Alimentación y drogas, ¿son problemas relacionados? Parte I
Félix Rueda |Psicólogo experto en adicciones. Fundación Noray Proyecto Hombre Alicante
La comorbilidad (presencia a la vez de varias enfermedades) de los trastornos adictivos y enfermedades psiquiátricas es un hecho indiscutible. Cada vez más encontramos personas con problemas de adicción que demandan tratamiento y presentan un trastorno de salud, mental y/o de personalidad asociado al trastorno adictivo; así también, en los centros destinados a personas con enfermedad mental (centros de día, hospitales de día, asociaciones de familiares, etc.) se recibe a personas que, junto con la patología mental, mantienen en activo una conducta adictiva, o cuando menos, vinculada al uso/abuso de sustancias psicoactivas.
Por ello es importante, cuando menos, prestar atención este fenómeno comórbido, y yendo un poco más allá, intervenir sobe los dos de forma conjunta.
Ya en las políticas nacionales se establece la necesidad de atención a los trastornos asociados al consumo de sustancias psicoactivas, y los trastornos graves de la conducta alimentaria, como trastorno clínico per se (APA, 2014), no deben estar excluidos de esta necesidad.
Las políticas justifican también esta necesidad. La Estrategia Nacional 2009-2016 del Plan Nacional Sobre Drogas, afirma en su introducción que: “El incremento de trastornos mentales asociados a los consumos de sustancias psicoactivas que produce una considerable demanda de atención a la patología dual” (PNSD, 2009). También la OMS (WHO, 2004) afirma que: “La dependencia de sustancias es un trastorno crónico, y a menudo recurrente, que con frecuencia concurre con otros trastornos físicos y mentales”
ALGUNOS CONCEPTOS DE LOS TRASTRONOS DE LA CONDUCTA ALIMENTARIA
Los Trastornos de la Conducta Alimentara (TAC) no están excluidos de esta situación. Existe evidencia de la relación entre bulimia y uso/abuso de sustancias (Newman y Gold, 1992; Dansky, Brewerton et al., 2000; Dunn, Larimer et al., 2002; Behar, 2004), más que en el caso de la anorexia nerviosa, y en esta última, se da una mayor prevalencia en la anorexia nerviosa bulímica que en la restrictiva (Holderness, Brokks-Gunn et al., 1994; Pisetsky, Chao et al., 2008).
Respecto al problema comórbido que nos ocupa, y siguiendo a Raich (2011), podemos definir los trastornos de la conducta alimentaria como “un trastorno psicológico que comporta graves anormalidades en el comportamiento de la ingesta” y “en cuya base se haya la alteración psicológica”.
Del mismo modo, en el Manual Diagnóstico y Estadístico de los Trastornos Mentales (APA, 2014) se afirma que los trastornos de la conducta alimentaria y de la ingesta de alimentos se caracterizan por una alteración persistente en la alimentación o el comportamiento relacionado con la alimentación.
SIMILITUDES Y DIFERENCIAS
Del mismo modo, el citado Manual informa que algunas personas afectadas por el trastorno de la conducta alimentaria y la ingesta de alimentos, presentan una sintomatología similar a los que se atribuyen a los trastornos por consumo de sustancias, tales como ansia y patrones de consumo compulsivo.
A esto añadiríamos ciertas conductas de “acopio de alimentos para la ingesta”, con ciertas similitudes al acopio de sustancias, la ocultación de la conducta problema y la disfunción en otras áreas de desarrollo personal: laboral, social, familiar.
Ambos son crónicos, con múltiples recaídas e interfieren con el estilo de vida (Rubio, López-Muñoz, Álamo y Santo-Domingo, 2002).
Completando lo anterior y consultando el artículo de Amanda Celis y Elia Roca “Terapia cognitivo-conductual para los trastornos de la conducta alimentaria según la visión transdiagnóstica” (Adicción Psicológica, 2011), Fariburn y cols. (2003) señala que existen cuatro principales mecanismos mantenedores de los Trastornos de la Conducta Alimentaria, que son:
- El perfeccionismo clínico: por el cual la persona presenta un esquema disfuncional de auto-evaluación donde la valía personal tiene que ver con los esfuerzos y resultados en la consecución de los objetivos propuestos. Este mecanismo está directamente relacionado con miedo al fracaso (p.e. comer en exceso, engordar, saltarse la dieta, etc.), atención selectiva a determinadas actuaciones (p.e. contar calorías, vigilar el peso y la forma corporal) y elevada autocrítica derivada de sesgos cognitivos negativos (tomado de Celis y Roca, 2011).
- Baja autoestima: que además de un autoconcepto negativo se vincula a una autoimagen negativa que limitan la posibilidad de cambio personal.
- Intolerancia a los cambios en el estado de ánimo: con dificultad para tolerar ciertos estados emocionales o afrontarlos de manera eficaz.
- Dificultades para las relaciones interpersonales.
Creo que de los cuatro mecanismos, al menos tres los podemos observar en la evolución de una persona con problemas adictivos (baja autoestima, intolerancia a los cambios y dificultades para las relaciones interpersonales).
Siga leyendo la SEGUNDA PARTE del artículo.
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