Evaluar las intervenciones: Una herramienta eficaz para no despistarnos
Hace unos días el Plan Nacional Sobre Drogas presentaba los resultados de la Encuesta sobre Uso de Drogas en Estudiantes de Enseñanzas Secundarias, más conocida como ESTUDES, correspondiente a los datos del periodo 2014-2015.
Esta revista hacía eco de dicha presentación a través de la publicación de un artículo que resume magníficamente, de la mano de Mireia Pascual (si aún no la habéis leído os lo recomiendo insistentemente), la información más significativa de los resultados de dicha Encuesta, entre otros, la disminución del consumo de todas las drogas en la población de entre 14 y 18 años.
Este sin duda es un dato excelente.
Sin embargo, la presentación de esta Encuesta tan necesaria para conocer la realidad actual de l@s adolescentes, me da que pensar respecto a la evaluación de las intervenciones que se realizan, esto es, los datos del ESTUDES informan de qué actuaciones son consideradas por las personas encuestadas como más eficaces: el tratamiento voluntario, el control policial y las campañas de publicidad, pero, ¿cómo funcionan dichas intervenciones?
Entre los objetivos que trata de conseguir la encuesta ESTUDES, se establece el de “Orientar el desarrollo y evaluación de intervenciones destinadas a reducir el consumo y los problemas asociados”, por tanto, la Evaluación es un objetivo clave.
Si tradicionalmente los programas de intervención con personas que presentan problemas de adicción son evaluados por los propios recursos que los desarrollan, los programas de prevención suelen ser evaluados por agentes externas, esto es, no relacionadas directamente con la entidad que pone en marcha el programa.
Si preguntamos a alguna de las personas que trabaja en prevención de adicciones o en el tratamiento de estas si evalúan las intervenciones, muchas de ellas dirá que sí, aunque en su mayoría se estará refiriendo a evaluaciones de los casos, o de la satisfacción con el servicio recibido, y en alguna ocasión, aunque en menor porcentaje, del impacto de las intervenciones (Yubero, Rueda-Aguilar, Molina, Rueda-López, Calvo, Menéndez, Aragonés, 2007).
Por tanto, en muchas ocasiones nos referimos a “evaluaciones informales; que no se llevan a cabo con una metodología unitaria y definida y que a menudo están basadas en una información insuficiente, contagiada de visiones personales, pero que nos resuelven los procesos de toma de decisiones del día a día.” (Yubero et al, 2007).
Pero si queremos que nuestras intervenciones sean eficaces, hemos de evaluar algo más que los resultados, la satisfacción o el impacto; necesitamos ser sistemátic@s, sobre todo en cuanto a la evaluación del proceso.
La evaluación debe ser un proceso sistemático, tal y como la define Juan Andrés Ligero (2006):
“Recoger y analizar sistemáticamente una información para poder
comprender y dotar de significado a lo que ocurre en un programa, de
lo que se deducirán unos juicios específicos que permitirán rendir
cuentas y tomar decisiones sobre su mejora”.
Además, en función del tipo de Evaluación que llevemos a cabo, está cumplirá con unos propósitos y funciones determinadas, tales como: facilitar la toma de decisiones y el aprendizaje respecto a un programa o servicio en concreto, contar con la participación de los agentes implicados (personas beneficiarias, profesionales, otros beneficiarios), motivar para la continuidad de las acciones que se evalúan, mejorar, facilitar datos a las entidades financiadoras de las intervenciones, Para ello es necesario que nos ayudemos de unos “criterios” objetivos, que nos guíen durante el proceso evaluativo, pero que no “asfixien” la evaluación, dando una visión parcial y reduccionista de la misma.
Dichos criterios contribuirán en el análisis de la información recibida, la adecuación de los objetivos planteados y la consecución de las metas establecidas en relación a dichos objetivos. Los criterios no han de ser estándares prefijados, pueden ser preguntas sencillas, indicadores, datos que nos aporten información tanto del proceso como del resultado.
Algunas preguntas que nos podemos efectuar respecto al programa en sí, independientemente de que sea de prevención o de tratamiento, las define el NIDA (2004) en su propuesta para que una comunidad evalúe sus programas de prevención, y son:
- ¿Cómo se llevó a cabo el programa?
- ¿Se realizó el programa según se planeó?
- ¿Cuánto del programa recibieron los participantes?
- ¿Qué se logró con el programa?
- ¿Hay alguna conexión entre la cantidad del programa recibido (la intensidad de la Intervención) y los resultados?
- ¿Logró el programa lo esperado en el corto plazo?
- ¿Produjo el programa los efectos deseados a largo plazo?
Si el prisma con el que se pretende evaluar tanto los programas de prevención como los programas de intervención y tratamiento de adicciones es su contenido, podemos hablar de diferentes tipos de evaluación: de necesidades de la comunidad destinataria del programa, de la implementación del programa, del proceso, de los resultados, del alcance respecto a la población potencialmente beneficiaria o cobertura, de los costes…
También podemos definir el proceso evaluativo en función del momento en que se encuentre el programa o intervención, es decir en la fase de diseño, en la fase de desarrollo o en la fase de resultados.
A la hora de seleccionar o establecer criterios de evaluación, los más habituales son:
En cuanto a las herramientas, contamos con diversos instrumentos como escalas diseñadas específicamente para evaluar cada uno de los criterios, escalas que miden diferentes criterios al mismo tiempo, otros instrumentos de medida que informan de cambios percibidos en las personas beneficiaras, además de los datos relativos a resultados que podemos extraer de las bases de datos de cada una de las entidades que llevan a la práctica el programa en cuestión.
Al respecto es necesario indicar que para facilitar el proceso evaluativo y dar garantías de que los datos que se analizan son fiables, es imprescindible contar con una herramienta de recogida de información eficaz, y ser sistemático en dicha recogida. No hace falta contar con bases de datos potentes, o con grandes servidores informáticos, basta con que de la base de datos podamos extraer los mismos de forma rápida y eficiente, a fin de que nos ayuden a tomar decisiones.
A partir de ahora, la óptica con la que hemos de mirar un programa de prevención o intervención en adicciones cambiará, puesto que la evaluación ha de ser una variable a tener en cuenta desde el inicio del proceso en la identificación de necesidades y el diseño del programa, hasta su finalización con el análisis de resultados.
Así, cuando estemos ante una persona que solicita nuestra ayuda, debemos pensar que evaluando la acción que hagamos con ella recibirá un servicio mejor y otras personas se beneficiarán en el futuro.
Para saber más:
Seguimiento y evaluación de la prevención del uso indebido de drogas (UNODC)
Dos Métodos de Evaluación: Criterios y Teoría del Programa
¿Cómo puede la comunidad evaluar el impacto de su programa sobre el abuso de drogas?
Guía de evaluación de proyectos y programas sociales
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