El papel de la regulación emocional en las adicciones
La regulación emocional se define como un conjunto de procesos mediante el cual un individuo ejerce cierta influencia sobre las emociones experimentadas, sobre cuándo se tienen y sobre cómo, o de qué manera, se experimentan y expresan (Gross, 1999).
Para empezar, es importante puntualizar que “regulación emocional” no es sinónimo de “autocontrol emocional”, siendo este último término el utilizado en referencia al impedimento de la expresión emocional o experiencia afectiva. Recordemos el valor adaptativo de las emociones negativas: la tristeza nos ayuda a la reflexión y recuperación de una pérdida, la ira nos ayuda a defender injusticias y faltas hacia nuestra persona, el miedo nos facilita la respuesta ante estímulos temidos, etc. Es precisamente esta herencia evolutiva lo que explica que el autocontrol emocional impida la experiencia afectiva adaptativa.
La regulación emocional se trata de un proceso adaptativo donde el sujeto busca mantener su emocionalidad en niveles óptimos y acordes con cada situación. Un modelo que explica muy bien la regulación emocional es el Modelo Homeostático de Forgas (2000). Este modelo se fundamenta en la idea de que el estado anímico gira en torno a un punto y cuando se aleja de éste, se activan una serie de mecanismos de regulación. Se trata de un proceso homeostático, pero el detalle más característico es la consideración de que en varios momentos, el estado de ánimo se regula mediante procesos automáticos o espontáneos.
¿Y, qué tiene que ver la regulación emocional con las adicciones?
Una vez hecha la conceptualización previa, veamos algunas de las estrategias de regulación emocional que se utilizan en las diversas situaciones que requieren de un afrontamiento. Se pueden dividir en estrategias reguladoras y no reguladoras. Algunas estrategias reguladoras pueden ser la reevaluación positiva del problema, expresión emocional, búsqueda de apoyo social, entre otras; todas ellas con un claro fin adaptativo: recuperar el equilibrio u homeostasis emocional. En el otro extremo tenemos las estrategias no reguladoras, es decir, aquellas que no cumplen su función adaptativa; entre estas podemos encontrar las estrategias paliativas, donde el individuo intenta reducir el impacto emocional a través de diversas conductas, como por ejemplo, la conducta adictiva.
Un ejemplo de esta estrategia paliativa es el siguiente: ante la emoción de tristeza y la necesidad de regular la misma, un individuo se bebe 4 cervezas. De esta manera la emoción negativa se elimina, recuperando el estado emocional habitual, sin embargo, esta estrategia paliativa es equivalente a una evitación del problema, a una escapatoria, y sin el problema resuelto, este se mantiene y volverá a romper con la homeostasis emocional en cuanto surja otra situación similar, pudiendo incluso incrementar esa emocionalidad negativa. En definitiva, parece que ciertos mecanismos de regulación pueden actuar de forma importante en el proceso de afrontamiento de ciertas adversidades.
Algunos autores sugieren que los trastornos por consumo de sustancias, como el alcohol, a menudo son mantenidos e incluso iniciados por un intento de controlar y escapar de estados emocionales negativos (McNally et al., 2003). Otro estudio (Ruiz-Aranda, Fernández-Berrocal, Cabello y Extremera, 2006) sugiere que los adolescentes con una menor puntuación en inteligencia emocional –que recoge la capacidad de regulación– recurren al consumo de sustancias como el alcohol y el tabaco como una forma externa de autoregulación emocional. Por consiguiente, es posible que aquellos adolescentes con un mayor repertorio de competencias afectivas basadas en la comprensión, el manejo y la regulación de sus propias emociones no necesiten utilizar otro tipo de reguladores externos (tabaco, alcohol y drogas ilegales) para reparar los estados de ánimo negativos provocados por la variedad de eventos vitales y acontecimientos estresantes a los que están expuestos en esta edad tan crítica (Ruiz-Aranda et al., 2006). Por suerte, estas capacidades afectivas, incluyendo la regulación emocional, pueden ser aprendidas, entrenadas y potenciadas.
Karen Acuna
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