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Un mar de plástico: mi acordeón

enero 23, 20181772 views0

Conocí a Rubén Ruipérez hace un tiempo. Debo ser sincero y a pesar de mi experiencia en mi primer contacto que tuve con él, no fui capaz de ver del todo, aunque sí intuir, la enorme capacidad y el talento musical que Rubén encierra.

Ha sido una estrella mediática en Ecuador apegado a su acordeón y a sus partituras pero lejos de poder manejarse entre sus composiciones y el éxito apareció el zarpazo, siempre cruel y desproporcionado de la cocaína fumada en base y en grandes cantidades.

Su adicción transcurre a lo largo de 20 años con sus diferentes fases propias de la enfermedad y sucumbiendo ante una destrucción segura tanto de su familia como de sí mismo.

Comenzamos juntos una terapia especial en donde no se barajaba desde ningún momento ningún tipo de ingreso ni intervención alguna que pusiera en peligro su enorme caparazón que había construido al mismo tiempo que cada vez se destruía.

En seguida me puse a trabajar y a abordar todos los cabos que rodeaban el entorno de Rubén y en seguida también pude ver una historia de amor que no permitiría que fuera destruida por la cocaína ni por ninguna adicción.

Viajé, conversé con su entorno, todos estaban afectados e implicados de alguna forma y trabajé de la mano de una comunidad cristiana adventista de la zona que permitirían entre todos formar un equipo para que, una vez llegado el momento, Rubén optara por desintoxicarse y deshabituarse de tal zarpazo.

Así fue, entre lágrimas de alegría pude acompañar finalmente a Rubén en su ingreso y también en su salida. Ahora un nuevo amanecer existe para su música, su vida y su proyecto en el que la base, esta vez, no es ninguna sustancia  sino el firme compromiso de vivir recuperado y abstinente a la vez que componer y volver a descubrir el maravilloso privilegio de una vida reinsertada. Gracias a todos, hemos devuelto ese zarpazo, hemos roto prejuicios y gracias a todos y sobre todo a él, vuelve a tocar su acordeón, de nuevo su viejo acordeón.