El estigma de las adicciones
¿Es divertido consumir? ¿Es divertido ir de fiesta y beber? ¿Qué pasa por fumar un par de porros? ¿Y si un día tengo una fiesta y me tomo un par de rayas? Incluso si un día voy un poco colocado y nos echamos unas risas. ¿Qué pasa?
Estos planteamientos que pueden hacerse algunas personas que usan drogas, incluido el alcohol, que, a pesar de algunos, también es una droga, son más excusas que realidades para justificar una conducta. A veces incluso el recurso son los demás: Si todo el mundo lo hace, solo tienes que salir un día y verás…
Incluso la sociedad es permisiva en muchas de estas conductas, especialmente en cuanto al alcohol, también al cannabis y a la cocaína (por un día no pasa nada…) Pero claro, todo esto hasta que aparecen problemas, discusiones, alteraciones del carácter, gritos, quebranto económico, enfermedades orgánicas o psíquicas. Ah!, entonces la cosa cambia, la familia procura que nadie se entere de que el chico tiene problemas, que nos grita, que nos insulta. Que nadie sepa que el papá viene bebido. Y se hace un silencio cómplice, que lo único que hace es agravar la situación.
Miedo y vergüenza, bueno, como si no fuese ya notorio que las cosas no van bien, que los gritos no se oyen, que las visitas a urgencias no asustan, que las multas no molestan, casi nada. Pero seguimos ocultando.
Hasta que en un momento determinado se precisa ayuda, ¿dónde vamos? ¿ a quién preguntamos? Que no nos vean…
Pero la realidad es que el que precisa tratamiento para estos problemas debe acudir a un servicio adecuado. Al que sea, al médico de atención primaria en primera instancia, a una Unidad específica de Adicciones, a un grupo de ayuda mutua, donde sea pero que acuda. Y si él / ella no acude, que vaya un familiar, que se oriente, que pregunte, que actúe.
La vergüenza no consiste en buscar una solución, la vergüenza es cerrar los ojos.
Ahora bien, la sociedad en general permite, consiente y aplaude que alguien pueda en un momento determinado consumir algo y que sea el gracioso, el divertido, el… luego el problema no lo va a ver ni lo va a sufrir, pero sí que lo sufre la familia, los amigos…
Y es que toleramos el consumo y repudiamos la adicción, el “borracho” el Cocaínómano” el “colgado ese…”.
Y claro llega el momento de la atención, de la necesidad de ayuda y nos extrañamos del rechazo que sufren estas personas en determinados estamentos. ¿De qué nos extrañamos? Acabamos de ver como nosotros mismos provocamos ese rechazo.
Luego los sistemas asistenciales ponen en algunos casos un parche, ayudas económicas, ¿para qué? para que se lo beba…
Al final nos encontramos ante una sociedad que es permisiva con el consumo de tabaco, ahora menos, pero que cobra impuestos sobre el consumo del mismo que no revierten en el tratamiento de las enfermedades que provoca. Recordemos que el tratamiento para el tabaquismo, desde el punto de vista farmacológico no está financiado por el sistema público de salud.
Se hacen campañas de prevención sobre el consumo de alcohol, pero el estado también ingresa pingües beneficios por estas ventas y a pesar que dependiendo de cada Comunidad Autónoma tiene un sistema de atención, ni se cubre todo ni hay homogeneidad. ¿Dónde hay clínicas para desintoxicación y deshabituación de los pacientes alcohólicos?
¿Hay recursos suficientes para tratar las otras adicciones? ¿Los equipos son homogéneos? ¿Hay un acceso equiparable en cada CC. AA. a los distintos fármacos? ¿hay trabas para poder recetar ciertos fármacos?
Efectivamente nada de esto está resuelto. Y claro si por un lado se tiende a esconder y por otra a solucionar a medias, a no ser valientes aplicando medidas legislativas y terapéuticas y establecer el derecho de igualdad entre las personas, especialmente las enfermas.
Hay que reivindicar el derecho a la atención, hay que perder el miedo a reconocerse enfermo
Hay que reivindicar el derecho a la atención, hay que perder el miedo a reconocerse enfermo
Porque, supongo que tenemos claro que los adictos son enfermos y como tales precisan atención digna y equitativa, es decir que tengan el mismo derecho a ser tratados independientemente de la enfermedad que presenten.
Pues hay camino por recorrer, hay que reivindicar el derecho a la atención, hay que perder el miedo a reconocerse enfermo, hay que poner soluciones. Cuando los profesionales estamos ante nuestros pacientes no olvidamos que podría ser un familiar nuestro, más o menos allegado, y que por lo tanto se merece lo mejor, la mejor atención, la mejor orientación, la mejor salida.
Solo cuando administración, grupos de afectados, profesionales, industria farmacéutica, industria alcoholera, educadores, etc… hagamos frente común, entendamos el problema, trasmitamos a la sociedad el concepto enfermedad, como desequilibrio bio – psico – social. Cuando todos tengamos una información básica, cuando los profesionales tengan conocimientos, instrumentos y facilidad de abordaje, dejaremos de ver a estos pacientes como personas de segunda y, en ese momento, solo en ese momento habremos empezado a romper el lienzo del estigma que nos separa de la realidad de pacientes y familias, que precisan, comprensión apoyo y recursos adecuados a su problema.
En las adicciones todos podemos ser problema y solución. Yo me apunto a la solución ¿Y tú?
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