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De la droga a la secta, ¿por qué ocurre esto?

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Son numerosas y variadas las situaciones que, percibidas por el drogodependiente como insostenibles, influyen en su decisión de abandonar el consumo y buscar ayuda. Presiones familiares, la pérdida de un empleo o el desarrollo de una enfermedad, pueden suponer para el afectado una marca clara y palpable del malestar consecuente de la propia adicción. Cuando el adicto se percata de esta situación crítica, se produce por su parte una mayor predisposición, sino a buscar ayuda, a recibirla. Por tanto, es fundamental la persona encuentre a su disposición un apoyo suficiente (familiar o asistencial) que le permita seguir adelante con su decisión de cambio.

Ante el malestar que esto conlleva, el adicto (especialmente vulnerable), no suele  contar con demasiadas alternativas de ayuda, por lo que es probable que tienda a aceptar cualquier apoyo que se le ofrezca, sobre todo si éste proporciona cuidados, casa y comida. La necesidad de escapar de la crisis y de conseguir control sobre la propia vida, puede llevar a muchos toxicómanos en fases iniciales de la recuperación a involucrarse con grupos “terapéuticos” que, lejos de ayudar a la persona en su objetivo, suponen la pérdida de la misma en este sentido. 

Las sectas pueden resultar especialmente atractivas al drogodependiente que busca deliberadamente poner fin a su problema adictivo. Como se mencionaba, ante la escasez de alternativas de ayuda, la entrada del adicto al grupo va a venir determinada por la necesidad del mismo de ser ayudado y guiado hacia una vida sin consumo. Se trata pues de una elección precipitada y en ningún caso fruto de un proceso de valoración y selección. El adicto que se pone en manos de un grupo sectario, por supuesto, desconoce el carácter abusivo del grupo y en ningún momento (al menos al principio) sospecha de la nocividad del mismo.

En respuesta a la pregunta que da nombre a este artículo, se detallan a continuación algunos de los factores por los que los drogodependientes se sienten atraídos por las sectas:

–        Entrada fácil. Las sectas acogen sin miramiento al drogodependiente y le ofrecen casa y comida, así como medios para superar su adicción junto a otras personas con problemas adictivos.

–        La apariencia y el estilo de la secta puede entusiasmar al adicto ante la idea de cambiar radicalmente de vida al construir una nueva sobre la que él mismo ejerce control.

–        Amistad, apoyo y unión. Las sectas ofrecen a la persona la posibilidad de convivir en un espacio lleno de afecto, amor y tolerancia. Lejos de las críticas y la competitividad, el toxicómano percibe al grupo como una comunidad de amor y solidaridad en la que se comparte, ayuda y acepta a cualquier persona que quiera formar parte de ella.

–        Solución externa, sin esfuerzo y “casi milagrosa”. Como cualquiera de nosotros (seres humanos con problemas), a veces deseamos encontrar soluciones fáciles que nos permitan madurar y escapar de lo desagradable con la mínima implicación personal posible. A través de la secta, el adicto delega su problema en manos ajenas y se deja “ordenar la vida” con la esperanza de obtener los resultados que desea de forma rápida y duradera.

–        Las sectas, en algunos casos, abordan puntos ajenos a la ciencia que resultan especialmente atractivos para quienes buscan vivir experiencias paranormales o esotéricas que puedan dar respuestas a grandes interrogantes vitales. Este “manejo” de lo oculto y lo desconocido dota al miembro de una fuerte esperanza de dominación sobre lo que nunca antes pudo.

–        Afectividad recíproca, es decir, la posibilidad de dar y recibir amor. Para muchos drogodependientes, la idea de formar parte de una “familia” resulta enormemente atrayente. La sectas conocen las carencias afectivas que hay detrás de estas personas y aprovechan su vulnerabilidad para calar en ellas.

En base a los elementos anteriores, resulta coherente que el drogodependiente que desea rehabilitarse opte por sumergirse en uno de estos grupos como medio de apoyo para conseguir su propósito. El problema es que, si bien algo tiene peores consecuencias que la ausencia de fuentes de ayuda en estos casos, es la disponibilidad de fuentes nocivas o poco adecuadas. Resulta innegable la necesidad de poner a disposición del adicto, en cualquiera de las etapas de la dependencia, recursos de ayuda apropiados (profesional, familiar) para evitar la caída del mismo en redes sectarias. A diferencia de la gran parte de casos, aquí no es la secta la que busca al adepto, sino que es el drogodependiente el que va a la secta en busca de ayuda o bajo presiones externas.

 

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Ana Castaño

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