Entrevista a Patricia Martínez, coordinadora del Proyecto Malva
«La prevención de la violencia de género debería basarse en la exploración de contenidos del amor que no pasen por los mitos del amor romántico»
Pregunta. ¿Qué es el proyecto Malva y cuántos años lleva en funcionamiento?
Respuesta. Malva se inició en el año 1999, con apoyo de la Comisión Europea (Programa Daphne), como un proyecto de prevención y sensibilización que pretendía evidenciar la vinculación –altamente– prevalente entre la violencia en la pareja y el abuso de alcohol y otras drogas. Nuestra entidad tiene una amplia experiencia en ambas temáticas.
Malva se ha convertido, a día de hoy, en una línea de trabajo especializado en nuestra entidad donde confluyen todas las intervenciones que vinculen de alguna manera la perspectiva de género y las drogodependencias; con especial atención a la violencia. Desde las políticas en materia de drogodependencias hasta las normativas o actividades de intervención de los servicios.
P. ¿Qué objetivos perseguís desde Malva?
R. Es un proyecto con objetivos de prevención indicada y prevención específica en:
- Aplicar la perspectiva de género en la atención a las drogodependencias, prestando especial atención a la violencia de género hacia la pareja.
- Evitar que se produzcan, siquiera por primera vez, episodios de violencia contra la pareja, en especial de violencia contra la pareja que implique agresiones físicas graves.
- Detectar precozmente los casos de violencia ya existentes en un estadio inicial y moderado, interviniendo para evitar su repetición.
- Proporcionar herramientas para reducir el impacto negativo de la situación que viven las víctimas, en tanto que no sea posible modificarla de forma más sustancial.
Las actividades que se realizan desde el proyecto Malva son las siguientes:
- Jornadas formativas con profesionales del ámbito de las drogodependencias, atención a la mujer, atención primaria y servicios sociales.
- Asesoramiento a profesionales y/o administraciones públicas en el diseño de materiales o estrategias de intervención específicas para tratar ambas problemáticas.
- Jornadas formativas con población universitaria (estudiantes de Psicología, Educación Social, Integración Social, Ciencias de la Salud, etc.).
- Talleres preventivos continuados con adolescentes en riesgo de abuso de drogas.
- Talleres preventivos con mujeres (ya sean víctimas de violencia, mujeres drogodependientes, o mujeres en situación de posible exclusión social).
P. ¿Por qué hay tanta relación entre el consumo de alcohol y otras drogodependencias con la violencia de género?
R. Esta es una cuestión compleja para responder. De hecho, tal como está planteada, podría entenderse que el consumo de drogas es la base de la violencia de género, y esto sería un error. Desde Malva partimos de que la base de la violencia de género es precisamente el “género”como sistema de organización social que establece una jerarquía entre hombres y mujeres, acompañado de un sistema ideológico machista y heterodesignante. El mero consumo no lleva asociado la violencia como resultado directo. Y la violencia de género es un sistema de violencia estructural que se expresa en violencias interpersonales directas como por ejemplo la violencia en la pareja heterosexual.
Una vez aclarado lo anterior, podemos entonces poner de relieve que existe una alta prevalencia en el abuso y dependencia a sustancias, y situaciones de violencia de género (agresiones sexuales, abusos sexuales en la infancia, maltrato en la pareja…) que responden a complejas dinámicas presentes en ambas realidades. En muchos casos encontramos dependencia o abuso de sustancias en el agresor (inhibe los mecanismos de control, por ejemplo), pero, y esto es algo en lo que Malva pone especial atención: también en las mujeres víctimas de esa violencia (por ejemplo como forma de evadirse y/o soportar lo vivido).
P. ¿Qué carencias tiene la sociedad a la hora de tratar la doble problemática de consumo de drogas y violencia de género?
R. No sabemos si podemos hablar de la sociedad en su conjunto, pero sí podemos afirmar que los mecanismos puestos en marcha para atender a las mujeres que presentan ambas realidades son, de momento y salvo excepciones, insuficientes. Como se recoge en el estudio publicado por UNAD en 2010: Existen pocos estudios que pongan de relieve la alta prevalencia de la violencia en la pareja en las mujeres drogodependientes, aunque los que hay la detectan, y además un alto porcentaje de los y las profesionales entrevistadas coinciden en señalar esta realidad. Sin embargo, no se presta una atención integral desde ninguna de las dos redes, y desde ambas se percibe en general que es un problema que requiere de atención y soluciones.
(…) las mujeres drogodependientes, en general, no acuden a los servicios de la red de atención a la violencia de género. Se quedan en la red de drogodependencias aunque haya posibilidades de derivación/coordinación con la red de malos tratos. La investigación (siempre a través de las percepciones de los equipos profesionales) apunta diversos factores: relacionados con el estigma, la creencia de que merecen la violencia que reciben por ser drogodependientes (y/o estar bajo efectos de sustancias)
En la red de atención a violencia de género se vivencia la drogodependencia como un elemento altamente desestructurante, falta formación en la materia (lógicamente, por otro lado) y aunque hay sensibilidad en muchas de las profesionales que intervienen, las redes en sí mismas (por criterios de acceso, tipo de acciones puestas en marcha, etc.) actúan de forma centrífuga para las mujeres drogodependientes.
Teniendo este tipo de factores y realidades en cuenta, es por eso que desde FSYC, a través del proyecto Malva, se pone en marcha un recurso como L’Espai Ariadna, que proporciona atención verdaderamente integral a las mujeres que atiende.
P. ¿Es el ataque psicológico constante un modo de violencia de género? ¿Y la sobre vigilancia por parte del cónyuge? (Ahora que con los móviles y algunas aplicaciones los jóvenes vigilan constantemente a sus parejas)
R. Si, claro. La violencia de género se manifiesta de múltiples formas, y comprende “todo acto de violencia basado en la pertenencia al sexo femenino que tenga o pueda tener como resultado un daño o sufrimiento físico, sexual o sicológico para la mujer, así como las amenazas de tales actos, la coacción o la privación arbitraria de la libertad, tanto si se producen en la vida pública como en la vida privada” (Asamblea General de la ONU. Resolución 48/104, 20 de diciembre de 1993).
El ataque psicológico puede consistir en minusvaloraciones constantes, menosprecio, desatenciones… La construcción de los roles de género unidos a la idea de “amor romántico” perpetúan el maltrato psicológico como algo “normal” en las relaciones.
Acerca de la sobre vigilancia: es un tema que puede ser difícil de detectar y muchas personas confunden ese control con “preocupación por mi” /“me preocupo por ella, la protejo”.
El ataque psicológico puede consistir en minusvaloraciones constantes, menosprecio, desatenciones…
El ataque psicológico puede consistir en minusvaloraciones constantes, menosprecio, desatenciones…
P. ¿Qué está ocurriendo en el caso de los más jóvenes? ¿Estamos involucionando en algo en lo que habíamos avanzado mucho? Si es así, ¿A qué se debe?
R. Sinceramente no podemos afirmar si esto se está dando así en general en la juventud. Según nuestra experiencia con menores, encontramos que se siguen reproduciendo roles tradicionales donde la masculinidad pasa por el control y la agresividad, así como la feminidad por la docilidad y afabilidad, acompañada a veces de sumisión en la pareja. Un trabajo de prevención de la violencia de género debería basarse en una ruptura de la dicotomía de género así como en la exploración de contenidos del amor que no pasen por los mitos del “amor romántico”, y crear un imaginario más allá de la heterosexualidad como “lo normal”.
P. ¿Cómo se trabaja con una mujer que recibe malos tratos y que vive en una familia en la que hay un abuso de alcohol?
R. Es difícil contestar en abstracto a algo así, aunque podemos contestar precisamente complejizando sobre esta cuestión como apuntábamos anteriormente y desde luego afirmaríamos que el primer paso sería imprescindible que ella pida ayuda, o que si se detecte en algún recurso se trabaje para una motivación al cambio si hubiese contemplación del problema por parte de la mujer.
P. ¿Qué necesita una mujer para darse cuenta de la realidad? ¿Cómo se motiva para que haga algo al respecto?
R. Esta es una cuestión delicada, ya que nadie mejor que la propia persona para tomar conciencia o no de lo que tiene que ver con su vida y sus procesos personales. “Darse cuenta” o no de “La realidad” es algo en lo que ningún profesional puede intervenir o determinar; en todo caso podemos establecer procesos de acompañamiento en la toma de conciencia de las situaciones, posibles tomas de decisiones, etc. de la persona. Es desde enfoques como la Entrevista Motivacional y el Modelo Transteórico del Cambio de Prochaska y Diclemente que encontramos elementos terapéuticos que favorecen la motivación al cambio, así como recomendaciones para los y las profesionales que acompañan a mujeres en este tipo de procesos tan complejos. Un abordaje no confrontativo, así como el establecimiento de un vínculo terapéutico de apoyo, aportarán herramientas imprescindibles en esta materia. Sentirse respaldada y no juzgada en sus decisiones puede contribuir al necesario respeto que toda persona merece…
Desde Malva estamos preparando una biblioteca de referencia para este tipo de situaciones y su abordaje terapéutico tanto en sesiones individuales como en trabajo grupal. Existen muchas publicaciones, pero no todas contemplan la perspectiva de género y nuestra intención es poder aglutirnarlas todas y ofrecerlas en un lugar centralizado.
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