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El movimiento asociativo: de un modelo de salud a un espacio de convivencia (3ª parte)

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Lea la PRIMERA PARTE.

Lea la SEGUNDA PARTE.

La silla será un elemento fundamental en la recuperación de la persona, que, con el paso del tiempo, se convertirá en su mejor amiga, en su fiel compañera.

Así terminaba la segunda parte de este extenso artículo. Si, así es, esa silla también es una parte fundamental en este modelo de salud. La silla, y las personas que se sentarán a su alrededor en otras tantas. Todas juntas formarán el grupo, y el grupo en si mismo ya es un modelo de salud.

Ahora, me gustaría explicaros porqué considero este movimiento como un modelo de salud, y, también, un espacio de convivencia. Podría aportar muchas consideraciones más de las que vais a leer, pero he expuesto las que considero más importantes, con la seguridad de que vosotras y vosotros sabréis aportar algunas más. Espero que, al menos, mientras lo hacéis, disfrutéis también de su lectura.

Un modelo de salud

El concepto de salud es universal, y la salud debe serlo.

El movimiento asociativo de autoayuda y ayuda mutua es un modelo de salud en sí mismo por muchas y variadas razones objetivas. Son objetivas porque abarcan muchos factores en el abordaje y tratamiento de la enfermedad adictiva, así, los beneficios son múltiples y pueden cuantificarse tanto en sanitarios, económicos, laborales, sociales y familiares.

En este modelo de salud las listas de espera no existen. Toda persona que llega a una asociación es atendida en el momento, sea quien padece la enfermedad o un familiar allegado. Y, además, desde su inicio no tendrá a una persona para apoyarse, sino que será un grupo quien le arrope, le comprenda y le ayude en su nuevo caminar. Así que, en ningún momento se sentirá solo y podrán contar con ellos en cualquier momento.

Desde el punto de vista económico, la gratuidad es máxima, pues en las asociaciones tan solo se considera aportar una pequeña cuota como socios, más que nada para sufragar gastos propios del mantenimiento de sus instalaciones. Las asociaciones, en general, se mantienen de subvenciones y de las cuotas de las personas que conforman las asociaciones. Ese carácter económico la hace única desde ese punto de vista, pues todas las personas son atendidas tengan recursos o no.

Desde lo social, la ayuda que se presta en las asociaciones no hace distingos entre razas, credos, religiones, estudios, clases sociales, etc., las personas son atendidas todas por igual. Desde lo familiar, cuando las personas paran la enfermedad y los familiares afrontan su recuperación, ambas se rehabilitan psicoemocionalmente, lo que se traduce en un clima de tranquilidad y paz familiar.

Todo esto conlleva múltiples beneficios, pues cuando las personas se rehabilitan se reducen o se eliminan los gastos farmacológicos derivados de la ansiedad, la depresión u otras enfermedades, las bajas laborales se terminan y las conductas antisociales si las hubiere se reconducen. Otros, se reintegran de nuevo al mercado laboral, la economía familiar empieza a equilibrarse, y como decíamos al final del párrafo anterior, lo más importante es que, por fin, la armonía toma de nuevo las relaciones de pareja y de familia.

Es un modelo de salud porque este movimiento no se queda solo de puertas adentro, sino que con el ánimo de llegar a más personas sale a la calle para que la sociedad tome conciencia y poco a poco se rompa el estigma en aras de una mayor comprensión de esta enfermedad y de las personas y familias que la padecen.

El objetivo como vemos es doble, por un lado, la comprensión y la toma de conciencia, y, por otro, que se trate y se vea como cualquier otra enfermedad grave, que es lo que es la enfermedad adictiva. Así, desde este modelo se acuden a colegios, institutos o universidades con el fin de prevenir desde edades muy tempranas, que los jóvenes, chicas y chicos, de nuestra sociedad tomen conciencia y conozcan, antes de que sea más tarde, los riesgos que conllevan el uso de las drogas a nivel cerebral, comportamental, familiar y social.

Este modelo también es considerado un modelo de salud cuando desde distintos medios, como por ejemplo esta revista en la que escribo, presta la atención debida, responsable y necesaria sobre la enfermedad, las personas y sus familias. Por eso, por esta ayuda a la divulgación y al conocimiento de la enfermedad adictiva que prestan estos medios, las asociaciones son agradecidas y les dan la bienvenida.

También es un modelo de salud porque desde que el movimiento asociativo creció, hace muchos años ya, supo incorporar a los profesionales en su tratamiento (médicos, psicólogos o asistentes sociales) y en la recuperación de estas personas. Pero, si considero que es un gran modelo de salud, único, es por sus voluntarios. Estos voluntarios son personas que están dispuestos a ayudar en cualquier momento, a colaborar desinteresadamente con la asociación, a prestar su hombro, y todo, como forma de agradecimiento a lo que ellos un día recibieron. Esta impronta, ese carácter desinteresado es lo que lo hace único y, como he dicho, un gran modelo de salud.

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Un espacio de convivencia

Más allá de los beneficios personales, fisiológicos, económicos y psicoemocionales que sienten las personas que hacen su programa de recuperación -sean familiares o personas dependientes-, está el espíritu de convivencia que suscita el hecho de compartir experiencias.

Ese espíritu no solo se queda y se vive en las terapias, sino que trasciende y va más lejos transformándose en un agradecimiento mutuo cuando las personas comparten momentos fuera del entorno de la asociación. En este sentido, las asociaciones promueven tanto espacios de formación como de ocios saludables para que la cadena de la autoayuda y la ayuda mutua siga creciendo y fortaleciéndose.

Durante todo el año se suceden tanto eventos internos como jornadas de puertas abiertas, aniversarios, congresos y convenciones con el objetivo de fortalecer los lazos entre las personas que integran las asociaciones como de concienciación a la sociedad en general. No existe una fecha señalada para este propósito, porque el trabajo se desarrolla por igual durante todo el año, pero por citar algunas fechas significativas tendríamos, el 26 de junio (Día Internacional contra el uso indebido y el tráfico ilícito de drogas), el 9 de septiembre (Día Mundial del Síndrome Alcohólico Fetal) y el próximo 15 de noviembre (Día Mundial sin Alcohol). Así que, por las fechas que conocemos de tantas asociaciones, es después del verano donde se concentran una buena parte de los eventos, actividades, jornadas y convenciones.

En cuanto a las actividades de ocio saludables, son muchas y variadas, y tienen que ver tanto con son lugar de origen como de las ideas propositivas para tal fin. Así, nos podemos encontrar moragas en las asociaciones situadas en la costa, como almuerzos y comidas en el campo en las del interior. Jornadas en la propia asociación en las que se cocinan algunos platos típicos de la región, o bien, que las personas aporten de casa algún que otro plato cocinado con el único fin de compartir momentos y experiencias. Podemos también encontrar actividades competitivas donde la única recompensa es el aplauso de amigos y familiares como son las carreras populares, o también, actividades de ocio saludable como el senderismo o el montañismo. La cultura tampoco se queda atrás en este propósito, y muchas de estas actividades son aprovechadas para conocer lugares de interés, museos de la comarca, región o ciudad.

¿Qué obtenemos de la suma de todo esto?

Todo esto en su conjunto da un resultado tangible y mensurable: son, somos, una Familia

Una de las frases más comunes, entre muchas, de las que se pronuncian en todas las asociaciones es que… “hablamos el mismo idioma”. Y es una realidad, porque la enfermedad adictiva no entiende de dialectos, lenguas, acentos o fronteras, y una persona con el trastorno se va a entender con otra/o, y una familia se va a entender con otra. Se sabrán entender y comprender cuando hablen desde el dolor y el sufrimiento, como también cuando lo hagan desde la alegría y la felicidad. Por eso, este “idioma” no necesita de intérpretes, es, tan solo, la magia de esta conexión humana.

Es en estas jornadas y convenciones donde se congregan personas y familias desde distintas regiones y ciudades de todo el territorio nacional, en el que este idioma alcanza su máxima expresión. Y es que con la sola presencia de unos y otros ya saben que están compartiendo un universo común, incluso, aquellos que acudan por primera vez. Es, también, en estos espacios donde la recuperación toma cuerpo y la rehabilitación se refuerza, pues no hay nada más empático que una mirada comprensiva y un abrazo sincero, porque es una realidad demostrada que se da y se recibe mucho en estos encuentros y convivencias.

Conocer en estos encuentros que se tienen “almas gemelas” con otros nombres, en otras familias y en otras ciudades, hacen que emerja la mejor cara de la enfermedad adictiva, la de los sentimientos verdaderos. Y luego, mantener algún contacto que otro a lo largo del año es seguir reforzando ese vínculo afectivo con aquella compañera o compañero con el que se compartió algún taller, conferencia, una cena o un almuerzo, en definitiva, momentos únicos. Por eso, cuando llega la hora de despedirse, aunque la despedida sea sentida, no es una despedida como tal, es un hasta luego con alegría, porque es, un hasta el próximo encuentro dando las gracias.

A todas y todos que en los próximos días y hasta final de año vais a reuniros en alguna que otra jornada o convención, desearos que compartáis momentos, que os abracéis, que la alegría, la risa y la sonrisa sea el denominador común, porque la vida tiene que ser sentida, vivida y disfrutada y vosotras y vosotros os merecéis vivirla.

Salud y Sobriedad.

¡Un abrazo a todas y todos!!

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Luis C Vertedor

Psicólogo. Máster en Investigación en Psicología y Experto en adicciones.

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