Alimentación y drogas, ¿son problemas relacionados? Parte II
Félix Rueda |Psicólogo experto en adicciones. Fundación Noray Proyecto Hombre Alicante
Lea la PRIMERA PARTE del artículo
En cuanto a la afectación cerebral de las personas que padecen dichos trastornos, parece que a nivel estructural ambos comparten las mismas neuronas, que son las responsables de los sistemas neuronales implicados tanto en el circuito de recompensa como el autocontrol. Es decir, que cuando se ocasiona un episodio relacionado con el uso de sustancias psicoactivas o relacionado con los trastornos de la conducta alimentaria, las neuronas que se activan son las mismas (SET, 2006; Rubio et al. 2002; APA, 2014).
Al igual que en los modelos de prevención e intervención en los trastornos adictivos, en los trastornos de la conducta alimentaria es posible establecer un marco basado en factores de riesgo y factores de protección.
Entre los factores de riesgo para la aparición de la Bulimia Nerviosa y el Trastorno de la Conducta Alimentaria No Especificado, encontramos (Celis y Roca, 2011) los siguientes:
En cuanto a la relación directa entre uso de sustancias y trastornos de la conducta alimentaria (TCA) existe evidencia de la coexistencia de que el consumo de tabaco y drogas es mayor en pacientes con TCA (Ciberobn, 2009), siendo aquellas sustancias que podían influir en el peso y en el apetito las consumidas con mayor frecuencia por personas con trastornos alimentarios, especialmente del subtipo bulímico. Las drogas más consumidas son el cannabis (con un efecto desinhibidor, que provoca mayor apetito y se da en mayor medida en trastornos como la bulimia nerviosa) y la cocaína (a pesar de que esta crea un efecto contrario). En dicho estudio también se informa de que el consumo de tabaco es usado como mecanismo de control de peso.
Por otro lado, se ha encontrado mayor prevalencia de consumo de drogas en estudiantes que presentan conductas alimentarias de riesgo (Gutiérrez, Mora et al., 2001; Pisetsky, Chao et al., 2008).
¿HAY QUE INTERVENIR?
Y, ¿qué hacemos con todo esto? Indudablemente la intervención es absolutamente necesaria.
Por un lado sería necesario que los dispositivos que atienden a uno u otro tipo de población, es decir a personas que presentan alguno de los trastornos citados en este artículo, establezcan protocolos de detección precoz de patologías que aparecen en paralelo a la que suscita la demanda. Así, si una persona solicita tratamiento por un trastorno adictivo, se ha de explorar necesariamente si, entre otros posibles trastornos, presenta problemas relacionados con la alimentación. Del mismo modo, si una persona acude a un recurso por problemas con la alimentación, ha de ser preguntada respecto al uso de sustancias y u otros comportamientos adictivos.
Además, una vez identificado el problema, la recogida de información mediante instrumentos validados tales como:
- Instrumento de Detección de los Trastornos de Alimentación (SDE) de Astine y Grinenko
- Inventario de los Trastornos de la Conducta Alimentaria (EDI-2)
- Cuestionario de Actitudes hacia la Comida (EAT) adaptación española de Castro, Toro, Salamero y Guimerá
- Cuestionario de la Forma Corporal (BSQ) adaptación española de Mora et al.
Y con toda la información recogida elaborar un Plan de Intervención que incluya la psicoeducación, la formación respecto al trastorno, y en su caso, la derivación a un recurso especializado en el trastorno de manera que trabajemos en paralelo.
A veces, desde nuestros dispositivos no podemos abarcarlo todo, y es necesario identificar cuando el problema sobrepasa nuestros medios.
De este modo, incrementaremos los factores de protección y minimizaremos los factores de riesgo, lo que repercutirá positivamente en la evolución favorable de los dos trastornos.
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