Alcohol, drogas y violencia de género. ¿Cómo contarlo?
Hace unos años podíamos encontrar titulares del tipo Mata a puñaladas a su pareja tras una noche de copas en Jijona. Por suerte, asociar el consumo de alcohol y otras drogas con la violencia de género es cada vez menos habitual en los medios de comunicación, aunque todavía encontramos casos, a pesar de que los protocolos lo desaconsejan por tratarse de una causa ajena al problema y por su efecto exculpatorio.
En el último Estudio sobre sentencias de homicidio y asesinato por violencia de género en el ámbito de la pareja o ex pareja el Consejo General del Poder Judicial insiste en que, en la mayor parte de la violencia criminal con resultado de muerte, los hechos se han ejecutado por el autor sin guardar vinculación, de forma significativa, con la afectación o influencia del alcohol, las drogas, una enfermedad o alteración mental. La confirmación del carácter de violencia de género de estos hechos criminales “permite desactivar ciertos mitos instalados en la sociedad, como que las agresiones mortales vienen condicionadas, mayoritariamente, por la ingesta de bebidas alcohólicas o drogas,” sostiene el informe.
Sin embargo, ciertas instituciones socio-sanitarias advierten de que el consumo de alcohol, drogas o psicofármacos sí está presente, aunque no de forma causal, en la violencia de género. Para la Organización Mundial de la Salud, por ejemplo, el uso nocivo de alcohol es uno de los principales factores de riesgo en la violencia contra las mujeres. Por su parte, la Asociación Española de Centros de Día de Drogodependencias (ASECEDI) ha llegado a afirmar que el 80% de los casos están relacionados con el consumo de alcohol o drogas. En esta misma línea, el Proyecto Malva, de la Fundación Salud y Comunidad, señala que el exceso de alcohol es determinante en algunos casos, por lo que considera necesario hacer visible este elemento en los casos de violencia.
En los últimos años, al trabajar sobre el tratamiento informativo de la violencia machista, me he plantado a menudo el dilema de si podemos/debemos no informar sobre la relación violencia de género y abuso de alcohol y otras drogas. Creo que nuestra labor como periodistas pasa por abordar las problemáticas sociales desde su propia complejidad. Y de hacerlo, ¿cómo contarlo? Nunca, nunca podemos perder de vista lo siguiente: la violencia contra las mujeres es de carácter estructural (la ONU la califica de pandemia global), por lo que el consumo de sustancias puede influir como intensificador pero nunca es el origen, como advierte la psicóloga feminista Miriam Vázquez de Santiago. Por tanto, en ningún caso debemos justificarla o minimizarla.
“Los medios de comunicación deben evitar ser correa de transmisión de la población menos informada que achaca la explicación del crimen a estereotipos como el alcohol, las drogas o a una discusión: la idea del “crimen pasional” justifica la actuación criminal”, sostiene la experta en comunicación y género Pilar López Díez. Y la profesora de la Universidad Complutense de Madrid Asunción Bernárdez Rodal, añade: “Estos estereotipos desvirtúan por completo las raíces socio-culturales de este tipo de violencia y esconden que es un problema social, normalizado y hasta hace poco legitimado.”
Uno de los retos del periodismo social pasa por transformar el discurso informativo de la violencia de género, para lo que es necesario, entre otras cuestiones, superar el planteamiento de noticia-suceso e incorporar nuevos enfoques y voces más creativos y mejor situados, que permitan a la sociedad reflexionar acerca de las causas del problema y sus posibles soluciones, tanto individuales como colectivas. Este proceso de innovación periodística nos exige como profesionales un ejercicio de reflexión acerca de cómo incorporar ciertos elementos a los relatos, por ejemplo el factor alcohol y drogas, porque considero necesario visibilizar los efectos negativos del abuso de sustancias para los individuos y la sociedad.
¿Cómo hacerlo? Por una cuestión de rigor, deontología profesional y sentido de la responsabilidad social, debemos evitar siempre las relaciones causa-efecto que desenfocan, desinforman y exculpan a los agresores. Como dice la filósofa Victoria Camps, nuestra tarea consiste en contribuir a formar y no deformar la percepción social de la violencia contra las mujeres.
Lorena Escandell Carbonell. Periodista social
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