Sobremedicalización para combatir el dolor
Reportaje realizado para la Hoja del Lunes.
Primero se empezó a hablar de los antidepresivos. ¿Es necesario en todos los casos hacer uso de esa fuerte medicación? Vivimos en una sociedad que cada vez está menos preparada para tolerar la frustación, la tristeza, la ansiedad….y también el dolor. Los avances en la medicina han permitido en las últimas décadas calmar dolores insoportables que causaban estragos en la calidad de vida de las personas. Y esto es una gran suerte, sin embargo, ¿dónde está el límite? ¿Cuándo se debe y cuando no se debe recetar un medicamento con derivados opioides con un alto poder adictivo? En ocasiones los calmantes para el dolor o los tranquilizantes, medicamentos con derivados opioides, son puerta de entrada a otros problemas. Según el National Institute on Drug Abuse, NIDA, de EEUU, “los opioides son medicamentos que alivian el dolor. Reducen la intensidad de las señales de dolor que llegan al cerebro y afectan las áreas del cerebro que controlan las emociones, lo que disminuye los efectos de un estímulo doloroso”. Dentro de los opioides hay diversas clases: Los alcaloides del opio (morfina o codeína), semi-sintéticos (heroína y oxicodona) y los sintéticos (metadona).
En los últimos años en Estados Unidos se ha producido una epidemia. La situación viene causada por un exceso en la prescripción por parte de los médicos, que han abusado de los medicamentos con derivados opioides. Estos medicamentos tienen un fuerte potencial adictivo por lo que su prescripción debe hacerse con gran responsabilidad y bajo un estricto control médico. Una gran parte de la población estadounidense que había sido recetada con medicamentos de esta clase se convirtieron en personas con un grave problema de adicción. Cuando el gobierno del país se dio cuenta de la situación, intentó limitar la prescripción por facultativo y por paciente. La receta indiscriminada cesó pero muchos ya tenían una adicción muy fuerte y tuvieron que recurrir a otros derivados de los opioides para calmar las ansias de consumo, lo que popularmente se conoce como ‘el mono’. Este fue el inicio de la actual epidemia de heroína que sufren en EEUU. Los analgésicos opioides han causado 165.000 muertes por sobredosis y más de 400.000 visitas a servicios de urgencias, (desde 1999). El número de sobredosis se ha multiplicado por 4 y el riesgo de que sean mortales se potencia cuando la persona toma además bebidas alcohólicas y/o medicamentos tranquilizantes o para dormir junto con analgésicos opioides. Iván Montoya, del NIDA de EEUU, dio a conocer la gran preocupación que existe desde el instituto de investigación con respecto a este tema y matizó que ahora se trabaja para combatir esta epidemia.
En España la situación no es tan grave pero empieza a preocupar sobre todo a los profesionales de las adicciones. Las diferentes políticas sanitarias, el diferente sistema de salud y el mayor control de la prescripción de estos fármacos en los países europeos, hacen que la percepción de riesgo en Europa sea baja, pero los datos, aunque no tan graves, están ahí. La tendencia actual podría conllevar a la larga en una situación similar a la de EEUU. Según el informe ‘Utilización de medicamentos opioides en España durante el periodo 2008-2015’ de la Agencia Española de Medicamentos y Productos Sanitarios, el consumo de opioides en España se ha visto incrementado en un 83’59%.
Josep Guardia Serecigni, vicepresidente de Socidrogalcohol, explica que “el consumo continuado puede producir efectos de rebote del dolor -cuando finaliza el efecto de la toma anterior-, adicción, de manera que su interrupción brusca puede desencadenar un síndrome de abstinencia, que cursa con dolor más intenso y también un efecto de tolerancia que induce al aumento progresivo de las dosis necesarias para calmar el dolor”.
“En los últimos 4-5 años, los que trabajamos en adicciones hemos observado que a nuestras consultas acudía un número significativo de pacientes con un nuevo perfil que poco o nada tiene que ver con el perfil de los usuarios consumidores de heroína, al que estábamos acostumbrados”, explica Ana Isabel Henche, del comité organizador del Symposium Monográficos sobre Analgésicos Opioides que se celebra el próximo 29 de junio en Toledo.
En general son pacientes de mediana edad, muchos de ellos sin antecedentes de consumo de alcohol u otras drogas, que presentan un uso indebido de los analgésicos opioides prescritos durante largo tiempo y a dosis elevadas. “Llama la atención también que muchos de ellos presentan un gran deterioro a nivel funcional, con importantes limitaciones en la calidad de vida”, puntualiza Henche.
Está claro que el aumento en el uso de los analgésicos opioides ha mejorado mucho el sufrimiento de muchos pacientes con dolor. “Su uso está plenamente aceptado en el dolor agudo severo, en el dolor postquirúrgico y en el dolor oncológico terminal”, explica la presidenta del comité organizador, y añade: “Sin embargo, su efectividad en el dolor crónico no oncológico no está claramente establecida. Yo aquí también incluiría al dolor crónico oncológico, ya que la gran efectividad de los tratamientos frente al cáncer en los últimos años está haciendo que muchos pacientes oncológicos se conviertan en pacientes con dolor crónico”. Por eso Henche cree que en el dolor crónico, los analgésicos opioides deberían limitarse para aquellos casos con dolor moderado/severo que no haya respondido a otros tratamientos, y siempre que los beneficios esperados superen a los riesgos.
Ante la situación en EEUU y viendo los datos de prescripción en España, aún llegamos a tiempo para controlar una situación que puede derivar en un grave problema de salud. La responsabilidad es compartida entre los profesionales de la salud, sobre todo los médicos que preescriben, la población que es quién en ocasiones lo demanda y de los medios de comunicación que debe advertir de los riesgos. La unión de todos los agentes es la que permite la salud.
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