¿Es la vigorexia una adicción?
Una de las mañanas en las que salgo a correr pensaba en lo difícil que es mantenerse de manera constante realizando ejercicio, que es un sacrificio, que, a veces, es tedioso, pero también pensaba en quienes lo practican hasta la saciedad, y en esas personas que son etiquetadas de “Vigoréxicas”.
Como esa etiqueta me parecía algo injusta, y es que las etiquetas diagnósticas parecen facilitar el trabajo pero también pueden ser un lastre para quien es etiquetado, decidí informarme mejor sobre ese término, así como su posible relación con los trastornos adictivos.
Así que me dirigí al diccionario de la Real Academia de la Lengua Española que me dejó con las ganas de conocer que significa la palabra “Vigorexia”, ya que, en su última edición, no se define nada que se le parezca.
Sí que encontramos la palabra vigor, a la que se le asignan diversos significados:
Lo que más se parece a lo que popularmente parece entenderse por vigorexia es lo de “fuerza o actividad notable”, ya que, cuando escuchamos el término, nos evoca a personas que dedican gran cantidad de horas al ejercicio físico y además lo realizan de una forma desaforada.
También parece que está relacionada con los cánones y estereotipos que nos marca la sociedad de consumo en que vivimos, así como con mecanismos psicológicos tan básicos como el modelado y la presión de grupo. Pero va mucho más allá de estos mecanismos.
Si orientamos nuestra búsqueda a la literatura especializada (Muñoz y Martínez, 2007), encontramos que las investigaciones relacionadas con el abuso de esteroides anabolizantes en personas que practicaban ejercicio físico en gimnasios se encuentran en la base de lo que hoy conocemos por vigorexia, y que entonces, en 1993, los doctores Pope, Katz y Hudson, denominaron anorexia inversa y también “Complejo de Adonis”.
Estos investigadores determinaron que quienes sufrían el trastorno describían sus cuerpos como pequeños, flacos y poco musculosos; técnicamente la definieron como: desorden emocional consistente en la percepción distorsionada de las características físicas, de modo similar a como sucede con la anorexia, pero a la inversa, pues mientras que la anoréxica asocia belleza a delgadez, en este caso se asocia belleza a cantidad de masa muscular.
Las personas que empleaban dichas sustancias llegaban a sufrir alucinaciones psicóticas (Pope, Katz y Hudson, 1993), y presentaban ideas obsesivas recurrentes sobre su cuerpo, práctica compulsiva de ejercicio, así como una auto-imagen distorsionada.
Actualmente, el Manual Diagnóstico y estadístico de los trastornos Mentales, en su 5ª versión, sitúa el Trastorno Dismórfico corporal en la categoría de Trastorno Obsesivo-compulsivo, y dentro de este se encuentra la Dismorfia Muscular, que es la denominación científica de lo que popularmente denominamos “Vigorexia”.
No encontramos en dicho Manual ninguna relación con los trastornos adictivos, y tendríamos que preguntarnos si los mecanismos neurológicos implicados en el inicio y mantenimiento de las adicciones son los mismos que los que subyacen a la Dismorfia Muscular. Al parecer un desequilibrio el sistema serotoninérgico (la serotonina es un neurotransmisor implicado, entre otras cosas, en procesos de mantenimiento de la vigilia, regular el apetito, modulación de la ansiedad, regulación del deseo sexual, control de la agresividad…) estaría relacionado con el origen y mantenimiento de esta enfermedad. Como además, la serotonina está relacionado con la producción de otros neurotransmisores, la cosa sería aún más grave.
Podríamos plantearnos otra hipótesis, y hablar de una relación entre la Dismorfia Muscular y el Trastorno Narcisista de la Personalidad, que encontramos en un porcentaje no desdeñable de personas (en su mayoría hombres) en tratamiento por un trastorno adictivo.
En cuanto al mantenimiento de la conducta deportiva, estaría relacionado con la liberación de endorfinas, que generarían sensación de bienestar tras el ejercicio, y que sería un potente refuerzo para el mantenimiento de la conducta. Además, mediante la práctica del ejercicio se conseguiría una imagen más “ajustada” al ideal distorsionado que la persona tiene de si misma, reforzando a su vez la práctica de ejercicio.
Si bien todo lo anterior nos podría hacer repensar el hecho de vincular la Dismorfia Muscular a los trastornos adictivos, lo que si es cierto es que se trata de un trastorno grave, que afecta más a hombres que a mujeres, en un número elevado (en la década anterior el colegio de farmacéuticos estimaba que más de 700.000 personas lo sufrían en España), que el rango de edad de dichos hombres se sitúa entre los 15 y los 35 años (Muños y Martínez, 2007), quienes lo padecen pueden presentar ideas delirantes, en más de un tercio de los casos, y que dichas personas con ideas delirantes pueden tener tendencias suicidas.
Otra cuestión sería si las sustancias de abuso poseen componentes potencialmente adictivos. Pero eso da para otro artículo.
Para saber más:
Vigorexia. Aproximaciones teórico clínicas
Nuevas adicciones: anorexia, bulimia y vigorexia
Vigorexia: adicción, obsesión o dismorfia
También puede leer:
Señales de alarma para detectar la adicción al deporte o vigorexia (Infografía)
Félix Rueda | Psicólogo experto en adicciones. Fundación Noray Proyecto Hombre Alicante
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