Sherlock Holmes y la cocaína
Ataviado con su pipa y con un traje de cazador de gamos. Así, solemos visualizar mentalmente a Sherlock Holmes, a pesar de que, en los relatos escritos por Arthur Conan Doyle, su creador, jamás apareció vestido de esta manera y que esta forma de representarlo fue más bien producto de la gran pantalla. Pero hay otro rasgo sobresaliente de la imagen que poseemos sobre este personaje mítico de las novelas policíacas: su adicción a la cocaína.
Holmes vio por primera vez la luz de la literatura en 1887, cuando el anuario navideño inglés Beeaton’s Christmas Annual de Ward, Lock & Co. pubicó la novela Estudio en Escarlata. Es precisamente en este relato donde se produce el primer encuentro entre el detective y su compañero de fatigas inseparable, el doctor Watson. Éste había estado en la guerra de Afganistán, conflicto bélico en el que había sido herido, hecho que propició su regreso a Inglaterra. Así, estaba buscando casa cuando, por mediación de un conocido, le presentan a Sherlock Holmes. Ya desde este primer momento se deja constancia del carácter investigador de Holmes con las siguientes palabras que el amigo de Watson, Stamford, emplea al describírselo:
“—No resulta fácil expresar lo inexpresable —me contestó, riéndose. Para mi gusto, Holmes es un poco expresivamente científico. Casi toca en la insensibilidad. Yo llego incluso a representármelo dando a un amigo suyo un pellizco del alcaloide vegetal más moderno, y eso no por malquerencia, compréndame sino por puro espíritu de investigador que desea formarse una idea exacta de los efectos de la droga. Para ser justo, creo que él mismo la tomaría con idéntica naturalidad. Por lo que se ve, su pasión es lo concreto y exacto en materia de conocimientos”.
De esta forma, ya se hace una primera alusión al interés por conocer los efectos de las drogas de Holmes, rasgo que se pone en el contexto de un espíritu científico y en extremo curioso por parte del detective. En este sentido, resulta significativo que Conan Doyle fuera precisamente amigo de Sigmund Freud, quien experimentó con la cocaína tomándola él mismo para descubrir, entre otras cosas, su efecto antidepresivo. De hecho, el consumo de cocaína en la época en la que fueron escritos los relatos protagonizados por Holmes no estaba prohibido, algo que ocurriría en 1916. De esta manera, era incluso habitual que fuera recetada para tratar algunas dolencias como, por ejemplo, el dolor provocado por el crecimiento de los dientes en los bebés.
Holmes se convierte en consumidor de cocaína para huir del sopor de la existencia
Holmes se convierte en consumidor de cocaína para huir del sopor de la existencia
Holmes tiene un carácter difícil. Increíblemente sagaz y aventurero, resuelve solo aquellos crímenes que estimulan su inteligencia, pero siempre siguiendo un método deductivo basado en la ciencia. A veces Holmes puede parecer inhumano, desaprensivo y desconsiderado para quienes conviven con él, pero en el fondo tan solo le mueven sus grandes ansias por resolver crímenes y por vivir emociones fuertes. Y es ahí cuando entra en juego la cocaína, sustancia que él mismo se suministra por vía intravenosa en una solución del 7%. Es en los momentos de sopor, cuando no soporta el tedio de vivir, cuando acude a esta droga, como se puede apreciar en este fragmento de El signo de los cuatro:
“––¿Qué ha sido hoy? ––pregunté––. ¿Morfina o cocaína? Holmes levantó con languidez la mirada del viejo volumen de caracteres góticos que acababa de abrir.
––Cocaína ––dijo––, disuelta al siete por ciento. ¿Le apetece probarla?
––Desde luego que no ––respondí con brusquedad––. Mi organismo aún no se ha recuperado de la campaña de Afganistán y no puedo permitirme someterlo a más presiones.
Mi vehemencia le hizo sonreír.
––Tal vez tenga razón, Watson ––dijo––. Supongo que su efecto físico es malo. Sin embargo, la encuentro tan trascendentalmente estimulante y esclarecedora para la mente que ese efecto secundario tiene poca importancia”.
Y en este otro, extraído del relato Escándalo en Bohemia:
“Holmes, por su parte, dotado de alma bohemia, sentía aversión a todas las formas de la vida de sociedad, y permanecía en sus habitaciones de Baker Street, enterrado entre sus libros, alternando las semanas entre la cocaína y la ambición, entre los adormilamientos de la droga y la impetuosa energía de su propia y ardiente naturaleza”.
No obstante, Watson no se queda callado y también le recrimina estos consumos:
“––¡Pero piense en ello! ––dije yo con ardor––. ¡Calcule lo que le cuesta! Es posible que, como usted dice, le estimule y aclare el
cerebro, pero se trata de un proceso patológico y morboso, que va alterando cada vez más los tejidos y puede acabar dejándole con debilidad permanente. Y además, ya sabe qué mala reacción le provoca. La verdad es que la ganancia no compensa la inversión. ¿Por qué tiene que arriesgarse, por un simple placer momentáneo, a perder esas grandes facultades de las que ha sido dotado? Recuerde que no le hablo sólo de camarada a camarada, sino como médico a una persona de cuya condición física es, en cierto modo, responsable”.
Sin embargo, a pesar de las advertencias de su amigo, Holmes se muestra reacio a abandonar estos consumos, ya que prefiere salvarse del tedio de una existencia sin emociones. Así, Holmes se postula como profundamente moderno en su ímpetu por eludir el aburrimiento y por tener emociones fuertes, a pesar de las consecuencias que ello pueda tener para él. Precisamente resulta curioso que en una versión más moderna de este clásico de la literatura, la serie de televisión Elementary, la acción comienza cuando Holmes abandona las drogas y conoce a Watson, ya que ésta, reconvertida en esta versión en mujer, es la encargada de que el detective no vuelva recaer en su adicción. Paulatinamente, el personaje evoluciona e incluso llega a convertirse él mismo en mentor de otra persona que también padece una adicción. De esta forma, vemos al mítico detective reconvertido a los tiempos modernos. Así, si en las novelas apenas se le daba importancia a que Holmes fuera consumir de drogas, en la nueva serie éste elemento se convierte en un hecho central de la acción.
Fuentes:
Arthur Conan Doyle: El signo de los cuatro: http://cdn.preterhuman.net/texts/literature/in_spanish/Arthur%20Conan%20Doyle%20-%20El%20signo%20de%20los%20cuatro.pdf
Arthur Conan Doyle: Escándalo en Bohemia:
http://www2.ayto-sanfernando.com/biblioteca/files/Un-escandalo-en-Bohemia.pdf
Arthur Conan Doyle: Estudio en escarlata:
http://holmes.materialdescargable.com/novelas/es_novelas/Estudio%20en%20Escarlata.pdf Ángel Peláz: Doctor House y Mr. Holmes: enigma, muerte y verdad en un héroe de la posmodernidad: http://revistas.ucm.es/index.php/ARAB/article/view/42621/40506 Miguel Ángel Romero Dorado: Visiones de la metrópolis imperial: Londres como espejo literario de la dualidad victoriana de fin de siglo (1877-1901): http://ruidera.uclm.es:8080/xmlui/handle/10578/3490 ¿Por qué Watson le recriminaba el consumo de cocaína a Holmes?: http://www.papelenblanco.com/metacritica/por-que-watson-le-recriminaba-el-consumo-de-cocaina-a-holmes
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