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La importancia de la familia en el proceso adictivo

A lo largo de las últimas décadas ha comenzado a hacerse especial énfasis en la consideración del sistema familiar como objeto de intervención en situaciones tales como la existencia de una enfermedad física crónica en uno de sus integrantes, familias con pacientes terminales, familias con enfermos mentales, y familias de personas con problemas alcohólicos (Fuertes y Maya, 2001), y por extensión, otros drogodependientes. A pesar de que se trata de una problemática propia de un miembro del conjunto familiar, ésta se extiende al todo, generando problemas tales como dificultades de reorganización y adaptación a las demandas, dificultades derivadas de la falta de estrategias de afrontamiento adecuadas, dificultades para mantener la autonomía e independencia de los miembros de la familia, sobrecarga emocional física y/o económica, y alteraciones en la esfera emocional tales como sintomatologías ansioso-depresivas, labilidad emocional, dificultades de sueño y de alimentación, restricción de actividades y contactos sociales, etc. (Calvo, 2007).

Recientemente se ha sugerido como núcleo de la idea de familia la existencia de una implicación duradera a nivel emocional, de modo que a efectos prácticos, la familia podría definirse en base a los lazos afectivos más importantes de cada persona (Center for Substance Abuse Treatment, 2004). Así, la familia no implica en exclusiva a personas con parentesco consanguíneo, sino más bien una unión afectiva; pudiendo de esta manera referirnos como familia a los amigos de toda la vida, en lugar de a unos padres, quizás, poco presentes. A su vez, esta idea permite la introducción de personas importantes, sean o no familia consanguínea, en el proceso de intervención.

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Resultan de gran interés las conclusiones de García (1999) en relación al éxito de la intervención:

a) La duración de la abstinencia depende en gran parte de que la familia acepte la viabilidad del plan de rehabilitación.

b) La reacción de los padres a los esfuerzos de autonomía, expresión abierta a pensamientos y sentimientos y la empatía se relaciona con una mayor abstinencia.

c) Las falsas expectativas por parte de los padres sobre la recuperación del hijo drogodependiente inciden en la recaída, en la crisis y en los problemas graves en la familia.

En palabras de Helena Calvo (2007), el objetivo último del abordaje de todas las conductas adictivas es la consecución de un grado razonable de normalización psicosocial del paciente, lo que va más allá del mantenimiento de la abstinencia e incluye una vida afectiva, lúdica, social y laboral satisfactoria. Todos estos aspectos se encuentran íntimamente relacionados, siendo a menudo la existencia de déficits en las etapas finales del proceso las que precipitan recaídas y retornos a la conducta problema. Estos déficits pueden venir asociados a actitudes familiares disfuncionales; así, la incertidumbre, un miedo exacerbado a la recaída y el deseo de mantener un “status quo” en fases intermedias del tratamiento puede ocasionar que la familia se resista a que el paciente siga avanzando: la búsqueda de empleo, la iniciación o recuperación de actividades de ocio, la asunción de responsabilidades de la vida cotidiana y la recuperación de roles dentro de la familia. Todos ellos son aspectos que deben producirse paulatinamente y que no siempre son bien vistos por el entorno familiar. Una cuidada evaluación de las características familiares puede ser un instrumento fundamental de cara a la detección de las áreas potencialmente más problemáticas y a la posterior intervención sobre las mismas (Calvo, 2007).

En cuanto a la intervención con terapia familiar, existen multitud de enfoques teóricos. Quizás el más conocido sea el enfoque conductual. En relación a ésta, Juan Antonio Marcos (2009), en sus trabajos, comenta que la base teórica a partir de la cual se desarrollaron principalmente los modelos conductuales de terapia familiar son los principios de la modificación de conducta y el aprendizaje social. Estos modelos comparten dos principios fundamentales: a) enfatizan la importancia de las normas familiares y de los procesos de comunicación familiar y b) consideran a las familias como contextos de aprendizaje crítico, creados, y simultáneamente contestados por sus miembros. Se centran, por lo tanto, en las condiciones bajo las cuales se aprende, influencia y cambia la conducta.

Teorías a parte, la evidencia parece estar a favor de la terapia familiar, sea cual sea su base teórica de origen. En definitiva, la familia es un elemento fundamental en la vida social, es un apoyo importante y, por ende, un factor a tener muy en cuenta en el proceso adictivo, tanto como análisis histórico del problema como parte fundamental del proceso de desintoxicación, deshabituación y vuelta a la normalización de la vida en sociedad.

 

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Karen Acuna

Psicóloga con gran interés en el ámbito de las adicciones y magíster en Inteligencia Emocional e Intervención en Salud y Emociones

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