Entrevista a Javier González, pediatra y autor de los libros ‘Cine y Pediatría’ I y II
Pregunta. Usted dijo en el congreso de ANIS la siguiente frase: «Igual que se receta un medicamento, los médicos, deberían recetar películas». ¿Por qué considera que puede ser tan beneficioso para la salud ver películas?
Respuesta. Porque el cine es posiblemente la manifestación artística más completa a la hora de plasmar una enfermedad (se ve, se oye y se siente). El cine se convierte en un método ideal para mostrar una mirada holística de la salud y enfermedad. Además, los cineastas casi nunca se han ocupado de enfermedades en sí, sino siempre de enfermos, de su vida, de su lucha por sobrevivir, de sus circunstancias personales y con una mirada humanitaria e integral, que los médicos podemos utilizar para una labor educativa.
P. ¿El cine puede educar y formar?
R. Sin duda. El cine, universidad de las emociones en la salud y en la enfermedad, presenta los tres momentos de la experiencia narrativa: prefiguración, configuración y refiguración.
Prefiguración es la experiencia previa, es decir, las creencias, valores, actitudes, prejuicios ante una enfermedad o una situación concreta; es el “antes de…” ver una película. Configuración es la experiencia imaginada, es decir, el mundo de la ficción que nos proporciona la película. Refiguración es la experiencia interpretada, es decir, la conjunción entre el mundo de ficción y el mundo del espectador; es el “después de…” ver una película. La refiguración tiene mayor valor cuando se comparte, cuando se comenta y valora en grupo, bien como una vuelta al cine fórum (tantas veces reivindicado) u otras fórmulas de compartir el valor emocional y docente del cine.
El cine, con su imagen y sonido, es un despertador de emociones dentro de la “cultura del espectáculo”. En concreto, el proyecto “Cine y Pediatría” (los libros, el blog, los talleres…), plantea dos objetivos claros (que son el subtítulo de los libros): “una oportunidad para la docencia y la humanización en nuestra práctica clínica”.
P. Aunque usted esté más ligado a la pediatría, ¿en el caso de las adicciones no puede suceder que una película en vez de inculcar valores, anime al consumo?.
R. Como todo en la vida, nada es bueno o malo, depende del uso que se haga de ello. Y en la docencia de la medicina (de la pediatría o de cualquier otra especialidad), hay que tener conocimientos en por qué, para qué, cómo, cuándo y quién. Si estas preguntas no están bien contestadas antes de abordar los objetivos del mensaje de una película a unos receptores determinados, mejor no plantearse hacerlo.
Y como en cualquier acto profesional, también es así que el cine se comporta, de forma destacable, como un magnífico espejo en donde realizar un análisis interno (debilidades y fortalezas) y externo (amenazas y oportunidades) de nuestra profesión como profesionales sanitarios: en el entorno visual que nos proporciona la imagen se puede aprender a reforzar lo positivo y a modificar lo negativo.
P. Esto me hace plantearme la siguiente cuestión…¿Cualquier película es válida?
R. Esta respuesta viene en parte contestada previamente. La selección de la película es clave, así como la elección del receptor.
En algunas películas, las enfermedades se utilizan de modo contextual, para dar verosimilitud al argumento; en otras, son el centro del argumento. Según García-Sánchez, editor de la revista Medicina y Cine, las películas se pueden clasificar en: “saludables” (no hay rastro de enfermedad), “puntuales” (sólo aparece alguna alusión a la enfermedad), “relevantes” (el proceso mórbido acompaña de modo constante a alguno/s de los protagonistas) y “argumentales” (la película se centra en el impacto que causa la enfermedad). De una forma general, podemos decir que algunas patologías médicas son especialmente proclives a ser tratadas por el cine (de forma puntual, relevante o argumental) y, entre ellas, destacan las patologías psiquiátricas, infecciosas, oncológicas y, sin duda, la pediatría, en sus múltiples ámbitos (médicos y sociales).
P. ¿Cómo se le ocurre escribir dos libros de esta temática? ¿Es cinéfilo y conjuga ocio y trabajo?.
R. Nunca fue mi intención escribir libros. Todo nació del blog Pediatría basada en pruebas, un blog pediátrico (sobre temas médicos y sociales en mi profesión y que comparto con otros compañeros, especialmente con mi buen amigo Cristóbal Buñuel) y allí todos los sábados (ininterrumpidamente y ya desde hace 210 semanas) publico una entrada de “Cine y Pediatría”, películas en donde el argumento tenga valores en la infancia y adolescencia, no sólo a nivel médico, sino también social.
El interés del blog, la divulgación en la Web 2.0, el apoyo de la Asociación Española de Pediatría – AEP – (y de la Asociación Latinoamericana de Pediatría – ALAPE -), impulsaron la publicación del primer libro “Cine y Pediatría” en el año 2012 y el segundo libro “Cine y Pediatría 2” en el año 2013… y este mes de junio, en el contexto del 100 aniversario de la AEP, será publicado el tercer tomo… y ya el cuarto está escrito. Realmente, gracias a la colaboración desinteresada de amigos reales y virtuales de “Cine y Pediatría” la colección de emociones y reflexiones alrededor del cine y la infancia parece no tener límite.
“Cine y Pediatría” está escrito desde la experiencia como pediatra, desde la vivencia como padre y desde la emoción como persona.
P. ¿Ha visto todas las películas que analiza?
R. Sin duda. Las he visto y las he vuelto a ver para el análisis semanal. Porque el cine es arte, es ciencia y es conciencia, y los tres elementos se tienen que revivir con la prefiguración, configuración y refiguración previamente comentada.
P. ¿Cuál es su preferida y por qué?
R. Es difícil elegir las que me han provocado mayor aprendizaje y emoción, pero ahí va mi “top 12” (seguramente imperfecto), por orden de estreno:
. “Cinema Paradiso” (Giuseppe Tornatore, 1988), cuando el homenaje al cine se hace sentimiento y nos acompaña desde la infancia, una película mítica de cine dentro del cine.
– “El aceite de la vida” (George Miller, 1992), enferma paradigmática sobre la lucha de enfermos, familias, sanitarios y sociedad en el complejo mundo de las enfermedades raras.
– “Forrest Gump” (Robert Zemeckis, 1994), película que ha convertido ya en un grito de esperanza y una metáfora sobre la superación de la vida, especialmente para aquellas personas con hándicaps. Esa lucha por encontrar cuál es la meta de cada uno, una mezcla de destino y sueños propios.
– “En el mundo, a cada rato” (Patricia Ferreria, Pere Joan Ventura, Chus Gutiérrez, Javier Corcuera y Javier Fesser, 2004), enorme reflexión sobre infancias desfavorecidas a través de 5 relatos que son las prioridades de UNICEF en el mundo.
– “Juno” (Jason Reitman, 2007), una película inolvidable que se atreve a debatir sobre el embarazo y el aborto en adolescentes, sobre la adopción y sobre la tolerancia.
– “Mary and Max” (Adam Elliot, 2009), una película en plastilina mágica, la mejor forma que conozco de mostrar y demostrar qué es y qué significa el síndrome de Asperger.
– “Cartas a Dios” (Eric-Emmanuel Schmitt, 2009), una película onírica y poética sobre cómo afrontar la muerte de un niño con cáncer, todo un ejemplo de realismo mágico.
– “Bebés” (Thomas Balme, 2010), una deliciosa película que todo pediatra (y no pediatra) debiera ver (y más de una vez), pues nos muestra los primeros 18 meses de vida de 4 bebés diferentes en el mundo.
– “El árbol de la vida” (Terrence Malick, 2011), una película que la odias o la amas. Y yo la amo, porque es una oración sobre el microcosmos de la familia y el macrocosmos de la vida.
– “Profesor Lazhar” (Philippe Falardeau, 2011), una hermosa declaración de amor a la enseñanza, película que todo educador debiera ver al comenzar el curso, a mitad de curso… y al finalizar el curso.
– “La caza” (Thomas Virtenberg, 2012), todo un ejemplo de cómo la sociedad se convierte en delincuente frente al individuo, con la presunción de inocencia frente a la pederastia como telón de fondo.
– “Café de Floré” (Jean-Marc Vallée, 2012), una odisea amorosa separada por el tiempo y por el espacio y con el síndrome de Down como telón de fondo.
P. Recomiende una relacionada con pediatría y adicciones
R. Adicciones hay de muchos tipos. Pero si hablamos de adicciones a drogas y la problemática que esto acarrea en la infancia y juventud, quizás haya que mirar a la cinematografía latinoamericana, con un cine realista colombiano que nos ha regalado películas de la talla de “La vendedora de rosas” (Victor Gabiria, 1998), “Rodrigo D: no futuro” (Victor Gabiria, 1990), “La virgen de los sicarios” (Barbet Schoeder, 2000), “María, llena eres de gracias (Joshua Marston, 2004), “Rosario Tijeras” (Emilio Maillé, 2005).
Pero muchas otras, como la alemana “Yo, Cristina F” (Uli Edel, 1981), la británica “Trainspotting” (Danny Boyle, 1996) o la brasileña “Ciudad de Dios” (Fernando Meirelles, 2004),
P. ¿Qué enfermedades puede tratar o curar una película?
R. El cine no cura enfermedades, sino que aborda la relación médico-paciente, y las emociones y reflexiones ante enfermedades o enfermos.
Porque el cine el cine se comporta, de forma destacable, como un magnífico espejo en donde realizar un análisis interno (debilidades y fortalezas) y externo (amenazas y oportunidades) de nuestra profesión como profesionales sanitarios: en el entorno visual que nos proporciona la imagen se puede aprender a reforzar lo positivo y a modificar lo negativo. Digamos que, globalmente, el debate se establecerá entre lo “que no se debe hacer” en la atención de un paciente y que debemos evitar (actitudes frías y distantes con el paciente, no considerar cada consulta como una consulta “sagrada”, dar una información técnica y en un lugar inapropiado, etc.) y lo “que se debe hacer” y debemos potenciar (cuidar el lenguaje verbal y no verbal, trabajar la empatía e implicación, analizar la atención al enfermo y sus familiares, etc.).
P. ¿La puede ver una persona por libre o es recomendable que exista una guía por parte del médico como ocurre con un medicamento?
R. Las películas, como un fármaco, se deben “prescribir” teniendo en cuenta su composición, su posología, sus indicaciones y contraindicaciones, y sus efectos adversos. No se puede prescribir cualquier película a cualquiera, pues las emociones y reflexiones que desencadenan en un estudiante de medicina, en un residente, en un determinado profesional sanitario (médico, enfermera o cualquier otro), en un paciente o en su familia, son diferentes.
Prescribir una película es algo muy serio, como serio es prescribir un fármaco. Hay que conocer lo que se prescribe y adquirir experiencia en la prescripción, también de películas. Porque la misma película puede ser positiva para un receptor y contraproducente para otro.
P. ¿Cuál es el poder de una buena película?
R. Una buena película puede ayudar a comprender mejor al ser humano, sobre todo desde un plano emocional. Porque el cine, en definitiva, desarrolla la sensibilidad, la capacidad de observación y percepción, la asociación de ideas, reflexiones y nuevas formas de pensamiento, y facilita la exteriorización de los sentimientos. Puede a la vez servir de ayuda para encontrar nuevas formas de interaccionar con los pacientes, para aprender a respetar su autonomía, para pensar críticamente y romper algunos esquemas predeterminados. Puede, por último, ayudar a conseguir una mayor sensibilización social ante la enfermedad, la atención sociosanitaria, el dolor y el duelo (individual, colectivo y social), etc.
“Prescribir” películas no es ninguna novedad, pero si es un acto poco utilizado en la práctica sanitaria. Por ello abogamos.
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