Adicciones, ¿qué hemos hecho?
Francisco Pascual | Médico en conductas adictivas y colaborador de InDependientes
Con esta entrega, un tanto crítica, sobre la situación actual de la atención a las adicciones, la cual pretendo que sirva como reflexión de las necesidades sociales y de los acuerdos necesarios para dar respuesta a ciertos problemas, vamos a terminar esta serie dedicada a las adicciones.
El tratamiento de las adicciones frecuentemente es tan complicado como individual, según el tipo de paciente y sus circunstancias.
No vamos a insistir en definir las adicciones como una enfermedad, este extremo debe estar superado, y por este motivo debe ser la sanidad pública la que ofrezca una atención adecuada a las personas que sufren un proceso adictivo.
Lo que si que está claro es que se trata de unas enfermedades, alteraciones de conducta que tanto en su origen como en sus consecuencias tienen un componente bio – psico – social y por lo tanto el enfoque terapéutico debe abordar los tres aspectos.
A tal efecto en el año 1998 se crearon las Unidades de Conductas Adictivas en la Comunidad Valenciana, adaptando los recursos ya existentes que estaban soportados por ONGs, diputaciones o ayuntamientos en la mayoría de los casos. Se fue completando así una red asistencial, incluyéndola en la cartera de servicios de sanidad y llegando a dar cobertura a todos los departamentos o áreas de Salud.
Las adicciones tienen un claro componente bio – psico – social
Las adicciones tienen un claro componente bio – psico – social
No obstante ya existían con anterioridad, Comunidades Terapéuticas, programas de reinserción, Viviendas Tuteladas, programas de apoyo a los temas judiciales, programas de mantenimiento con Metadona y grupos de ayuda mutua, que aunque nunca se han incluido como tal en la cartera de servicios, siempre han recibido un aporte económico de los organismos provinciales y sobre todo autonómicos, por la gran e insustituible labor que realizaban.
Esta labor se fue reforzando en principio por medio de los planes estratégicos de drogodependencias, ya que se entendía que este colectivo de pacientes se merecía los cuidados oportunos y que además debían de estar atendidos por profesionales y voluntarios, según el caso, debidamente preparados. Toda la asistencia ha contado con el debido respaldo de Sanidad y las otras tareas con subvenciones específicas.
Además programas de prevención, formación e investigación se fueron apoyando económica y estructuralmente.
Pero todo esto hasta hace aproximadamente unos 7 u 8 años, en el que el retroceso ha sido más que notorio, poniendo en serio riesgo la pervivencia de muchos de estos recursos y en los tres últimos años la respuesta ha sido cuando menos triste, por poner un calificativo muy suave..
No se han incrementado el número de Unidades de Conductas Adictivas (UCAs) o al menos de profesionales que atienden a las mismas, no se han incorporado trabajadores sociales a la atención de los drogodependientes. Es necesario que la UCAs tengan al menos un trabajador social, se han disminuido el número de camas en las Unidades de desintoxicación hospitalaria (se han puesto en peligro las plazas del Clínico) y las plazas en Comunidades Terapéuticas (un 10% y con restricción de la diversidad de recursos), Centros de Día (más de un 30% de reducción) y Viviendas Tuteladas (hasta un 50% de disminución), y como no las subvenciones se han ido mermando, algunas hasta casi desaparecer.
Es necesario que la UCAs tengan al menos un trabajador social
Es necesario que la UCAs tengan al menos un trabajador social
Por ejemplo, la subvención destinada a programas jurídicos ha pasado en dos años de 260.000€ a 106.000€, el dinero destinado a reinserción social ha disminuido en 500.000€ en el mismo espacio de tiempo, el dinero para prevención también desciende en 500.000€, las ayudas a asociaciones de alcohólicos rehabilitados han sufrido un descalabro de más del 50%, se han quedado en 94.360€ para repartir entre unas 20 asociaciones, y el dinero destinado a inversiones, sencillamente ha desaparecido de 291.000€ a nada.
Lo de los grupos de alcohólicos rehabilitados resulta irrisorio, aun sabiendo que los servicios asistenciales no están abiertos en muchas ocasiones en horario vespertino y que los fines de semana cierran y este tiempo lo pueden cubrir los grupo de ayuda mutua, lo cual incrementa la adhesión al tratamiento y permite disminuir las recaídas, con el dinero que les toca a cada uno no les da ni para el mantenimiento, así es que si tenían profesionales, los han tenido que despedir o buscar recursos por otros lares.
Además, alguna Fundación ha tenido que desaparecer, probablemente porque su gestión o recursos no estaban acordes a la política de ahorro e igual en este caso sea real.
Claro y alguien podría decir que algunas partidas se han minorado porque se han conveniado servicios con algunas entidades, si pero la mayoría ONGs, o al menos entidades sin ánimo de lucro que aun no han cobrado, ya que se han convertido en proveedores de la Generalitat.
Las ayudas a asociaciones de rehabilitados han sufrido un descalabro de más del 50%
Las ayudas a asociaciones de rehabilitados han sufrido un descalabro de más del 50%
Y los trabajadores a duras penas han cobrado (los que han podido), algunos recursos no han podido sobrevivir y han tenido que cerrar y otros han tenido que recurrir a donativos.
Luego nos dirán que no ha habido recortes sociales y que el “estado de bienestar” se mantiene. Cuando la realidad es que la preocupación por dar una correcta atención a personas que sufren y que precisan de otras formadas que los atiendan, ha brillado por su ausencia.
Esta situación ha propiciado algunas manifestaciones de afectados para que se den prontas respuestas a una situación de precariedad que amenaza con romper el equilibrio asistencial a los drogodependientes y personas con otras adicciones, pero la realidad es que siguen sin dar una respuesta y los responsables de este desaguisado, no dan la cara.
No se cuanto tiempo podrán mantener esta situación, mientras tanto como hay gente que necesita ayuda, existen entidades y profesionales que han puesto su altruismo por delante y siguen atendiéndoles aunque no cobren. Pero ¿Hasta cuándo?
A mi esto me da vergüenza. ¿No se si a ustedes…?
Les emplazo pues a la revolución pacífica que precisa nuestra sociedad, desde el sentido común y la responsabilidad de sentirnos ciudadanos de un mundo que debe aparcar sus diferencias si queremos avanzar.
Gracias por haberme aguantado estos meses, yo voy a seguir dando la lata, allá donde me llamen. ¿Van a quedarse quietos?
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