Entrevista a Patricia Martínez Redondo, coautora del libro Mujeres y Drogas
“La red de asistencia en adicciones está preparada para atender principalmente a hombres”
Patricia Martínez Redondo trabaja en drogodependencias desde 1995, es Educadora Social y Antropóloga Social y Cultural. Se ha especializado en perspectiva de género y acaba de publicar el libro ‘Mujeres y Drogas‘ como coautora junto con Elisabete Arostegui Santamaría. En el libro habla de la prevención de recaídas desde la perspectiva de género. Es además autora de la web Género y Drogodependencias.
P. Las mujeres presentan consumos distintos a los de los hombres. Las motivaciones de este consumo también son diferentes, así como sus características fisiológicas y psicosociales. ¿Cómo son los consumos de las mujeres? ¿Qué diferencias de género encontramos?
R. Los consumos en las mujeres varían, hay diferentes perfiles y diferentes consumos. Pero sí, es cierto que lo que ha estado llegando a tratamiento y a los centros de atención, en su momento eran mujeres con un consumo de heroína, y lo que se veía era que los tratamientos no funcionaban y que había un gran abandono. Luego han ido llegando otros perfiles conforme ha ido cambiado el uso de sustancias, pero es cierto que hay consumos en las mujeres que no se ven. Por ejemplo, en el tema del alcohol o psicofármacos y, que precisamente, por razón de género están invisibilizados, pues no están siendo detectados o no llegan a los centros de tratamiento. Cuando hay una problemática de adicción, es de destacar que el consumo está mucho más oculto y estigmatizado en una mujer. Aunque hay un grave problema de salud, no está habiendo la misma demanda de tratamiento en ellas que en los hombres. Y luego también porque la red está preparada para atender principalmente a hombres. Desde aquellas consumidoras de heroína que cuando se las detectaba y llegaban, y aún hoy llegan, con un nivel de deterioro muy importante, esto se ve y se reproduce también en otro tipo de adicciones. El deterioro es mayor a nivel de condiciones de salud, de condiciones sociales, de apoyo, etc. pero porque hay una ocultación del consumo hasta que ya no se puede ocultar más o ya hay un problema muy grave.
P. Ha escrito junto con Elisabete Arostegui Santamería un manual sobre mujeres y drogas pero focalizando en el tema de la prevención de recaídas. ¿Qué tiene este manual de especial?
R. Llevamos mucho tiempo trabajando estos temas y lo que hemos hecho es coger una herramienta que está claramente implantada y validada, que es la prevención de recaídas en drogodependencia. Vimos que en EEUU hay evidencia científica, manuales validados donde se incorpora una serie de trabajo con las mujeres desde la perspectiva de género y sin embargo, en el estado español no contábamos con una herramienta así y por eso decidimos crear este manual. Hemos cogido la herramienta de la prevención de recaídas, todo lo que tiene que ver como la entrevista motivacional, Prochaska y Di Clemente y el modelo transteórico del cambio, Marlatt y Gordon; y hemos incorporado esa perspectiva de género. Pretendemos facilitar o dotar de una herramienta que incorpore los temas que desde perspectiva de género se ve desde hace mucho tiempo que son necesario trabajar con las mujeres y que en los tratamientos no se está teniendo en cuenta. Con el objetivo claro de generar mayor adherencia al tratamiento y menor tasa de recaídas en las mujeres, porque lo que se está viendo es que los programas no están funcionando y en la prevención de recaídas la pauta es androcéntrica. Lo que destacaría es que está centrado en coger las herramientas clásicas de intervención en prevención de recaídas y incorporar esta perspectiva de género.
P. Ya hemos visto con la explicación introductoria que hay diferencias sustanciales. ¿Por qué entonces sigue faltando un enfoque de género en el tratamiento de las adicciones?
R. Nosotras lo achacamos principalmente a la falta de formación en esta materia. De hecho, en el ámbito de drogas, se utiliza mucho la palabra género como sinónimo de sexo, en el sentido de desagregar datos, pero claro la perspectiva de género es un enfoque analítico, es una herramienta metodológica, es un cuerpo teórico. Cuando digo falta de formación es eso, que todas nuestras carreras, que necesitamos una formación académica y profesional para intervenir en este ámbito, adolecen completamente en formación en perspectiva de género. Tienes que acudir a másteres en estudios interdisciplinares de género o realizar estudios especializados que te permitan incorporar esta categoría de trabajo a la intervención en drogas. Por eso principalmente lo achacamos a la falta de formación de los y las profesionales que intervenimos en este ámbito.
P. ¿Se ha generalizado a la realidad masculina a la femenina también en investigación, prevención y otras áreas, además de en el tratamiento?
R. Sí, y, además, no solamente en este ámbito. Si hasta algo como el infarto, que es una cuestión muy evidente; en el 2011 -por suerte, bueno, por suerte no, los datos arrojaban esta realidad- se avanza mucho a nivel de prevenir los infartos parecía ser que ‘en general’, pero sin embargo, la tasa de problemas de corazón en las mujeres seguía subiendo mientras que la de los hombres bajaba. Se veía una efectividad en lo que se estaba haciendo con ellos, pero con las mujeres no había esa efectividad. Varias doctoras se pusieron a investigar que es lo que pasaba y lo que pasaba era que los síntomas en las mujeres de que se va a producir un infarto no son los mismos. Y esto estamos hablando en 2011, es la primera vez que se presta atención y se sacan estudios concluyentes acerca de la diferencia de los síntomas. Entonces, si en algo tan evidente como puede ser un infarto se ha extrapolado lo que era la realidad masculina y todo el mundo pensamos que a todos nos duele el brazo izquierdo cuando te va a dar un infarto, pues resulta que en las mujeres no. De hecho, muchas mujeres han tenido un infarto sin que se haya podido prevenir porque no son los mismos síntomas de aviso. Si ha pasado en esa área que es la medicina, y de hecho, con un montón de medicamentos esto se ha visto – los ensayos clínicos eran solo con hombres y se extrapolaban para la población en general- en el tema de las drogodependencias en general, lo mismo. Por ejemplo, cómo están diseñados los programas de prevención. Se habla mucho de la presión del grupo de iguales. El grupo de iguales si yo aplico perspectiva de género, tiene mucho que ver en el consumo masculino adolescente, y sobre todo a edades más avanzadas. En las chicas el grupo de iguales no es tan determinante para el consumo. Como esto en prevención, ocurre también igual en tratamiento, reducción del daño, etc. En reducción del daño es un ámbito en el que se ve claramente que las mujeres no acuden y, no significa que no estén o no lo necesiten, pero claro en los espacios mixtos se minusvalora mucho el tema de la violencia que reciben en esas circunstancias. Porque ellas te lo cuentan, mujeres que no van a esos espacios por las agresiones. En el momento en el que tú aplicas perspectiva de género, viéndolo metodológicamente de forma diferencial para ver y detectar realmente la situación de hombres y mujeres, y ver cómo el género está trabajando como eje de subordinación y de vulneración de la mujeres, arroja datos muy diferentes a lo que son las extrapolaciones generales.
P. ¿Hay suficientes recursos asistenciales para atender a mujeres? ¿Qué necesidades especiales podemos encontrar en una mujer con problemas de adicción?
R. No es que las mujeres tengamos necesidades especiales, sé que es una forma de hablar, pero creo que es importante que cambiemos la óptica, no es que las mujeres tengamos necesidades especiales, sino lo que hay es el fenómeno que se llama ‘opacidad de género’ , no hay una perspectiva de género, no hay un observar el género como una variable a tener en cuenta, entonces al no haber perspectiva de género, llega el androcentrismo, se extrapola la realidad masculina a las mujeres y, entonces no están tenidas en cuenta las necesidades de las mujeres, pero porque no se están viendo, no porque tengamos necesidades especiales. Quería señalar esto porque siempre se nos señala como las otras, ‘las que tenemos necesidades diferentes’, y esto sigue situando al varón en el centro. Esto me lo llevo a la pregunta de si hay suficientes recursos asistenciales. El problema que tenemos en la actualidad es que en estos recursos hay mucha opacidad de género, no se contempla el género como variable, no están teniendo en cuenta ese factor diferencial, por lo tanto la mayoría de itinerarios y tratamientos parten de un sesgo androcéntrico. Muchas mujeres no llegan y las que llegan, la evidencia lo está poniendo de relieve: mayores tasas de abandono, ‘fracaso’ y si estandarizas las proporciones además, abandonan antes que los hombres. Entonces se crean recursos específicos que tampoco son suficientes, porque hay contadas excepciones en el estado español de centros que estén atendiendo específicamente desde perspectiva de género cuestiones como la violencia en la pareja, la violencia sexual, todas las violencias de género y hay muy poco recursos que estén también preparados para atender la presencia de hijos e hijas en el tratamiento, porque las mujeres siguen con hijos e hijas a cargo, entonces de momento, no es algo que forma parte de la red de atención. Sí hay más sensibilidad. Yo llevo en esto ya muchos años, no es lo mismo en el 2001-2002 o incluso en el 2005 que ya se hablaba más de estos temas, a ahora que yo lo que sí que noto es un cambio en la sensibilidad al menos; pero sigue faltando mucha formación y mucho aterrizarlos en los protocolos, en los tratamientos y en los itinerarios de tratamiento.
P. Se les castiga y señala por ser persona con adicción y se le cuelgan etiquetas de ‘mala madre’, ‘mala esposa’, etc. muy ligadas a los roles que tradicionalmente nos pone la sociedad. ¿Cómo se puede hacer frente al doble estigma que sufren?
R. Yo creo que la intervención en esto debería ser integral empezando un poco por campañas para desestigmatizar, igual que lo hemos hecho en tantas otras cuestiones relacionadas con las adicciones. Y luego hay que hacer un trabajo específico, abogo bastante por la intervención grupal, con hombres por un lado y mujeres por otro. Y en esta intervención, en las mujeres, por ejemplo, poder trabajar este estigma, la doble estigmatización y esa toma de conciencia de que esto es algo estructural. Es algo muy importantes para ellas en el proceso de recuperación porque ellas mismas para pedir tratamiento o luego mantenerse, tienen que estar haciendo frente a ese estigma, a un deterioro de las relaciones familiares, de forma cualitativa, distinta porque reciben mayor sanción, no reciben ayuda por parte de la familia aunque pidan tratamiento y hay un cuestionamiento muy evidente de ellas en tanto estos roles que comentabas por esa trasgresión de roles. El problema no es que haya estigma es que reciben castigo por ser una mujer con problemas de adicción. Hay una falta de apoyo, aparece la violencia sexual, es la clásica división entre ‘buenas mujeres’ y ‘malas mujeres’. Una mujer drogodependiente es una mala mujer y las malas mujeres en esta sociedad en este marco, recibimos sanciones. Buenas, a salvo de las agresiones. Malas, susceptibles de agresión.
P. ¿Cuál es la situación en la actualidad y qué necesidades existen por las que hay que trabajar?
R. Un poco lo que comentaba. Me voy a centrar en el tratamiento porque es en lo que más especializada estoy, pero también en prevención o investigación, los sesgos de género están ahí. Yo nunca hablo de machismo, que lo hay, pero es muy reconocible, el género es mucho más sutil, es identidad, es cómo ves el mundo, los valores que tienes, etc. Insisto que en el campo de las adicciones se habla de género y lo único que se está haciendo es desagregar datos, que menos mal, porque necesitas esto para luego poder depositar la atención en lo que estás viendo y efectuar un análisis desde perspectiva de género. También hay mucha opinología, se opina mucho del género. Es como si me pongo a opinar y cuestionar el contenido del modelo transteórico del cambio, a ti te puede valer o no, según tu perspectiva de trabajo, pero lo que esa teoría está contando es eso. Sin embargo, en el tema de género hay mucho cuestionamiento en lo que es el contenido de las teorías de género como si fuese algo opinable, como si no hubiese todo un cuerpo teórico detrás. Esto yo creo que es un problema que tenemos también muy grande. Pero es verdad que cada vez hay más experiencias y gente que está trabajando, yo estoy realmente optimista porque veo que hay un cambio, cada vez más recursos, cada vez más entidades que apuestan por formar a sus equipos y esto me hace estar muy optimista hacia el cambio. Aunque en la situación actual de forma estructural no está presente. En la estrategia nacional del Plan Nacional de Drogas ya está incorporado el género como un eje. Yo creo que poco a poco contribuiremos a cambiar el panorama.
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