Drogas en el hogar
Hoy en día, cuando las drogas legales se encuentran fácilmente al alcance de los menores e incluso también las drogas ilegales, quizás debemos preguntarnos qué hacer desde el hogar.
En la cultura adolescente confluyen tres entornos emocionalmente significativos: la familia, los amigos y la escuela, así como otras esferas sociales que las sustituyen, como el grupo de amigos, la calle o los medios masivos de comunicación (Hernández y González, 2013). Por lo tanto, parece razonable pensar que ya que la familia es un entorno emocionalmente significativo, ésta será una de las áreas que el adolescente tendrá como modelo; y no solo aprenderá lo que su familia le enseñe, también aprenderá a normalizar las conductas que observe. De manera consciente o inconsciente, si en el entorno familiar del adolescente se consumen sustancias como el alcohol y el tabaco, el adolescente tenderá a normalizar esa conducta, por lo que será más probable su consumo. En confirmación de esta idea, Rojas, Fleiz, Medina, Moron y Domenech (1999) afirman que el consumo de alcohol aparece con la aceptación parental; en efecto, un mayor número de los que beben grandes cantidades han tenido contacto con el alcohol por medio de sus padres, lo que sugiere un ambiente que favorece el consumo de bebidas alcohólicas al haber cierta tolerancia social hacia esta conducta, ya que la propia familia usa el alcohol en las celebraciones y festividades acostumbradas. Por otra parte, Kandel (1975) encontró que factores tales como la ausencia de implicación maternal, la ausencia o inconsistencia de la disciplina parental y las bajas aspiraciones de los padres sobre la educación de sus hijos predecían su iniciación en el uso de drogas, confirmando que los principales factores de riesgo familiares para explicar el consumo de drogas legales eran la ausencia de normas familiares sobre tal uso, los conflictos entre los padres y el adolescente y el consumo de alcohol por parte del padre.
Parece que la familia juega un papel muy importante en el consumo del adolescente, pero no hay que olvidar que en la adolescencia, el grupo de iguales ejerce una mayor influencia. Aplicando la misma lógica descrita anteriormente, si el entorno de iguales del adolescente está formado por consumidores (ya sean habituales o sociales), será más probable que el adolescente consuma. Sin embargo, Martínez y Robles (2001) señalan que un mayor apoyo percibido de la familia se asocia a un menor consumo de alcohol, incluso cuando su grupo de iguales tenga un consumo extremo. Es decir, la familia puede ser tanto un factor de riesgo como de protección ante al consumo.
Algunos factores de protección frente al consumo de drogas ejercida por las variables de carácter familiar son: alta cohesión familiar, existencia de una relación positiva y un estrecho vínculo afectivo entre el adolescente y sus padres, la búsqueda de apoyo parental a la hora de solucionar problemas personales manteniendo un buen nivel de comunicación familiar, una actitud no permisiva respecto al consumo de drogas y, además, que el adolescente prevea una reacción negativa de los padres en el caso de que supieran que consumen (Muñoz y Graña, 2001).
Tras lo expuesto, resaltar que ya que el papel de la familia es importante en lo referente al consumo en la adolescencia, está en nuestras manos hacer que dicho papel sea el de factor de protección. Una buena educación sobre drogas, más que la mera evitación del tema, resultaría beneficioso unido a un ambiente familiar adecuado y a un conjunto de actividades positivas incompatibles con el consumo, como por ejemplo, el deporte.
Karen Acuna
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