancias no mejoran, las cifras aumentan al pasar de los días. Mujeres atemorizadas sufriendo agravio físico, psicológico y sexual por parte de su pareja. Los medios mencionan casos de algunas mujeres víctimas de maltrato, unas más vulnerables que otras, como las mujeres desplazadas, migrantes, refugiadas y aquellas que viven en zonas de conflicto. No obstante, para realizar un análisis mucho más cercano, las personas más adyacentes a nosotros, que hacen parte de la familia o amigos cercanos padecen este tipo de violencia y en innumerables circunstancias, no hay manera de saberlo, ya que al sentir miedo prefieren callar y esperar incluso la muerte.

La violencia contra la mujer, constituye un problema grave de salud pública a nivel mundial y una violación a los derechos humanos. Lastimosamente se ha homogenizado tanto este hecho, que la mayoría de mujeres que en alguna ocasión de su vida padecieron o están soportando este tipo de situaciones, han sentido suma vergüenza, temor y pérdida de identidad, ocasionando silencio absoluto, dolor inagotable, el cual deja secuelas por el resto de la vida y terminan adaptándose a la situación.

Sentir culpabilidad por algo que realmente ellas no comenten es una catástrofe de gran magnitud. Paradójicamente, los estudios muestran que las víctimas sienten vergüenza por ser humilladas y culpabilidad por las interacciones negativas. La vergüenza genera un estado emocional desagradable, así mismo genera una cierta confusión mental en la víctima. Lo más grave es que pocas mujeres se atreven a contar su historia, la mayoría están domadas por el miedo a la libertad absoluta. En el mundo, aproximadamente una de cada tres mujeres ha sufrido violencia física, psicológica y/o sexual por parte de su pareja en algún momento de la vida. Según la OMS un 38% de los asesinatos de mujeres son cometidos por la misma pareja.

Ver y oír que una mujer fue lanzada por su pareja de un quinto piso, o que un padre asesinó a sus hijos, su esposa y luego se suicidó, son casos que se han adaptado a la vida cotidiana. Normalizamos este tipo de situaciones, lo que en la mayoría de casos no sabemos es que, hasta una misma hermana, prima, amiga está padeciendo en silencio la misma condición, que podríamos evitar si actuáramos a tiempo o al menos minimizáramos la indiferencia.

Esta problemática mundial conlleva unos factores de riesgo para las victimas tanto en su personalidad como en sus relaciones interpersonales y toma de decisiones a lo largo de su vida, ocasionando secuelas e incluso la misma muerte.

El miedo como respuesta a la violencia que se padece, puede actuar de forma ambivalente. Por una parte, puede ser una forma de tomar el valor de afrontar la situación y apropiarse de sus decisiones para alejarse de ese agresor y tal vez aprender de la situación. Por otra parte, el miedo aparece en situaciones de violencia continua y toma forma de amenaza prolongada, debilitando a la víctima, destruyendo su autoestima, haciéndola vulnerable y temerosa ante nuevas agresiones, llevándola a guardar silencio, permitiéndole al agresor manipular a su antojo estos escenarios.

Lo más complejo del asunto es que las cifras que están reportadas son mínimas, frente a las que no se reportan y quedan tras bambalinas.

Los casos de mujeres que aún esperan ser rescatadas en silencio incrementan al pasar de los días.

Sólo basta decir, todos somos iguales. Merecemos respeto bajo cualquier condición, no debemos normalizar un grito, un golpe y/o un asesinato, es momento de romper el silencio y encontrar la libertad.