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En terapia: cuando las prisas no son buenas consejeras

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“Ahora tengo muchas cosas que arreglar, por eso vengo poco a terapia”

Frases de este tipo o parecidas suelen escucharse durante los primeros meses de recuperación a algunas de las personas que, con un trastorno adictivo, enuncian en el transcurso de las terapias de grupo.

De repente, quieren organizar su vida lo más rápidamente posible. Esa inmediatez por conseguir las cosas no deja de estar bajo el influjo del sistema de recompensa cerebral que ha dirigido su comportamiento adictivo durante mucho tiempo, “lo quiero ya”. Quieren obtener la confianza de la familia a las primeras de cambio, que sus opiniones se tengan en cuenta, el respeto social de los más cercanos y de su entorno laboral, y un largo etcétera, con la misma rapidez con la que se proveían, consumían y sentían el efecto de las sustancias. Y hay que decirlo claro, ni es rápido, ni es inmediato.

Tomar de nuevo el control sobre los procesos volitivos requiere su tiempo, pues cuando la persona inicia su tratamiento, vienen muy mermadas estas facultades desde hace mucho, y en aquella deriva las palabras “espera y paciencia” desaparecieron completamente, siendo sustituidas por otra llamada “urgencia”.

“Si tienes prisa, vístete despacio”

La manera más adecuada de hacer las cosas es con el cariño y el cuidado que necesitan, sin apresurarse, de forma que podamos avanzar sobre seguro”.   

Comprendemos en cualquier caso sus deseos, pero han de entender que esas ausencias, que creen justificadas, les alejan de su recuperación y de su salud y, a la corta o a la larga, le acerca al mismo lugar de donde vinieron, es decir, a su infierno particular. Fueron muchos años, días, horas y pensamientos dirigidos por la sustancia y recuperar y reconstruir lo que la adicción destruyó tiene su tiempo de trabajo, de un arduo trabajo, pero muy enriquecedor en su trayecto. Así que, asistir a las terapias unos días a la semana implica, cuantitativamente, menos tiempo que aquél que le dedicó a su consumo, por lo que la balanza es muy clara, ésta se inclina en favor de la persona y con unos beneficios que, de mantenerse, son de por vida.

Volver a la senda de la salud requiere una serie de ejercicios como aquél que va a un gimnasio a fortalecer sus músculos. Primero, ha de mantener una disciplina horaria en cuanto al cumplimiento de sus terapias, es decir, asistir a todas aquellas que le indiquen los profesionales y la asociación que son preceptivas en su tratamiento y en su recuperación. Segundo, ejercitarse en todos los “aparatos y herramientas” que les son brindadas para practicarlas tanto dentro como fuera de la asociación y, por último, participar en las actividades de formación y socialización.

Un gimnasio a la medida

Dentro de estos gimnasios nos podemos encontrar aparatos y ejercicios con nombres tan curiosos como: la voluntad, la sinceridad, la honestidad, la responsabilidad, la serenidad, la humildad, la comprensión, el afecto, el apoyo mutuo, la solidaridad, la gratitud y muchos otros que la persona irá descubriendo en la medida que se hace fuerte en cada uno de los anteriores.

Quizás, el que más cueste al principio ejercitar sea el de la voluntad, por estar tan debilitada cuando se empieza, pero su práctica es igual en todas las fases del tratamiento (esto es una ventaja), y es “aprender a decir NO”. A partir de la interiorización y expresión de este ejercicio cada día, las otras herramientas comienzan a desarrollarse observando a otros como la practican, para luego ir tomando la persona, poco a poco, la iniciativa. No debemos olvidar que estos gimnasios son solidarios y que, cuando la persona decide inscribirse, ya cuentan con un buen número de socios dispuestos a ayudarle.

Afortunadamente, estas asociaciones (“gimnasios”) están repartidos por toda la geografía española y si, por alguna razón, la persona se encontrara en la situación de tener que abandonar su localidad o provincia y mudarse, no ha de dejar pasar el tiempo. Lo preceptivo es localizar la asociación más cercana e inscribirse, porque de seguro le acogerán con los brazos abiertos. Otro de los beneficios es que en todas las asociaciones cuentan con los mismos “aparatos”, y todos, también, practican los mismos ejercicios. Además, no importa el acento o idioma que la persona tenga, pues cuando se habla con el corazón, este es un lenguaje emocional que todos los allí presentes comprenden a la perfección.

Todo esfuerzo da su fruto

Por todo ello, abandonando las prisas y poniendo en práctica estos consejos, centrándose en el esfuerzo diario, es donde se encuentra la mayor de las recompensas, la recompensa natural del trabajo bien hecho. Los beneficios irán llegando, poco a poco, a medida que se va avanzando. Los beneficios de mantener una vida serena y apacible con los tuyos, contigo mismo, porque a partir de aquí, lo importante es el bienestar del buen vivir y el tiempo es lo que menos importa.

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Luis C Vertedor

Psicólogo. Máster en Investigación en Psicología y Experto en adicciones.

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