Parejas abiertas, el poliamor y otras formas de amar
Todos amamos, deseamos, sentimos
“La pareja es un círculo; donde los de dentro quieren salir y los de fuera quieren entrar ”. Miren Larrazabal. Sexóloga.
Podría ser una tarde de verano, un día gris de invierno o una noche de cualquier día del año y en el lugar que menos te esperas. El caso es que fue el detonante para empezar a pensar que podías desear de otras muchas formas.
Esta fue la respuesta que te dí cuando me preguntaste: “Ana, ¿qué me está pasando?. Esto es una locura”.
Ví, perfectamente en tu cara, la necesidad de poner un orden emocional que se había visto tambaleado por la aparición inesperada y por sorpresa de un deseo irrefrenable que conseguía elevar al máximo tu excitación, claramente observada por un aumento, más que evidente, de tu ritmo cardíaco y por el erizamiento de cada uno de los poros de tu piel cada vez que recordabas su mirada, aquellas primeras palabras, un comentario o una conversación de las tantas y tantas mantenidas con él.
Tú tenías una vida organizada, un trabajo de gran prestigio, una familia idílica, una relación de pareja, aparentemente, estable y las ideas siempre muy claras. Lo que nunca esperabas es que uno de esos estereotipos que siempre habías tenido tan presente, te produjera esa tensión genital y esa lubricación vaginal contínua y diaria, mantenida en el tiempo. Precisamente, esto fue lo que te hizo curiosear y seguir hacia adelante, rompiendo el encorsetamiento social en el que nos coloca la monogamia.
El culpable, bendito culpable de todo, fue el deseo que hizo que la pasión y la atracción se fuesen apoderando de ti, se te instaurara en tu cabeza y que sentías y notabas en las erecciones de tu propio clítoris cada vez que te acordabas de él.
En cualquier momento, te dije, le puede pasar a cualquiera, ya que sin dejar de querer a tu pareja, puedes sentir una atracción o desear a otra persona, sea o no de tu mismo sexo. Te costó entender esto, tú que el día en que te casaste juraste que prometías “ser fiel y hasta que la muerte nos separe”.
Esta es una de las principales trampas de la monogamia, puesto que tenemos que estar para siempre con la persona que, quizás en nuestra juventud o hace muchos años, conocimos, nos enamoramos y bajo ese enamoramiento donde todo es idílico, perfecto e irracional, se generó un compromiso “casi eterno”, sin saber, por ese entonces, que el enamoramiento dura entre uno y dos años, con lo cual y si no nos fallan las cuentas, te dije que de los 10 años que llevabas de relación con el que hoy sigue siendo tu marido, aproximadamente, 8 años llevas viviendo con él, sin estar enamorada de él. Aquí también te aclaré que él estaba en las mismas circunstancias que tú. Si a esto unes las crisis de pareja que sé que habéis tenido, vuestras rencillas por no llegar a acuerdos respecto a la educación de vuestros tres hijos, respecto a vuestras familias extensas, las discusiones sobre si ir o no a comer los fines de semana a casa de vuestros padres o si las vacaciones de verano las pasabais en el apartamento que los abuelos tienen en Torrevieja y la rutina en la que se cae si no se mantiene la “chispa” y la erótica que hay que cultivar, trabajar y mantener fuera de la cama, quizás te hicieron entender que estabas descubriendo un mundo que merecía la pena empezar a vivir intensamente. Y, así fue.
Te expliqué que la monogamia estaba en crisis, puesto que existían otras muchas formas de amar y de sentir las que estaban haciendo que las parejas estuvieran empezando a adoptar otras formas diferentes de relacionarse.
Aproveché para explicarte que se puede amar, desear y querer a dos personas a la vez y no estar loca. Acaso, ¿no eres capaz de amar a tus padres, a tus hermanos, a tu marido, a tus hijos y a tus mejores amigos?. También te hice la pregunta: ¿por qué no puedes desear a otro hombre, además, de a tu propio marido?. O, ¿cómo evitar que las emociones surjan, precisamente, esas que erizan todo tu cuerpo ante un mínimo recuerdo de lo ya vivido?.
Me mirabas con cara de decirme “Ana, se te está yendo la pinza”. Reposadas las preguntas, rápidamente, me dijiste: “llevas razón y es posible, porque es lo que a mí me está pasando”. Intentabas explicarme, para descargar tu sentimiento de culpabilidad, que tú no habías buscado nada y, me decías, una y otra vez, que tú no habías provocado ninguna situación, que había surgido todo de una forma espontánea e inesperada, al tiempo que dejabas muy claro que te gustaba lo que estabas viviendo y, con el paso del tiempo, sé que no has querido renunciar a seguir sintiendo.
Esto te generó una duda cuando me preguntaste si esto era ser infiel. Te respondí, diciéndote que el término de fidelidad e infidelidad era un concepto social impuesto por la práctica de la monogamia, generando así una angustia tremenda que necesitabas echar fuera. Para que entendieras esto, te expliqué cómo existen estudios que nos demuestran que hay muy pocas culturas en el mundo que sean fieles.
También te dije que la monogamia en la que nos encorseta la sociedad es una de las responsables del fracaso de la pareja. Que la monogamia podría funcionar hace muchos años cuando el hombre era considerado el “amo” de la mujer. Esto, afortunadamente, va cambiando porque la mujer se va empoderando y va tomando decisiones en su propia vida y a nivel sexual va reclamando y solicitando que sus necesidades afectivas y sexuales sean cubiertas plenamente, adoptando, así, un rol activo en lo que a su sexualidad se refiere y cuyo objetivo es satisfacer, en total plenitud, sus gustos. Antes la mujer debía reprimirse, ya que no podía expresar sus deseos ni preferencias sexuales y si lo hacía era considerada y etiquetada como puta.
Te hablé de que las personas tenemos unas necesidades de apego y de tipo pasional que debemos satisfacer y que éstas van cambiando con el tiempo y van influyendo en nuestra forma de vivir la sexualidad. De ahí que “desearas apegarte sexualmente” a ese hombre.
Por otros estudios, también sabemos que, por la capacidad tan grande que tenemos para amar y para desear, no estamos ni diseñados ni programados ni preparados para ser monógamos. Además, no sólo lo digo yo, por supuesto, sino que otros Psicólogos como Rafael Santandreu también lo explica en su libro “Las gafas de la felicidad”.
Aquí noté cómo empezabas a relajarte. Al final, llegaste a una conclusión cuando me dijiste: “Ana, entonces, estamos muchas personas siendo víctimas de la monogamia”. A lo que te respondí que sí y que en algunos casos suponía mucho dolor.
Hubo un día en el que te hice reflexionar con esta expresión: “hay que dejar el ideal de ser felices para siempre con una única pareja”. Esto suponía cambiar de mentalidad a la hora de percibir tu relación de pareja y de cómo te percibes tú dentro de esa relación de pareja. Además, te conté cómo era necesario trabajar formas eficaces de relación dentro de la pareja, buscando siempre y sin perder de vista, la propia satisfacción personal. Sé que te abrí la puerta para empezar a hablarte de lo que significaban las parejas abiertas.
Aquí tu cara fue de asombro total, nunca habías escuchado hablar de las parejas abiertas. Te expliqué que es una posibilidad más que las parejas pueden elegir a la hora de relacionarse y que consiste en ser pareja con la opción de poder tener relaciones con otras parejas distintas a las que ya tienes. Fue entonces, cuando pude comprobar el alivio que te generó esta explicación y que aprecié en el suspiro que se te escapó. Ibas empezando a entender que era la mejor alternativa para dar rienda suelta y, sobretodo, satisfacer el deseo y la pasión generada tras conocer a ese hombre que te estaba haciendo vibrar como nunca antes nadie lo había provocado.
Te recomendé que para profundizar más en el tema de las parejas abiertas, te leyeras el libro “Ética Promiscua” de Dossie Easton y Janet W. Hardy, ya que es una guía práctica para entender el poliamor, las relaciones abiertas y otras aventuras similares.
Aproveché para explicarte que el poliamor se define como la capacidad que una persona tiene para amar y querer a varias personas a la vez , llegando a sentir deseo sexual hacia cada una de ellas. Te dije que la primera comunidad que empezó a practicar el poliamor se creó en el año 1885, con lo cual aunque sea un término que parece moderno no lo es. Puede que alguno de nuestros antepasados fuera residente de esa comunidad (y nosotros sin saberlo).
Aquí me dijiste que lo veías complicado porque este nuevo planteamiento suponía transgredir el modelo tradicional, moral, católico y cristiano del matrimonio. Te dije que sí, al tiempo que te comenté que las personas que estaban optando por esta esta nueva forma de relación de pareja estaban siendo estigmatizadas por llevar a la práctica el poliamor.
Usando las palabras de mi Colega Sexólogo Guillermo León, te expliqué que “donde hay cuerpos hay necesidades, hay recursos, hay carencias y que, en definitiva, hay vida”. Durante un buen rato, tuvimos la oportunidad de hablar de todo lo que guarda esta afirmación, llegando a la mejor de las conclusiones que podíamos llegar: es muy importante conocerse, saber qué necesito y la forma en que voy cubrir esas necesidades.
Con esto te quise decir que nuestro cuerpo “pide lo que quiere y lo que desea” con la idea de que redujeras el miedo que había aflorado por tu sentimiento de culpabilidad. Nadie es culpable de amar, de querer o de desear a varias personas a la vez, es algo que no se puede ni controlar ni evitar; sin embargo, la tendencia es a reprimir lo que sentimos, a callarnos, porque está mal visto que una mujer o que un hombre amen a dos, o a tres, o a cuatro, o a más personas a la vez. Es la monogamia la que nos hace que entremos en un estado de resignación para que aguantemos y reprimamos esos deseos de desear.
Al hablar de este tema, te dije que no sólo debíamos centrarnos en la pura atracción sexual, ya que existen personas con las que sentimos un “feeling” y una conexión especial a las que llegamos a querer pero, sin embargo, no surge un deseo sexual.
La verdad es que debemos disfrutar de cada uno de los momentos que nos ofrece la vida, actuando con sensatez y con valentía. Durante un tiempo te preparé para comunicar a tu pareja lo que te estaba pasando y nunca quisiste renunciar a lo que estabas sintiendo y viviendo. En este proceso pasaste varios meses y tuviste que trabajar duro todos esos prejuicios que has ido mamando de la sociedad en la que vivimos y que casi nos vienen impuestos.
Te costó, pero lo conseguiste.
Hablaste con él, le explicaste lo que te estaba sucediendo. A él le costó entender que su amada, la que era para siempre, ahora debía ser aceptada en su nueva forma de desear. Con el tiempo lo entendió y, finalmente, gracias al amor recíproco que ambos os teníais, también entendió que TODOS AMAMOS, TODOS DESEAMOS Y TODOS SENTIMOS……..
Ana María López Llorente
Latest posts by Ana María López Llorente (see all)
- El sexo no es coito - junio 5, 2018
- Parejas abiertas, el poliamor y otras formas de amar - enero 17, 2018
- Sexualidad y religión - mayo 30, 2017