La Asociación Rauxa. ‘Cuando la invisibilidad se vuelve luz’. Parte 1
La Asociación Rauxa, es una organización sin ánimo de lucro que trabaja en Barcelona, activa desde 1989 realiza primeras intervenciones a la gente sin hogar con una furgoneta con seis literas. Una vez que el enfermo acepta el proceso de cambio, se le ofrece la oportunidad de ser apoyado y acompañado en el proceso de rehabilitación y reinserción social y laboral.
“Los grandes resultados provienen principalmente del esfuerzo continuado ante el fracaso repetido”. Me regalan esta maravillosa frase que me hace detenerme en reflexiones. Porque al fin y al cabo, eso hacen ellos en la Asociación Rauxa de Barcelona, esforzarse para por fin, alcanzar grandes resultados. Grandes o enormes, porque el regalo a ese esfuerzo no es solo la abstinencia absoluta de toda sustancia, es una vida plena, sana, con una cama en la que dormir, con comida diaria asegurada, con una reinserción plena en una sociedad que les invisibilizó durante el tiempo que estuvieron en la calle. En Barcelona hay cerca de unas 3000 personas sin hogar, según el ayuntamiento de esta ciudad. El consumo de alcohol provoca grandes pérdidas a las personas que padecen esta adicción de manera que les aboca a la peor de las marginaciones: a vivir en la calle. Es el alcohol el que genera problemas no al revés.
Las ganas de mejorar, de ser cada día mejor persona para uno mismo y para lo demás, eso es lo que se respira de puertas para adentro en Rauxa, esta entidad sin ánimo de lucro que lleva ya 25 años en funcionamiento y que atiende a 100 personas al año, 33 de ellas nuevas.
Historia de Antonio (nombre ficticio)
Yo estuve en un orfanato hasta los 12 años, pero a esa edad, se presentaron allí mi madre y mi padrastro, que al nacer me dieron en adopción porque no me podían mantener. Aparecieron con un hermano de 6 años. De no tener padres, pasé a tener una familia entera. Sin embargo, cuando llegué a la casa, me encontré con que mi padrastro maltrataba a mi madre, le pegaba. Una vez me metí en medio para defenderla, acabamos pegándonos los dos y me mandaron a la cárcel una temporada con 16 años. Empecé a estar mucho rato en la calle y empecé a probar una cerveza, vino, lo que me ofrecían. Cuando ya abusaba mucho, escapé de casa y tuve que ir a vivir en la calle. Además me convertí en un delincuente juvenil, me juntaba con gente que estaba en la misma situación que yo, pero me sentía solo.
La Comunidad Terapéutica de Rauxa acoge al que entra con múltiples artículos de prensa que recalcan la problemática del alcoholismo y la alta prevalencia del suicidio en las personas que consumen alcohol. En este espacio se atiende a hombres, fue una decisión que tomaron en sus inicios porque las estadísticas mostraban que tan solo una de cada quince personas era mujer, hoy esta cifra ha variado, una de cada diez es mujer. La efectividad en el tratamiento mixto no es la misma, y por eso se optó por atender a los hombres.
Seguramente más de uno pensó en 1989 que María Luisa Marín tenía unas ideas un poco extrañas. Cuando terminó la carrera de medicina y se encontró con la práctica vió pronto que había una carencia en la formación para diagnosticar alcoholismo y otras dependencias. Y se preocupó en formarse en este campo que prácticamente acababa de empezar a ser considerado enfermedad. Cuando ya estaba formada, un jesuita le propuso ir a un sitio al que acudía gente sin hogar a merendar. La doctora se dio cuenta de que muchos de los que iban presentaban criterios de dependencia. “Pensé que con una simple merienda no era suficiente, que con esas personas se debía hacer algo más”, explicaba con una cálida sonrisa. Y desarrollo el programa de tratamiento integral que se ofrece desde entonces a los pacientes alcohólicos sin hogar. Se le ocurrió comprar una furgoneta y meter literas dentro. Y con ocho personas crearon la asociación. “La primera noche no vino nadie. Se acercaban a preguntar pero no se fiaban de qué podía suceder si entraban a dormir, la furgoneta podía arrancar y llevarlos a algún lugar. Pero había un hombre muy enfermo que quiso dar el paso, consideró que no tenía nada que perder. Al día siguiente teníamos cola de gente en la puerta de la furgoneta”.
La puesta en marcha de las distintas fases del tratamiento con todos los recursos con los que cuenta se hizo poco a poco. El programa cuenta con cinco fases: La primera es la furgoneta, como un medio de captación y motivación a nivel de calle, en ella participan los propios rehabilitados que antes han estado en situación de calle y algún técnico. La segunda fase, es la comunidad terapéutica, un espacio con catorce camas donde poder realizar la desintoxicación, deshabituación y rehabilitación. La tercera es la fase de reinserción social con pisos terapéuticos tutelados por los monitores de la asociación. La cuarta fase es la reinserción laboral. Y la quinta fase se trata del alta con abstinencia total a alcohol y otras drogas, asi como cambio de estilo de vida.
Cuando me di cuenta no podía vivir sin el alcohol. Me compraba mucho vino. Me molestaba gastarme el dinero en comida. Solo podía pensar en saciar la necesidad. Mi cabeza me obligaba a beber. Iba a comer a los comedores sociales y todo lo que sacaba de dinero vendiendo chatarra, lo destinaba a la bebida. Antes de dormir me bebía un brick entero de vino, así no me enteraba del frío. Empecé a tener muchos problemas de salud: epilepsia, pancreatitis, etc. Además dormía donde podía. Solía frecuentar la estación de Sants porque tenía localizada la primera taberna que abría a las 6 de la mañana. Estaba allí durmiendo, un poco apartado del frío gracias a las paredes de la estación y lo primero que hacía al levantarme era dirigirme a esa taberna. No es que yo quisiera beber es que tenía que beber.Pasé por muchas cosas horribles porque el alcohol me pone muy violento y agresivo, estuve en la cárcel y experimentaba un rechazo continuo. Estar en la calle es horroroso, se sufre mucho a nivel psicológico. Eres un invisible y es peligroso porque hay gente que te rechaza y te maltrata y quiere hacerte daño.
La primera noche no vino nadie a la furgoneta. Se acercaban a preguntar pero no se fiaban de qué podía suceder si entraban a dormir y arrancaba
La primera noche no vino nadie a la furgoneta. Se acercaban a preguntar pero no se fiaban de qué podía suceder si entraban a dormir y arrancaba
Estar en la comunidad terapéutica es reaprenderlo todo. Llama la atención ver sus manos cada vez menos temblorosas dibujar rallas, luego cuadros y luego obras de arte propias de grandes museos. “Lo importante no es el dibujo en sí, es lo que se consigue con el dibujo”, explica Pilar Masvidal, trabajadora social en Rauxa. “Las conexiones neuronales se han roto o deteriorado mucho por el abuso que han hecho durante años del alcohol y otras sustancias tóxicas, con el dibujo se consigue recomponerlas”. Por eso tienen un profesor de dibujo que les enseña la técnica y con eso y su propio don, nacen los cuadros que luego adornan los pasillos de su nuevo hogar. La rutina es muy importante y realizarse como persona también. Por eso los que no saben leer y escribir, aprenden. Los que quieren sacarse una carrera universitaria, se ponen a estudiar. Y los que ya la tienen, buscan ya un máster, en drogodependencias, en musicoterapia o en aquello que más les llene. Es imprescindible que contacten de nuevo con sus motivaciones. Además tres veces por semana van al gimnasio, una vez al mes hacen escapadas al teatro o al cine, hacen marquetería y aprenden un oficio. Algunos ejercerán de cocineros en el comedor social que alimenta cada noche a 152 personas, otros de monitores de sus nuevos compañeros y otros llegan a ser coterapeutas en las terapias de grupo.
Estuve una temporada viviendo en Sevilla, luego estuve 5 años en Italia, donde intenté formar una familia, pero no me salió bien. Tuve un hijo. Volví de Italia. La mujer con la que estaba no era capaz de ejercer de madre, al poco tiempo me di cuenta de que yo no cuidaba de mi hijo. Me di cuenta de que mi hijo no podía sufrir las consecuencias de mi enfermedad. No atendía a mi familia, así que finalmente decidí mandar a mi hijo con sus abuelos. Hace 20 años conocí a la Asociación Rauxa, me recogieron con su furgoneta. No era mi intención hacer ningún tratamiento, pero necesitaba dormir en un colchón y darme una ducha. Lo echaba de menos. Así que acepté ir con ellos. Me rehabilité, intenté rehacer mi vida. Me puse a trabajar aquí, estudié auxiliar de enfermería y me contrataron como monitor aquí. Me saqué el máster en drogodependencias y estuve un tiempo como coterapeuta.
Las terapias forman parte esencial del tratamiento. En ellas se ayuda en la prevención de recaídas, se da información sobre la enfermedad alcohólica, pues es muy importante que comprendan cómo actúa su cuerpo y su mente frente a los inevitables estímulos que se pueden encontrar en la calle o cuando una situación personal se complica. Las terapias se realizan diariamente (informativa, prevención de recaidas, de discusión y tabaquismo) y mensualmente la terapia de grupo de familia.
Lea la segunda parte del reportaje (contiene reportaje fotográfico)
Lea también: Entrevista a Jim Withers, médico en las calles de Pittsburgh
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