Solo es un porro. Mitos sobre el cannabis
El término marihuana se refiere a las hojas secas, flores, tallos y semillas de la planta Cannabis Sativa. La planta contiene tetrahidrocanabidol (THC), una sustancia química que provoca alteraciones mentales. El THC actúa sobre ciertas células receptoras específicas en el cerebro, las células que normalmente reaccionan a sustancias químicas naturales similares al THC. Estas sustancias químicas naturales desempeñan un papel en el desarrollo y el funcionamiento normal del cerebro (NIDA, 2017). Esta sustancia afecta el cerebro a corto y largo plazo. Entre los efectos a corto plazo que tiene la sustancia en relación al cerebro, podemos encontrar alteraciones perceptivas, dificultades cognitivas (memoria, atención, concentración, etc.), limitación de la movilidad corporal y, en función de la dosis, puede inducir a alucinaciones, así como estados de delirio y psicosis.
En cuanto a los efectos cognitivos a largo plazo, cuando una persona comienza a consumir marihuana en la adolescencia, la droga puede reducir la capacidad de pensar, la memoria y las funciones cognitivas en general; también puede afectar la manera en que el cerebro establece conexiones entre las áreas que son necesarias para realizar estas funciones. Los investigadores todavía continúan estudiando cuánto tiempo duran los efectos de la marihuana y si algunos de los cambios que causa podrían ser permanentes (NIDA, 2017). Además de estos efectos a nivel cognitivo, el cannabis también tiene consecuencias a nivel físico, como los problemas respiratorios y cardiovasculares.
Según los últimos datos expuestos desde la Delegación del Gobierno para el Plan Nacional Sobre Drogas (2018), la prevalencia de consumo de cannabis en jóvenes de 14 a 18 años sube ligeramente y se sitúa en un 26.3% (ESTUDES, 2018). Se trata de una cifra elevada, teniendo en cuenta que se trata, en un 88%, de menores de edad. Además, la edad media de inicio consumo de esta sustancia ilegal se sitúa en apenas 15 años.
Los motivos de inicio de consumo pueden ser muy variados, pero una gran parte puede deberse a la poca información que poseen los adolescentes. A continuación se exponen algunos mitos y realidades sobre esta sustancia (DPNSD).
– Mito: Es un producto inofensivo para la salud, ya que es un producto natural. Es una droga ecológica, es la sustancia de la paz y el relax.
- Realidad: Producto natural y producto inocuo no son sinónimos. El tabaco y el opio (heroína) también son naturales y nadie duda de sus riesgos. El consumo de cannabis provoca alteraciones en el funcionamiento normal del cerebro, lo cual no es nada ecológico.
– Mito: El cannabis tiene efectos terapéuticos, por lo que no debe ser malo fumarse un porro de vez en cuando.
- Realidad: Los usos médicos del cannabis se realizan de manera controlada y no tienen nada que ver con su uso recreativo. También existen medicamentos derivados del opio y nadie piensa que sea sano consumir heroína.
– Mito: El consumo de cannabis puede controlarse ya que no produce adicción.
- Realidad: Existen estudios científicos que demuestran que su consumo continuado puede producir adicción, especialmente cuando se consume en la adolescencia.
– Mito: Fumar cannabis resulta menos perjudicial que fumar tabaco.
- Realidad: El cannabis contiene muchos de los carcinógenos y mutágenos del tabaco y en mayor cantidad (un 50% más). Además, la forma de consumirlo (fumada, sin filtro y con aspiraciones profundas) aumenta los riesgos de padecer cáncer. Tiene efecto broncodilatador, lo que favorece la absorción de las sustancias tóxicas, y al igual que ocurre con el tabaco, también es perjudicial para los fumadores pasivos.
En definitiva, “un porro” no solo es “un porro”. Es importante informar desde muy temprana edad sobre los efectos perjudiciales de esta sustancia, ya que la edad de inicio de consumo es muy pronta; una edad, además, en la que el cerebro aún está desarrollándose. Su consumo a estas edades puede alterar las funciones cognitivas, propiciando problemas de aprendizaje que más tarde acarrearán problemas tanto a nivel familiar, social, como académico o laboral.
Karen Acuna
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