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El comportamiento animal como vehículo para entender la adicción

FOTOGRAFÍA: Cedida por F. Rubio Quintanilla Nala, adoptada en enero/2020

FOTOGRAFÍA: Cedida por F. Rubio Quintanilla
Nala, adoptada en enero/2020

La naturaleza siempre ha sido objeto de estudio para la comunidad científica, también lo ha sido cualquier búsqueda de conocimiento anterior, como la filosofía. Pero parece ser que en las últimas décadas, el ser humano se ha desvinculado de esta parte nuestra tan importante relacionada con el mundo natural. Afortunadamente, aunque intentemos deshacernos de ella, la naturaleza no se ha desvinculado de nosotros.

El mundo animal es la manera más sencilla de determinar el origen de cualquier conducta. Es bien sencillo, si la conducta humana se refleja también en el mundo animal, podremos intuir que esta conducta pertenece a una parte genética y biológica, dejando la parte social o cultural en un segunda plano. Y con segundo plano, no me refiero a descartar la parte sociocultural, sino que está parte modula y afecta a un orígen más primitivo, el biológico.
Así pues quizá no podamos ver una adicción como tal en un animal, pero sí un sistema de recompensa saturado, del cual solo se obtiene refuerzo de un único estímulo. Del mismo modo no podemos ver la famosa “fuerza de voluntad” en un animal, pero sí una fuerte mejora en su control de impulsos. ¿Como puede ser? ¿Realmente un animal puede ser adicto? Lo bonito del mundo animal es justo eso, jamás podrá ser adicto porque ellos no tienen etiquetas. Podemos observar comportamientos compulsivos y repetitivos, pero sabemos que se debe a problemas con el sistema de recompensa y podemos repararlos. Jamás diremos que es adicto, aunque la conducta final sea exactamente la misma.

El mundo animal es la manera más sencilla de determinar el orígen de cualquier conducta

Imaginemos un perro en un desierto. Su organismo genera malestar por la sed y activa su mecanismo de exploración para huir de este malestar. Con lo cual acaba encontrando un oasis. Bebe y, automáticamente su sistema de recompensa genera dopamina y le produce placer. Este placer es fundamental para que el perro recuerde dónde está el oasis y repita la conducta de desplazarse hasta allí y beber. Esto se repetirá hasta que el oasis se vacíe, con lo cual volvería el malestar, la conducta de exploración y en última instancia el placer de encontrar una nueva fuente de agua.
Esto tan básico es el sistema de recompensa que heredamos fruto de la evolución. Es de los más primitivos en nuestro cerebro y existe prácticamente en todo el reino animal y, nosotros no somos distintos, por muchas capas que pongamos encima. Es el mecanismo motivacional más potente y el que va a manejar prácticamente todas las conductas de nuestra vida.
Ahora bien supongamos que a este perro en el desierto, por las circunstancias que sean, no le funciona bien el circuito de recompensa y no acaba de hacer su función. Y cuando el oasis se vacía, sigue volviendo uno y otra vez aunque no tenga agua. Las razones pueden ser miles: Está cojo, lleva mucho tiempo en el desierto y no quiere volver a errar de un lado a otro, está desorientado por el calor, etc. ¿Qué pasaría? La primera recompensa al beber fue tan potente que se grabó a fuego en su cerebro, con lo cual repetirá esta conducta una y otra vez hasta que muera.
Por suerte la naturaleza tiene muchos recursos para evitar esto. El sistema de recompensa está diseñado para atender a muchos estímulos, a obtener fuentes de placer de muchísimos sitios: comida, bebida, juego, sexo … Y estará permanentemente en la búsqueda de este placer, que además es saludable. El problema viene cuando sólo existe una única fuente de placer. La única manera que tenemos de repetir una conducta es activando el sistema de recompensa, es decir ,obtener placer de ella. Si solo lo estimulamos con una única conducta, poco a poco el resto desaparecerá. Desaparece el placer de jugar, incluso el de comer y beber, también puede llegar a desaparecer el deseo sexual, el deseo de estar con amigos o incluso con la familia. Cuando sólo necesito una cosa para activar mi sistema de recompensa, el resto se convierte en molestias.
Esto es el problema y a la vez la solución del bienestar personal, activar constantemente el sistema de recompensa con distintas conductas, y cuando más distintas mejor.

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Fernando Rubio Quintanilla Alcalà

Psicólogo

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