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Mentiras en el proceso adictivo

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La temática de la mentira es una constante en el abordaje del fenómeno de las drogodependencias, contaminando muy frecuentemente la relación terapéutica con los pacientes. La mentira no sólo hace referencia a lo tocante al consumo de sustancias; el engaño se introduce también en la percepción del problema, tal y como se aprecia cuando un paciente niega tener problemas con su pareja, con sus hijos o en su actividad laboral debido al consumo de alcohol; todavía sorprende más que el paciente llegue a crear una historia autobiográfica particular e irreal donde no parece existir problema alguno (Damasio, 2001).

¿Por qué los pacientes mienten? ¿Qué obtienen diciendo la verdad? Una de las explicaciones cognitivas afirma que si las consecuencias que se anticipan son negativas a corto plazo, se inhibe la conducta de la verdad (Ruiz, 2009). Es decir, si el paciente conoce la contingencia consumir-castigo, mentirá en caso de haber consumido, para no ser penalizado.  Además, no solo mienten, sino que acaban creyéndose su propia mentira.

El autoengaño no es en sí mismo patológico (Ruiz, 2009), puesto que utilizamos el engaño para interrelacionarnos con la sociedad en la vida cotidiana y guarda relación con la bien conocida deseabilidad social. Sin embargo, cuando el autoengaño se hace de manera inconsciente, la manipulación de la información no es intencionada, por lo que el adicto se cree su mentira. Por ejemplo, en la población alcohólica es frecuente encontrarse con pacientes que fabulan y crean historias explicativas sobre su problema, que nada tiene que ver con la realidad. En este caso resulta difícil diferenciar qué parte de esta realidad puede ser atribuida a un déficit de memoria y cuál a la no aceptación de su responsabilidad en los problemas que el alcohol ha ocasionado en su vida (Ustárroz, Landa y Conde, 2003).

Imaginemos a un adicto en su etapa pre-adictiva, cuando realiza sus primeros consumos; éstos se van haciendo cada vez más importantes, por lo que llega un momento en el que, para justificar su conducta, se ve obligado a engañar. Lo necesita para poder consumir. Es importante matizar que estas primeras mentiras le suponen un cierto esfuerzo activo, incluso un conflicto que periódicamente se reproducirá en tanto que se mantenga el comportamiento adictivo (Sirvent y Blanco, 2007). Al principio le costará no ser sincero y sufrirá por haber engañado a seres queridos, amigos, pareja, allegados, etc. Estas primeras mentiras aisladas le generan culpa y ansiedad aguda asociada (Sirvent y Blanco, 2007). Poco a poco, a base de repetir el engaño por perpetuarse su necesidad de mentir, terminará engañando sin esfuerzo (se extingue la ansiedad asociada) y con el tiempo acabará por no distinguir la verdad de la mentira; simplemente se limitará a decir con toda naturalidad aquello que más le conviene a sus propósitos, sea o no cierto lo que afirma (Sirvent y Blanco, 2007). Aunque la reiteración de la mentira consigue extinguir (al menos paliativamente) la ansiedad aguda, ésta se cronifica en forma de remordimientos que forman parte de este conjunto de síntomas propios del adicto en sus primeros estadíos (irritabilidad, estar a la defensiva, etc.). Finalmente, cuando la mentira se automatiza, el adicto pasa a la categoría de “autoengaño”. El drogodependiente que ha automatizado la mentira tiende a expresar aquello que más le conviene, prefiriendo decir lo que el otro quiere oír antes que una verdad que le puede resultar incómoda (Sirvent y Blanco, 2007).

En definitiva, el autoengaño sería un lenguaje automático regido por un impulso mediatizado por necesidades concretas que modulan la respuesta del sujeto de forma irracional e irreflexiva. Los adictos se parecen tanto entre sí porque el autoengaño cambia la personalidad, sometiendo y anulando el verdadero carácter para convertir al adicto en un sujeto mentiroso, que manipula sistemáticamente tanto a los demás como a sí mismo y que, a fuerza de tanto engañar y engañarse, se vuelve suspicaz, huraño e incrédulo, llegando a negar las evidencias (Ruiz, 2009).

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Karen Acuna

Psicóloga con gran interés en el ámbito de las adicciones y magíster en Inteligencia Emocional e Intervención en Salud y Emociones

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